La inflación de febrero se ubicó en el 13,2 por ciento, informó el Indec, con lo cual acumula en dos meses un 36,6 por ciento, al tiempo que la comparación interanual arroja un alza nominal del 276,2 por ciento. Los rubros que más subieron fueron las tarifas de servicios de telefonía e internet, transporte y electricidad. También se dieron a conocer las canastas de pobreza e indigencia, las cuales registraron subas del 15,8 y del 13,1 por ciento, respectivamente, en relación al mes anterior.

El Gobierno se apuró en presentarlo como un gran logro de desinflación, lo cual es cierto si se tienen en cuenta solamente los escandalosos números de diciembre y enero, motivados por el combo de megadevaluación y desregulación a mansalva. Sin embargo, si se tiene en cuenta una mirada apenas más larga, se observa que el 13,2 por ciento del mes pasado es el tercer valor más alto de toda la serie desde la salida de la convertibilidad, sólo superado por los dos meses previos, bajo la propia gestión libertaria.

Por ejemplo, en toda la gestión de Alberto Fernández no se llegó a un número de inflación como el de febrero. De modo que el IPC del mes pasado no es "un numerazo", como dijo el presidente Javier Milei, sino un número horripilante que representó otro gran escollo para el presupuesto de los hogares. "Se evitó una hiperinflación y una crisis terminal", es el giro retórico del ministro de Economía, Luis Caputo.

Aun así, el número de febrero resultó inferior a lo pronosticado por las consultoras privadas. El último boletín del REM del Banco Central, que reúne a las mediciones privadas, apuntaba a un 15,8 por ciento, mientras que la inflación medida por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se ubicó en el 14,1 por ciento.

Para marzo, los datos vienen incluso peores que en febrero, de acuerdo a lo que anticipó el propio presidente Milei acerca de que "va a ser muy complicado". Ante ello, el Gobierno se reunió con empresas proveedoras de bienes de consumo y supermercados para pedirles que acomoden las listas de precios a la baja, ya que, según la lectura oficial, se les fue la mano con las remarcaciones, reflexión curiosa para fanáticos del libre mercado. Sin elementos regulatorios a los que apelar, este martes se conoció la iniciativa de agilizar importaciones en bienes masivos para reprimir precios.

Los datos

Uno de los rubros que empujó el índice fue transporte, que avanzó un 32,8 por ciento mensual a partir de la suba del transporte público y del precio de los autos. En el caso de los servicios de la vivienda, el incremento del 22,9 por ciento se explica por el aumento del servicio de electricidad, que todavía no se plasmó completamente en las boletas. En tanto, el servicio de comunicación subió un 25 por ciento, a raíz del incremento de telefonía e internet.

El capítulo de alimentos y bebidas no alcohólicas subió 13,4 por ciento, con avances por arriba de la media en leche y lácteos (16,3 por ciento), frutas (21,0) y verduras, tubérculos y legumbres (17,9). Entre los productos puntuales, se destaca el alza del 27 por ciento en el pan de mesa; 18,4 por ciento en el filet de merluza fresco; 21 por ciento en la leche entera en sachet y 23,7 por ciento en la leche en polvo. El queso cremoso subió 23,1 por ciento, al igual que la manteca, mientras que el dulce de leche lo hizo en un 24,6 por ciento y la sal fina, en un 24,8 por ciento.

La fuerte inflación en alimentos y en los servicios básicos explica por qué la canasta que determina la línea de pobreza subió un 15,8 por ciento mensual en febrero, con lo cual acumula en apenas dos meses un alza del 39,4 por ciento y en el interanual, del 290,2 por ciento. En el caso de la canasta de indigencia, la suba el mes pasado fue del 13,1 por ciento, en el bimestre muestra un avance del 34,1 y en doce meses, del 301 por ciento. De modo que un hogar conformado por por dos adultos y dos menores necesitó en febrero 690.901 pesos para no ser considerado pobre, y 322.851 pesos para no caer en la indigencia.


Deterioro

La disparada inflacionaria en este comienzo de la administración Milei es brutal y, a contramano de lo que plantean los libertarios, se trata de un efecto buscado por parte del equipo económico, como forma de generar una fenomenal licuación de "pesos", que es una forma elegante de nombrar a los ingresos de los argentinos. De paso, el Gobierno modela una distribución del ingreso fuertemente regresiva.

Así, se calcula que entre diciembre y enero, cuando la inflación tocó el 25,5 por ciento y el 20,6 por ciento, respectivamente, el deterioro del poder de compra de los salarios fue del 20 por ciento. Para tener una dimensión de semejante caída, el derrape a lo largo del 2002, luego del estallido de la convertibilidad, fue algo superior al 26 por ciento.

En febrero, la disputa precios-salarios habría sido más pareja, aunque la nueva aceleración inflacionaria de marzo permite anticipar un nuevo retroceso para los ingresos. Hacia adelante, ya no solamente juega la capacidad de las negociaciones paritarias para acercarse al ritmo de la inflación: el problema de desempleo que se está gestando será un pie de plomo para los salarios.