El hijo menor de Bárbara tiene siete años y ve crecer la panza de su mamá sabiendo que ahí no hay un hermano. Si le preguntan, él contesta que está esperando a que salga su primo para jugar. El nombre del bebé ya está elegido -se va a llamar Bastian- y todos los lugares comunes para mencionar a una familia se ven trastocados en esta historia: el marido de Bárbara será el tío, el hermano será el padre -junto a su pareja Leo-, y ella será madrina, además de gestante.

Para aclarar este árbol genealógico del siglo XXI hay que remontarse a doce años atrás, cuando Matías y Leo se conocieron. Entonces estaban en un grupo de teatro y después de largos chats de MSN y Facebook se pusieron de novios. El país era otro. No había Ley de Matrimonio Igualitario e imaginarse teniendo un hijo juntos era más un milagro que una proyección. Sus mentes también eran otras. Leo todavía no le había dicho a su entorno familiar que era gay y Matías trabajaba en un cuartel de bomberos voluntarios, donde la idea de inclusión brillaba por su ausencia. Inventando palabras para mencionar los vínculos que ahora tienen, empezaron a escribir su propia historia.

Matías tiene 34 años y Leo 36. Previo a la pandemia decidieron tener un hijo y una amiga de Leo se ofreció a gestarlo, pero después de los estudios de control le recomendaron que no convenía avanzar. Matías, que le había contado del proyecto a Bárbara, recuerda que su hermana le dijo guau, qué hermoso todo, la admiro pero yo no podría. Del tema no hablaron más, hasta que el año pasado ella lo llamó por teléfono y, de la nada, anunció que lo había pensado, que quería ayudarlos.

“Era uno de esos momentos de la pandemia de cuarentena estricta e hicimos un zoom, el zoom más lindo del mundo, y terminamos los cuatro llorando de la emoción”, dice Matías. Para Bárbara, que tiene 42 años y tres hijos con su pareja, no hay demasiada vuelta que darle al asunto. El amor puede expresarse de muchas maneras y la biología no tiene por qué ser un impedimento: “Saber que soy parte de un deseo tan maravilloso es hermoso. Me hace feliz cuidar de su tesoro más preciado para luego verlo en sus brazos. Además, que mis hijos sean testigos de este acto de amor tan profundo no tiene comparación”, dice mientras cursa el mes seis de embarazo.

Se conocieron hace 12 años en una clase de teatro. Ahora van a ser papás juntos. 


Gestación solidaria

Según una guía publicada por la Federación Argentina LGBT para la comunicación responsable, “los términos de ‘subrogación’ o ‘sustitución’ presuponen deberes y roles sociales biologicistas. Suponen que debiera existir una ‘madre’ requirente y que estos roles y deberes no estarían siendo correctamente asumidos por ella, sino que lo hace la gestante”. Es por ello que recomiendan “el término ‘gestación solidaria’, porque da cuenta de que la gestación tiene por objetivo una adhesión circunstancial a la causa de otrxs personxs”.

En Argentina, si bien la GS no está mencionada con todas las letras en el Código Civil y Comercial, al ser una técnica de reproducción humana asistida está contemplada como un tratamiento de alta complejidad en la Ley 26.862 (Acceso Integral a las Técnicas de Reproducción Humana Asistida). “Las obras sociales ya deberían cubrirlo por esa ley, pero se amparan en que no hay una regulación específica. Dicen que no está dentro de las técnicas de alta complejidad y eso no es así, la Organización Mundial de la Salud la declaró una técnica de alta complejidad”, dice Leo. “Nosotros, por una cuestión de tiempos de la hermana de Mati que pidió hacerlo ahora, y por la edad, lo hicimos por privado. Pero si hubiéramos tenido todo el tiempo del mundo por ahí avanzábamos con amparo, que es una manera en que obligás a las obras sociales a que lo cubran”. Otro punto a tener en cuenta es el artículo 19 de la Constitución Nacional, que dice que “ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.

Lo que no regula el Estado lo hace el mercado, y en términos de GS la falta de una legislación específica genera grietas que imposibilitan que cualquiera, más allá de su status económico, pueda acceder al derecho de formar una familia que incluya hijxs. Por ejemplo, el CCyCN dice que "los nacidos por las técnicas de reproducción humana asistida son hijos de quien dio a luz y del hombre o de la mujer que también ha prestado su consentimiento", lo que se opone al título mismo del artículo: “Voluntad Procreacional”.

Para la FALGBT “está claro que en la gestación solidaria ‘quien da a luz’ no tiene, bajo ningún punto de vista, voluntad procreacional. En este sentido, la jurisprudencia nacional ha superado este obstáculo en la interpretación armónica e integral del propio CCyCN determinando que la fuente de filiación de lxs niñxs nacidxs por técnicas de reproducción humana asistida es la voluntad procreacional, claramente presente en lxs requirentes y no en la persona gestante”. Es gracias a esta interpretación que en los papeles Bárbara no será mamá, aunque lleve a Bastian en su vientre.

“Para hacer las cosas bien hay que seguir un mecanismo. En nuestro caso la clínica nos dio para firmar un consentimiento firmado que se manda a escribano. Una vez que nace el bebé, el papel se presenta en el Registro Civil para que el DNI salga a nombre de nosotros dos”, dice Matías. “Lo importante es dejar expresada nuestra voluntad de querer ser padres, de la gestante que no quiere ser madre y aclarar que los gametos -en este caso el óvulo- es donado”.

