Es fama. Uruguay es tierra pródiga en músicos y músicas, en cantores y cantoras. Cada novedad que asoma parece haber estado allí desde casi siempre, esperando nomás. Así las cosas, el año pasado hubo un run run, un viento suave que sobrevoló el ancho río y trajo un nuevo nombre con un montón de música encima: Sofía Alvez.

Ella nació en Montevideo hace casi treinta años –los cumple en unos días– y hoy vive en el barrio de Capurro. Luego de algunas bandas postadolescentes todo mutó a plan solista. Una cantinela que forjó a pura guitarra y voz y tal como mandan los manuales: mucho toque y composición, aquí y allá. Al día de hoy lleva editados más de una decena de trabajos entre EPs, discos (Ardor auricular, Piel es, Ventilar, Danza, entre otros) y canciones sueltas. Entre estas últimas, hay algunas gemas más o menos piratas que no tienen registro más allá de algún video. Por ejemplo, la preciosa “Ángel azul”. Para poner en loop. Por caso, el año pasado fue bien prolífico: editó Otoño denso y Febrero. Hay que decirlo bien y pronto, antes de que sea demasiado tarde: Sofía tiene una pila de canciones. Quichicientas. Y muchas de esas, muy buenas. Ella cuenta sobre esa lujuria compositiva: “Antes respondía que era el amor lo que me generaba el deseo de hacer canciones, pero lo cierto es que me gusta hacerlas. Y ya. Hace poco la escuché a Lucrecia Martel en una entrevista donde dice ‘todo lo que hacemos es nada’. Hay que aprender a que lo que hacemos es nada. De eso rescato que mi nada tiene que ser buena. Para mí. No sé qué me lleva a hacer canciones, sólo trato de hacerlo bien. Porque me gusta mucho“. Y agrega: “Descubrí en la canción un lugar de comodidad y de seguridad. Creo que por eso las hago”. Durante su adolescencia hubo una guitarra regalada por su padre y una larga temporada religiosa. En algún momento el camino se bifurcó y la canción sacro fue quedando atrás. Y con ello, la iglesia. Si bien añora algo de aquello (“la música en la iglesia tiene una disciplina re zarpada que yo perdí. Se te instala un entrenamiento y cuando salís de ahí te encontrás con que los músicos llegan tarde, suspenden un ensayo. Me costó adaptarme a todo eso. ¡Ya no me tomo tantos taxis como una loca para llegar a horario!”) la cuestión es clara: “Me fui de la iglesia porque soy lesbiana y no puedo militar en contra mí misma”.

“Un día pediste a la luna que cuide en tu alma y otras cosas más, ya sé que vos pedís que el dolor de tu pecho sane pronto para despedirte de mí/ Y está bien, mi amor, vos siempre fuiste el sol, y fui yo quien falló/ Espero que algún día encuentres ese amor que cuide todo lo que yo rompí”. Esas líneas pertenecen a “Rompí”, del disco Ventilar (2018). Una suerte de hit en su foja de servicios. Una muestra cabal de su cancionística. Una voz cristalina y mansa, un tango medio milongueado que por momentos suena más afro que porteño, su guitarra y la historia de un amor roto. Una redención, casi. “Ese tanguito le gustó a mucha gente”, cuenta. Y agrega: “Yo sigo escuchando música uruguaya. Es muy salado, me nutre. La primera vez que fui a Buenos Aires, bajé del subte y dije: ‘¡Pá, soy re uruguaya!’. Lo soy. Llegué y sentí en mi cabeza otra música que no era la mía. De verdad sentí la intensidad del tango. Me gusta mucho Piazzolla y entendí algo de su música. Literalmente la entendí. Yo soy uruguaya a morir. La música uruguaya me genera una sensación de mucha calma, que en algún punto es agotadora pero es tan placentera para mí. Dulzura, ternura y un algo que es tan propio”.

Hay puntos cardinales del triángulo que define su música: canción, tonada rioplatense y música brasilera. “La música brasilera es algo muy dulce. Además de guerrera. Tiene dulzura y cierta sencillez. Eso me atraviesa. La conocí a los catorce y pensé que mi alma se traducía en esa música. Brasil se me va a colar siempre, porque me atraviesa el espíritu de su música. Y a la vez siento como se siente la música de Drexler: full rioplatense. El loco puede estar en España, hacer feats con quien quiera pero al final del día es uruguayo. Y te das cuenta” agrega. Lo dicho. Editados en algún punto de 2023, Otoño denso y Febrero son sus trabajos más recientes. El primero, casi un experimento donde se manda por otros vericuetos: soul, electrónica, hasta rap y trip hop. Febrero tiene su pura impronta y le sienta tanto mejor. Gran parte de su lírica, de toda su lírica, tiene al amor y lo vincular como leimotiv. Cuenta: “Ahora quiero encontrar otra forma que no sea sólo de la cuestión vincular o relacional, de amor y desamor. Entendí que el amor no está solamente en los vínculos. Tengo traumas con eso, con el apego y con la necesidad de afecto. Perdón si me voy de la charla pero sino digo esto, siento que perdemos el tiempo. Necesito hacerlo desde otras formas. Incluso en el enojo, en la no comprensión. Cuando no comprendés algo, de alguna forma hay un amor truncado”. Y agrega: “Un ejemplo y un paréntesis, hoy en Argentina la están pasando para la mierda; tienen un presidente que siento, honestamente, es un pibe herido. Hay algo hecho bosta en ese tipo. Y por más que consiga lo que consiga, es una lacra. Pero a veces es necesario empatizar con el enemigo y preguntarse: '¿Bó, porque el enemigo hace esto?' Es un pobre tipo. Yo quiero hablar de esa gente, que está en esa también. Poder abarcar los lugares por donde pasa y por donde a veces no se queda y la gente es como es. Ser música es una responsabilidad. No puedo hablar solamente de que un día me separé y que luego me enamoré. La verdad es que pasan otras cosas. La salud mental, por ejemplo. Se puede hablar y cantar sobre eso y hacerlo con amor. No soy una heroína musical, no vine a salvar a nadie. Vine a cantar mi canción”.

Foto: sitio confuso

Hay toda una tradición, un linaje tope de gama donde se amontonan no sólo los nombres clásicos de la música de su país sino también los actuales. Ella, a su modo, es continuadora. La cancionística uruguaya de hoy es honda, rica, profusa. Flor Núñez, Camila Ferrari, Papina de Palma, Mocchi, Gonzalo Deniz. Dice: “Hay una escena, pero de todos ellos me considero una aprendiz. Incluso de las nuevas generaciones de pibitos y gurises que componen re salado. Isaballe Lenoir, Seba Ulivi, Rodra, Pilar Fogwill, una chiquilina que hace unas canciones abusivas. La escuchás y se va, se va. Tiene una dulzura, un corazón dócil, una mente abierta”. Por último, agrega: “Yo soy de la guitarra y de las canciones. Ahora quiero música confusa. Letras claras y sencillas, música confusa que haga pensar”. Así las cosas, ahí está ella y su guitarra siempre a mano. Es claro: solas bien se lamen.


Sofía Alvez toca el viernes 23, con Camila Ferrari como apertura. En JJ Circuito Cultural, Jean Jaures 347. A las 21. Su gira continua el sábado 24 en Guajira (La Plata), viernes 1 de marzo en La Usina Social (Rosario) y sábado 2 en Puerta 276 (Córdoba).