Poco tiempo después de asumir como director de selecciones nacionales, César Menotti explicó que en su opinión Lionel Messi no debería ser convocado para jugar la Copa América, debido a que el rosarino debería ser la frutilla del postre. O sea, armar un equipo, y cuando éste haya sido consolidado, llamarlo para potenciar las aspiraciones de la Selección. A juzgar por lo visto ante Colombia, el crack del Barcelona no puede ser la frutilla, ya que Lionel Scaloni no llegó a cocinar el postre.

Como tantas otras veces, aquella buena idea que el Flaco verbalizó pasándola a lenguaje gastronómico cayó en saco roto. Todos los esfuerzos del cuerpo técnico argentino están centrados en encontrar un equipo que rodee y sostenga a Messi en el campo de juego, y un grupo que lo contenga, que recree el clima del que el rosarino disfruta en el Barcelona. Esas prioridades tal vez consigan los objetivos focalizados en Messi, pero parecen direccionadas al fracaso en cuanto a lo que se espera de la Selección.

Argentina, hace tiempo, no puede afianzar ninguna de sus líneas. No hay un arquero que sobresalga por su personalidad cuando se para bajo los tres palos. Es más, los sucesores de Sergio Romero son líderes en las áreas de sus equipos, pero no pueden imponer esa voz de mando en el combinado nacional. ¿Conspirará contra ello la constante rotación de nombres en ese puesto?

En la defensa tampoco se logra un bloque sólido. Ahí también parece pesar los idas y vueltas de sistemas. Línea de cuatro, línea de tres, carrileros puestos a marcadores laterales. La acumulación de amistosos no deriva en la elección y la posterior consolidación de una fórmula. Entonces, en cada partido se observan desinteligencias, dudas en los relevos. Hace rato que Argentina no ofrece solidez defensiva, una base imprescindible para edificar una estructura confiable.

El mediocampo es una de las zonas donde el cuerpo técnico parece mostrar una línea que va contra la historia de Argentina. Scaloni ha elegido jugar sin volantes de marca definidos. Ese lugar lo ocupan volantes posicionales prolijos, atentos, pero con un notorio déficit de marca. Eso se traduce en una imposibilidad de conseguir la pelota para que jueguen los volantes de buen pie con la que se puebla la mitad de la cancha. Esos volantes (Paredes, Lo Celso) no pesan si no tienen la pelota.

Tampoco se les ha dado continuidad a las variantes en ataque. Para Brasil, Agüero se impuso con la fuerza de sus goles en Manchester City, Di María con su buen año en el PSG. Se sabe lo que ellos pueden dar, pero si no lo consiguen aparece un plan B que no parece reunir la plena confianza del DT.

En ese merengue aparece Messi. Como no hay funcionamiento, Lio queda expuesto a hacer de mecánico algo para que los engranajes se pongan en funcionamiento sobre la base de su voluntad o inventando una genialidad que disimules las falencias colectivas, que tarde o temprano volverán a aparecer. En la noche de Salvador de Bahía quedó claro que es imprescindible tomar las palabras del Flaco. Armar un equipo, darle rodaje, confianza, y recién después insertar en ese esquema el turbo que lo potenciará: Messi. Si se actúa así, torneos como la Copa América sí servirán como pruebas para encarar proyectos exitosos. De lo contrario, no dejarán nada, pero sí aportarán al clima de frustración que encierra a la Selección Argentina.