El FMI está haciendo una apuesta fuerte para sostener al Gobierno de Macri. El monto anunciado es 11 veces la cuota del país en el Organismo, al estilo del acuerdo con Hungría y dejaría al país como el principal deudor mundial del Fondo. Igualmente, habrá que ver el cronograma real de desembolsos y las condicionalidades del mismo en la letra chica del acuerdo, que hoy no se conoce, salvo algunas proyecciones generales.

 No obstante, el acuerdo busca consolidar y mantener en el tiempo reformas económicas neoliberales, ampliamente rechazadas por la población y comprometer así a un nuevo gobierno surgido de las urnas en 2019. La parte conocida del acuerdo prevé una fuerte reducción del déficit fiscal. No se conoce la forma que se lograría, salvo una proyección de reducción en los salarios, inversión pública y subsidios.

 Aun no conociendo la letra chica, si uno ve los recientes acuerdos que celebró el FMI se puede ver: reducción de subsidios a alimentos (Jordania), reforma en el sistema de pensiones, cierre de escuelas y de la mitad de las universidades y reducción en las prestaciones de salud pública (Ucrania). Esto podrá estar formalmente en el acuerdo o no, pero se entienden las declaraciones de Vidal y  de Macri coherentes con los programas de este FMI “distinto”. 

 Así, el programa será fuertemente recesivo y regresivo en lo social, sin garantías de que resuelva el agujero fiscal. Nada se ha incluido en el documento preliminar de soluciones al principal problema que es el fuerte déficit de la cuenta corriente, que ha provocado la corrida y nos ha convertido en el gran “devaluador global del año”.

 El Gobierno ha señalado que lo ocurrido es parte de eventos “sorpresivos” y globales. Esto no resiste el menor análisis, porque la suba en la tasa de interés de Estados Unidos era totalmente esperable desde el triunfo de Trump en 2016. El monto teórico de 50 mil millones de dólares busca “impresionar” pero lo cierto es que sólo en 2018 la Argentina tendrá un déficit de cuenta corriente no menor a 30 mil millones de dólares y la fuga de divisas –técnicamente, la “formación de activos externos”– se proyecta en un nivel similar. O sea que, si no se revierten las causas del déficit no financiable en los “mercados”, el FMI estaría cubriendo en tres años una cifra inferior a la salida de divisas de 2018.

 Entramos teóricamente otra vez en una flotación libre del tipo de cambio, luego de semanas de intervención con fuerte devaluación –fines de abril y primera quincena de mayo– y de tipo de cambio cuasifijo en la segunda mitad de mayo hasta el 8 de junio. La libre flotación en un clima de desconfianza y desequilibrios irresueltos genera presiones inflacionarias y recesivas. No sirve en una Argentina dolarizada. No hay ninguna medida que permita estimular exportaciones, sustituir importaciones ni desestimular las entradas y salidas especulativas de capital.

 En el “fondo”, el menú incluye ajuste, devaluación y endeudamiento. Los ingresos del FMI y el endeudamiento público servirán para rescatar a los inversores de Lebac. La deuda pública y externa en relación al PBI alcanzará niveles muy superiores a los de los años 1990-2001. Más endeudados y con menos capacidad de pago.

 Párrafo aparte es la reforma del Banco Central. Un BCRA más solvente en un país que es más insolvente porque le traspasan su deuda es puro gatopardismo. Renunciar a la posibilidad de financiar al Tesoro y hacer que éste se endeude a tasas altas implica perder flexibilidad de instrumentos y ata de manos al Estado Nacional. Hacer al BCRA “independiente” es convertirlo aun más en un autista hacia las necesidades de la economía real. Eso sí, a diferencia de lo que decía el macrismo en 2015, el Directorio del Banco Central busca seguir trabajando luego de 2019 en un nuevo Gobierno dificultando su remoción. La “flexibilidad laboral” será sólo para el resto de los mortales.

 La ingeniería financiera de la deuda no es sostenible si se hace a expensas de ajustar a la economía real. Lo central del acuerdo no es lo fiscal, sino que el mismo es un arma de dominación política para configurar una Argentina neoliberal más allá de 2019, aunque triunfe la oposición. Un acuerdo ineficiente, injusto y hasta antidemocrático. 

* Ex presidente del Banco Central.