La voracidad del mercado necesita ser alimentada y el gobierno de Javier Milei le da de comer en la boca. Empresas públicas, tierras fiscales en zonas de frontera, acuíferos, yacimientos, el sistema de jubilaciones y además, los clubes de fútbol están a la venta. Poco importa que estos últimos sean sociedades civiles sin fines de lucro que no integran el patrimonio del Estado. Ni siquiera sus dueños – los socios – fueron consultados. Al contrario, se intenta imponerles una figura jurídica que la mayoría repudia. El presidente y los funcionarios en que delegó la cruzada privatizadora son buenos discípulos de Roberto Dromi, el ex ministro de Obras y Servicios Públicos de Carlos Menem. Aquel de la frase que hizo historia en plena orgía privatizadora de los ’90: “Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado”. Un fallido de época que tiene su revival ahora, entre el humo de los encantadores de serpientes, el camino sembrado por Mauricio Macri y sus operadores, más los grupos económicos de dudosa procedencia que harían fila para comer su bocado. La palabra clave para entender lo que pasa se llama SAD. Acrónimo por Sociedades Anónimas Deportivas.

El caso de Independiente, el presunto interés en apropiárselo del City Group - que controla trece clubes en el mundo donde se destaca el Manchester de Pep Guardiola – y la mediación de Sergio el Kun Agüero estimulada por Milei, instalaron el tema con fuerza desde el verano. ¿Esto significa que existe un interés concreto del socio mayoritario del holding, Abu Dhabi United? No exactamente. Fue un globo de ensayo indiscutiblemente ligado a la filiación política de Javier Grindetti, el presidente del club, militante del PRO y ex intendente de Lanús. Agüero también simpatiza con Milei y para completar el triángulo de relaciones políticas, el técnico Carlos Tévez es amigo y fue socio de Macri en los parques eólicos.

Néstor Grindetti, primer fan de las SAD. 

La prédica al estilo menemista de “ramal que para, ramal que cierra” aplicada a los ferrocarriles, se aggiornó para utilizarse contra las sociedades civiles sin fines de lucro que componen nuestro universo futbolístico. “Club endeudado o al borde del quebranto, club que puede ser rematado”, sería en lenguaje de aquel tiempo que hoy florece de nuevo. Aunque el escenario ya no es el mismo. Clubes asfixiados por tarifazos o con pasivos hubo siempre. Pero lejos estamos de 2004, cuando 26 de los 62 que jugaban en las tres categorías profesionales de la AFA atravesaban un proceso de quiebra o concurso de acreedores.

El equipo de las SAD

En la práctica, hay un equipo que funciona por ósmosis para ejecutar la planificada entrega al mercado y sus mercaderes. Daniel Scioli, secretario de Turismo, Ambiente y Deportes, político multipartidario si los hay y ahora distraído en este asunto. La diputada nacional libertaria Juliana Santillán, trabaja en el armado de un nuevo proyecto de ley a medida para tratar en el Congreso. Guillermo Tofoni es el agente de partidos FIFA que facilita los contactos en el exterior con posibles interesados para comprar clubes argentinos. Y el ex árbitro y diputado nacional macrista Héctor Baldassi presentó otro proyecto sobre SAD que ingresó a la Cámara Baja a fines de diciembre de 2023. Tiene 15 carillas y 32 artículos. Los cuatro se reunieron en las oficinas de Scioli, se sacaron una foto para que trascienda el encuentro y quedaron a la espera de los inversores interesados en el banquete del fútbol argentino. Aunque ya hubo uno que se adelantó a todos y no se trata del City Group.

Nicolás Maya es un economista colombiano que vive en Miami y el 7 de febrero último se reunió con Scioli y Santillán en el hotel Alvear. Representa al grupo 777 Partners de Estados Unidos que es propietario de clubes en tres continentes. Dijo que dispone de unos 400 millones de dólares para invertir, de los que ya puso un porcentaje importante en la compra del 70 % del Vasco da Gama brasileño, el equipo que conduce el ex técnico de River, Ramón Díaz.

