Hasta para quienes nos ocupábamos de ningunearla incluso en su fase imperial, esto es, la de innegables hits encadenados y enamoramiento planetario casi diez años atrás, los zarpazos que Lady Gaga repartió por el panorama de chicas pop habidas y en formación fueron y siguen siendo bien profundos. Ella, entregada hoy a su propia fantasía de lo que son la distinción y la seriedad artísticas (bostezos), ya habrá visto en la pantalla de alguno de sus dispositivos la garra de gangrena que se alza en la portada de Turn off the lights, Vol. 1, el EP reciente de la alemana Kim Petras. Esa garra protagonista, hija putrefacta del lema corporal “paws up” con que Gaga arenga(ba) en sus presentaciones, funciona en este caso como advertencia sardónica: estamos frente a un disco de horror pop. Conceptualmente, es un álbum mini que tuerce la tradición gringa de producir música asquerosa para Navidad y/o San Valentín y enfoca la atención en Halloween, con pasos que retumban en la oscuridad o chirridos que marcan el beat entre órganos de trasnoche, suspiros lejanos y zombies de Instagram. La tapa terrorífica es también división gráfica entre esta era y la anterior, cuya identidad visual se apoyaba en portadas de singles ilustradas con rostros de Petras hechos carteles de neón (en las plataformas de streaming todas las tapas quedan contiguas, un memotest irresuelto).

La Petras suena nuevísima aún sin serlo. Ocupó titulares en su tierra natal por ser una adolescente trans viviendo en público y de la mano de su familia su transición, aunque hoy prefiere dejar la identidad de género para la lucha y no para su arte (¿será posible separarlas?). Ya en Estados Unidos, insistió con la carrera de compositora pop que soñaba construir conectándose con colegas locales y ubicó un par de temas en repertorios ajenos de mediano alcance. En el último año, logró hacer trepar alto un temazo en los rankings de Spotify y Youtube (“Heart to break”), además de conseguir que Paris Hilton, la mismísima, aceptase un cameo en otro de sus clips, tarjeta de crédito en mano. Una ídola invita a otra: shopping, caprichos, rosa chicle. 

Al mando de su sonido rutilante está un personaje no menos siniestro que talentoso: el productor Lukasz Gottwald, conocido hasta hace poco como Dr. Luke y renombrado hace muy poco como Made in China (sic). Decimos “siniestro” después de que la cantante Kesha lo acusara en 2014 de abuso sexual, físico y emocional, aunque perdió la demanda hace poco. Se hicieron oír voces famosas en contra de Luke, como las de Kelly Clarkson y P!nk. Al respecto, Petras primero fue torpe y declaró algo así como que jamás trabajaría con un hombre abusador, descreyendo de Kesha por descarte; acomodó ideas con tibieza meses después explicando que su buena experiencia laboral con Gottwald no implicaba que otras personas lo hubiesen o no padecido. Sorora apenas. 

El sonido que Gottwald confeccionó para Petras es tan rutilante como aquel que le infundiera al trío francés Yelle en “Complètement fou” hace unos años. Los arreglos suenan familiares para cualquiera que conozca o disfrute del pop de los ‘80s, aunque vueltos supersónicos y digitalizados con sensibilidad k-pop. Dentro de algunas medianoches, las maldiciones expelidas en inglés y en alemán del temazo “In the next life” (otro guiño a la mejor Gaga, en este caso la de “Scheisse”), serán cantadas por lxs fans con destinatario clarísimo.