Merken, hongos, harinas y más

Montañas y lagos, el bosque, la estepa y la selva: todo confluye en esa Patagonia chubutense que tiene en Esquel y Trevelin su paraíso. Ahí, en medio de paisajes que sacan el aliento, hay un mapa gastronómico de productos que vale la pena conocer. Arrancar por ejemplo en la comunidad mapuche Nahuel Pan, a la que se llega mediante el tren La Trochita, partiendo desde Esquel: en medio de una feria con tortas fritas crujientes y choripanes a la parrilla está el puesto comunitario Tokom Topayiñ, compartido por familias de la comunidad. Patricia ofrece guindas y frambuesas que saca de sus propios árboles, también dulces caseros, licores, tejidos de lana merino y, su especialidad, hierbas secas para infusiones curativas: pañil para úlceras digestivas, toronjil para la debilidad del corazón, yerbabuena para el estómago. A su lado su compañera Yanet vende merken ahumado (mezcla de ají picante y coriandro) y sales especiadas. Ya de vuelta en Esquel hay que pasar por la destilería Elder, para probar su London Dry Gin de enebro patagónico, también su ron de melaza y como estrella de la casa un whisky añejado en barricas tostadas que suman un perfil dulce.

En Trevelin, pequeño pueblo galés que hoy está en boca de todos, es necesario visitar el molino museo Nant Fachs, donde reproducen aquellos molinos que dieron nombre al pueblo (Trevelin: “pueblo del molino”), y donde además siguen moliendo a piedra trigo de la zona que venden a pastelerías cercanas. Ahí nomás está Pueblo Andino, donde la pareja de Carlos y Huenú tienen un emprendimiento apícola con huerta, visita guiada y venta de mieles como la de flores de vicia (bien suave) o la manca caballo (más salvaje). Casi en la frontera con Chile está la chacra agroturística Caricias del Bosque, con hermosas frambuesas, frutillas, cerezas, grosellas y arándanos: con ellos elaboran dulces inmejorables.

Esto recién empieza: hay hongos de pino cosechados en otoño, truchas ahumadas, quesos criollos, escabeches y chocolates al por mayor. Quien vaya a esta zona, que lleve una valija con espacio extra para la vuelta.

Contactos en Instagram: @museo_molino_nant_fach, @latrochitachubut,  @valleandinoestablecimiento, @destileria.elder y @cariciasdelbosque.

De la trucha al cordero

Entre cipreses, arrayanes y el alerce abuelo de 2600 años de vida, la gastronomía de Esquel y Trevelin abreva en arquetipos patagónicos: cordero, trucha, té galés, risotto de hongos, entre otros.

Don Chiquino es el lugar más famoso de Esquel, con pastas como los ravioles de mar y río, de masa de Malbec con relleno de merluza y trucha ahumada ($10900); los mismos propietarios abrieron ahora La Pulpería, parrilla con carnes como protagonistas. A pocas cuadras está Pil Pil, restaurante familiar de carta amplia y precios razonables: riñones al ajillo con papas ($3900) y la provoleta ($4400) conviven con el risotto de hongos ($9100), los sorrentinos de cordero ($8000) y la trucha al papillote ($16500), entre otros. Un gran lugar es Gene, de una mexicana radicada en el sur del mundo: en una edificación de 1906, suma cafetería y repostería, con brunch (con platos como Está cara la palta, que incluye dos tostadas, guacamole, hongo de pino, huevo poché y panceta, $7500) y meriendas con roll de canela con frutos rojos, entre otros.

Rincón del Molino es sinónimo de cocina casera en Trevelin: ubicado frente a la plaza principal, a las 20 y 22 horas se ve desde allí al dragón de la Secretaría de Turismo lanzando fuego por la boca, mientras se disfruta una milanesa napolitana con guarnición ($8000). Muchos jóvenes eligen Alma de Cebada, bar armado por cuatro productores de cerveza artesanal del pueblo, con pizzas, sándwiches, papas fritas y birras como la APA El Salmón. Ahí nomás está Fonda Sur, donde Paula Chiarada (finalista del prestigioso Prix Baron B 2021) suma mirada contemporánea con platitos como la trucha curada, con corintos, tomate, rabanitos, pickles, menta. Y otra bienvenida muestra de juventud es la de Ozut, panadería y pastelería de Julieta Suárez, que trabaja con harinas locales y masamadre para dar vida a focaccias, medialunas ($800) y tostados.

Como última recomendación, el clásico trevelinense, la casa de té galés Nain Maggie: 49 años ofreciendo golosas tortas y tartas, pan con manteca y té en hebras en un menú all inclusive a $12.000 por persona.

Contactos en Instagram: @genereposteria, @pilpilesquel, @donchiquino,  @rincondelmolino.trevelin, @fonda.sur, @nainmaggieok y @ozutpanaderia.

Vinos al fin del mundo

Hasta hace no tanto, los límites geográficos del vino en Argentina estaban claros: las heladas de primavera y otoño evitaban el cultivo de uvas más allá de Río Negro. Pero el cambio climático, la tecnología y el sueño enloquecido de algunos productores corrió esta frontera, con Trevelin como gran ejemplo. En 2010 el marplatense Sergio Rodríguez y su familia armaron Viñas de Nant y Fall, en honor al arroyo que cruza la propiedad. Pioneros en la zona, en 2016 presentaron sus primeros vinos y comenzaron a recibir medallas de oro y reconocimientos de críticos del mundo. 

El lugar es de ensueño: junto a las vides de Pinot Noir, Riesling, Gewürztraminer y otras, hay laguna artificial con patos, camping para motorhome (con acampantes nómades que cruzan el continente americano), una despensa de productos regionales y, también, uno de los más lindos restaurantes de este sur andino, con precios que sorprenden por lo amigable. Ubicado en el primer piso de la bodega, es posible pedir empanadas de carne, de pejerrey, de humita ($1200 cada una), raviolones de trucha con oliva y parmesano ($5800, también hay de ciervo, de cordero, de verdura, de osobuco al pinot noir), además de un matambre a la pizza con guarnición a $10500, entre más platos. Atienden y cocinan jóvenes de la zona, con sonrisa y dedicación.

Viñas de Nant y Fall marcó un ejemplo a seguir y hoy Trevelin cuenta con 15 viñedos, tres bodegas ya funcionando, y una cuarta en construcción. La ruta actual incluye la preciosa Casa Yagüe (visitas, degustaciones y almuerzos solo con reserva previa) y Contra Corriente, con cuatro hectáreas de viñedo y, también, el ineludible paisaje de las montañas y bosques al alcance de los ojos.

Lo mejor es que los vinos de Trevelin no sólo son extremos y personales, sino además de muy alta calidad. Son uvas mimadas, cuidadas para que resistan las continuas heladas, que dan vida a vinos refrescantes, de alta acidez y alcoholes bajos, lo mismo que exigen las tendencias globales. Vinos para disfrutar; más aún si se tiene la suerte de estar en el paraíso patagónico.

Contactos en Instagram: @contracorrientebodega, @casayague y @vinasdelnantyfall.