Daniel Scioli y la diputada Juliana Santillán, junto a los empresarios Guillermo Tofoni y Nicolás Maya.

Además del club de Río de Janeiro, el fondo adquirió al Everton de la Premier League en 2023, se quedó con el 94,1 % de sus acciones. Su cartera se completa con instituciones europeas de cierto relieve en Europa como el Sevilla de España, el Genoa de Italia y el Standard Lieja de Bélgica, en distintos porcentajes. Pero también incursionó en la tercera división francesa, para quedarse con el Red Star París, insertado en una comunidad obrera, con una hinchada rebelde y que al desembarco del 777 en 2022 respondió con protestas. Su inversión más exótica es el Melbourne Victory de Australia, donde el grupo además tiene una compañía aérea. No en vano, Maya le preguntó a Tofoni cuando estuvo en Buenos Aires por el mercado aeronáutico local.

Todos los clubes del holding perdieron varios millones de euros y dólares en la temporada 2021-2022. A Vasco lo compró cuando estaba en la B. Pero a mediados del año pasado ya había recibido denuncias ante la FIFA por no saldar los pases de dos futbolistas: el uruguayo José Luis Rodríguez y el argentino Manuel Capasso, de Atlético Tucumán. Tofoni se pregunta sobre quién se hará cargo de los pasivos de los clubes si vienen capitales foráneos. Pero nada se habla de los pasivos que podrían generar los nuevos dueños.

Además le dice a Página/12 que “la inversión inicial se verá de inmediato” y que “hasta la FIFA está a favor de las SAD”. Comenta que la sustentabilidad del proyecto será dada por “la protección a los capitales de los inversionistas” y por el respeto a “la historia de los clubes representada en la camiseta, el escudo y el nombre de los estadios que no podrán ser cambiados”. También explica que los grupos interesados, que no son muchos, “esperan a que la opción de las SAD salga por ley y no por DNU”.

El proyecto incluido en el decreto ómnibus de Milei para que los clubes elijan transformarse o no en sociedades anónimas fue suspendido por un fallo de la Justicia Federal de Mercedes, que aceptó un amparo de la AFA y de una liga del interior. Ese retroceso momentáneo no impidió que la ingeniería del negocio continuara y que se intente aprobarla en el Congreso. La diputada Santillán, durante una entrevista junto a Tofoni que le realizó Infobae, comentó: “Manejamos pasiones, pero no las sabemos administrar. No administramos la pasión que mueven los argentinos, la hacemos deficitaria, la hacemos ineficiente. La palabra que atraviesa toda la reglamentación, como la visión del presidente cuando toma cartas en el asunto, es la eficiencia”. Eficiencia que no garantiza una SA solo por su régimen jurídico. Está probado.

Malos negocios

Ejemplos negativos en la Argentina sobran: Mandiyú de Corrientes, que jugó ocho años en Primera y fue dirigido por Diego Maradona, desapareció en 1995. De los torneos de la AFA pasó a jugar en la Liga Correntina y hoy tiene otro nombre aunque parecido: Club Social y Deportivo Textil Mandiyú. El paso del Excel Group por Quilmes a partir de la temporada 2000-2001 bajo la modalidad del gerenciamiento, terminó en un rotundo fracaso. Abandonó el club cuando percibió que iba a pérdida.

Pero el caso más recordado es el de Blanquiceleste SA, que se hizo cargo de Racing después de la quiebra. Lo sacó campeón en 2001 después de 35 años de sequía en títulos nacionales. Aunque la sociedad que lideraba el empresario Fernando Marín quebró en 2008, después de siete años y medio de continuidad.

La gerenciadora Blanquiceleste SA dejó malos recuerdos en Racing.

El aspecto menos evocado de aquella experiencia fue la sociedad en las sombras con Mohammed Hussein al Amoudi. Un multimillonario jeque etíope que, desde Elmtree Investment Company Limited, registrada en las islas Vírgenes británicas, tenía la mayoría de las acciones de Blanquiceleste SA, junto a otra sociedad anónima radicada en Europa: Bergo Anstalt, inscripta en Liechtenstein. El club de Avellaneda había sido controlado desde esos dos paraísos fiscales. Los socios lo recuperaron años después.