A la GS la falta una legislación específica que imposibilita que cualquiera, más allá de su status económico, pueda acceder al derecho de formar una familia que incluya hijxs


El privilegio de nacer en CABA

Desde 2017 en Ciudad de Buenos Aires -por una acción colectiva presentada la FALGBT y el Defensor del Pueblo de CABA-, la justicia ordenó como medida cautelar que se inscriba a lxs nacidxs por GS conforme la voluntad procreacional de lxs requierentxs, sin emplazar a la persona gestante. Pero como esta norma solo funciona en CABA, muchas personas comienzan con el proceso en sus ciudades y provincias y viajan unos días antes para que el nacimiento concluya en la Ciudad. De esta manera pueden hacer la inscripción sin autorización judicial y todo lo que ello implica, por ejemplo los valores religiosos con los que muchos juzgados firman sus sentencias. Que la cautelar solo funcione en CABA resulta discriminatorio, ya que quienes no tienen el dinero para instalarse semanas o incluso meses lejos de sus casas, y además pagar el servicio médico, no pueden acceder a los mismos derechos.

Leo y Matías armaron la cuenta de Instagram @leisymati para contar el paso a paso de su historia. A partir de eso empezaron a recibir consultas todos los días y se dieron cuenta de los prejuicios y desconocimiento que hay sobre todo lo que rodea a la GS. “En cada pasito que dimos cometimos miles de errores. Hacer nuestro caso público es para compartir toda la información con las personas que sigan y quieran hacer el proceso. Sentimos que visibilizarlo tiene que ver con la solidaridad y las ganas de que no pasen por lo mismo”, dice Matías.

En este transitar se les hizo patente la importancia que tienen las palabras y cómo el acto de nombrar está cargado de significantes. “Las licencias por maternidad plantean una cantidad de días (tres meses), mientras que para los padres la cantidad es mucho menor (dos semanas). Tendríamos que empezar a hablar de licencias de nacimiento, licencias igualitarias o por hijo a cargo”, dice Leo. “En la mayoría de los formularios que tuvimos que llenar siguen poniendo padre y madre. Los cambiadores de pañales aparecen en los baños de mujeres solamente, la licencia de lactancia, los jardines ‘maternales’... Son un montón de cosas para cambiar pero no solamente pensando en parejas gays, porque en realidad un hombre heterosexual tranquilamente pudiera luchar por estos derechos acompañándonos, ya que el rol paternal es de todos”.

Hace tres meses Matías y Leo se casaron de una forma poco tradicional. Durante la ceremonia, le vendaron los ojos a sus invitadxs para que pudieran entregarse a las sensaciones sin importar la orientación sexual, ideologías o vínculos. “Éramos todos uno”, dice Matías, que lució la misma ropa que usa en el cuartel de Bomberos Voluntarios de Echenagucía, Gerli, del que forma parte hace 18 años: “Para mí fue re emotivo porque vinieron todos mis compañeros, nadie se lo quiso perder. Incluso la Federación Bonaerense de Bomberos Voluntarios republicó nuestras nuestras fotos, nuestras entrevistas, y siento que es importante para abrir debates dentro de la fuerza, porque nosotros dependemos del Ministerio de Seguridad. No es el caso de mi cuartel, pero si uno se va a otros más alejados sigue habiendo mucha discriminación, sobre todo con gente que se quiere postular y es gay o transexual”.

Leo y Matías armaron la cuenta de Instagram @leisymati para contar el paso a paso de su historia. Fotos: Sebastián Freire.

Por una ley con todas las letras

La causa que promueven Matías, Leo y la mayoría de las personas que están en su situación es que exista una ley de GS en Argentina: que se garantice derechos tanto para las gestantes como para las personas solteras o parejas. “Nosotros en todo momento pensamos en hacerlo con alguien del vínculo, ya sea mi amiga, con Bárbara u otra amiga que se ofreció. Pero siempre que hay un sueño y esté la intención de ser papás cada uno lo va haciendo como puede”, dice Leo. “Sabemos que hay varias ramas de feminismo que están en contra, otras que están a favor, pero si existiera una ley que regule la situación bienvenido sea generar nuevos vínculos”.

Para Matías cada experiencia es individual, pero un marco regulatorio evitaría varios conflictos: “Hoy por hoy al no haber una ley son acuerdos privados que se hacen con las gestantes, contratos donde se establecen determinadas pautas a cumplir por ambos lados. Nosotros cuidamos a mi hermana como si fuera oro y afrontamos todos los gastos que existan, pero cuando son personas que no se conocen tiene que haber una ley para que se cumplan sus derechos. Este tema sucede en la sociedad, y habría que regularlo para que muchas mujeres no terminen muriendo en la clandestinidad, que no se haga un mercadeo. Yo lo comparo, salvando las distancias, con la Interrupción Voluntaria del Embarazo”.

Mientras el marido de Bárbara lxs acompaña en cada paso -y envía fotos a diario para que Matías y Leo vean cómo crece la panza-, ella dice que en el futuro se imagina teniendo con Bastian “la relación de cualquier tía y madrina”. Con historias como esta, cada vez más cotidianas, es momento de pensar una Educación Sexual Integral que incursione en la GS y ponga en duda los mitos que le hacen tanto daño a la libertad de las familias. El fin de los bebés que salen de repollos, que vuelan en cigüeñas parisinas o germinan de semillas está cada vez más cerca.