La quiebra de Blanquiceleste en la persona del empresario Fernando de Tomaso, su último dueño, se la habían pedido dos abogados por honorarios impagos. Uno de ellos era el actual ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, en aquel momento apoderado de Racing como sociedad civil.

En la actualidad, cuenta Tofoni, no hay inversionistas argentinos interesados en comprar clubes. Sí hay gerenciamientos más o menos encubiertos en Defensa y Justicia, Riestra y San Miguel, entre otros. Pero si 777 Partners juzgara atractivo invertir en el fútbol argentino, el club que resultara elegido – siempre que los socios votaran a favor de un cambio de estatutos –, debería interiorizarse de la historia de este grupo en un artículo del Washington Post titulado “Cómo construyó su negocio la firma de capital privado que compró el Everton”. En la bajada del título del extenso escrito del periodista Albert Samaha publicado el 29 de septiembre de 2023, dice: “Antes de que 777 Partners comprara clubes de fútbol en todo el mundo, enfrentó acusaciones de que utilizaba prácticas financieras predatorias”. 

La multipropiedad de varios clubes en pocas manos, por caso los dos socios fundadores de este grupo, los estadounidenses Joshua C. Wander y Steven W. Pasko, es un punto del conflicto a resolver. ¿Cómo se sentirían los hinchas de Independiente –o de cualquier otro club argentino- , si pasaran a formar parte de una escudería que es conducida desde Miami o un paraíso fiscal cualquiera? Seguramente como los seguidores del Red Star francés que se rebelaron contra la venta del histórico club –el cuarto más antiguo de Francia- que fundó Jules Rimet, el promotor de las copas mundiales de la FIFA, en 1897.

Los socios de otro club francés, el Troyes, piensan más o menos parecido desde que el club se estancó en la segunda división y podría caer a tercera. Lo adquirió el City Group y lo sumó a su cartera de inversiones: Manchester City, New York City, Melbourne City, Yokohama F. Marinos, Montevideo City Torque, el Girona español y Sichuan Jiuniu de China.

Disputa futbolera 

En la Argentina el lobby por las SAD avanza y sus pregoneros les ponen alguna fichita a ciertos dirigentes como Andrés Fassi, el presidente de Talleres de Córdoba y a Juan Sebastián Verón, reelegido por tercera vez en Estudiantes. El primero decía el año pasado: “hoy los que empiezan a mover el mercado ya no son las instituciones, son los grupos”. Al presidente del club platense le dedicó un posteo la diputada Santillán: “Vamos ¡Brujita!, otro que la ve. Juan Sebastián Verón asumió en Estudiantes y habló de las Sociedades Anónimas Deportivas”. En realidad habló de un sistema mixto, al estilo de la Bundesliga alemana. “Creo que nuestra casa nos quedó chica. Está de moda el tema SAD, yo hablé de algo mixto. No nos pongamos límites. Sin preconceptos”, explicó.

La disputa entre el sentido de pertenencia y el temor al desarraigo, entre nuestra idiosincrasia futbolera y el cotillón de las SAD, entre la historia más que centenaria de los clubes y sus potenciales nuevos dueños, va más allá de la expectativa latente por un negocio rentable que alimentó un gobierno libertario.

Se trata de una pelea por la subjetividad del socio o hincha de a pie, de una guerra declarada contra la esencia de nuestra cultura deportiva y contra instituciones que los argentinos sienten como su propia casa.

Pero hay un atractivo más para los inversores foráneos. “Si van a comprar tierras para sembrar soja que cuenten con mis servicios”, dice el empresario Tofoni, quien tiene previsto armar un foro en Buenos Aires para atraer capitales si la ley sale del Congreso. A eso aspiran Macri, Scioli, Santillán, Baldassi y el ex arquero de las inferiores de Chacarita devenido en presidente de los argentinos. La voracidad de la ultraderecha avanza solo interesada en promover negocios mientras el pueblo no puede ni pagar el colectivo.

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