El gobierno de Javier Milei sumó ayer otra expresión popular de repudio a sus medidas, y esta vez ganó en masividad, y en multiplicidad de escenarios: Rosario fue una de las ciudades del país donde tronó el rechazo al DNU 70/2023 y al proyecto de ley ómnibus, en abierto desafío al protocolo anti protesta de Patricia Bullrich. Fue lo que se dio en llamar "el cacerolazo cultural", y aquí la convocatoria partió de un colectivo de "artistas y trabajadores de la cultura autoconvocados, y sumó una multitud de entre 7 mil y 10 mil personas, según distintas estimaciones. La calle, otra vez, expresó con ardor pero en paz la antesala de lo que será el paro nacional del miércoles 24. Para hoy, una delegación de referentes de la cultura de Rosario y Santa Fe será recibida en el Congreso de la Nación por legisladores que ya anticipan el apoyo a esta resistencia. Lo confirmó el diputado nacional Mario Barletta, quien en radio Sí 98.9 anticipó que la UCR "rechazará cualquier recorte presupuestario a la cultura".

Bajo una llovizna rala en el centro, se juntó ayer a la tarde un significativo número de personas en la plaza Montenegro. Si bien había pancartas que identificaban a determinados espacios políticos (Movimiento Evita, Polo Obrero, Patria Grande, Ciudad Futura, Frente de Izquierda, etc), predominaban las banderas argentinas, y carteles. Muchos carteles, que exhibieron literales el malestar social que este gobierno supo construir en apenas un mes. También volvieron las cacerolas batientes, pero no tantas como en las vísperas del negro diciembre de 2001.

La columna, con una gran pancarta que proponía "encender la lucha contra el apagón cultural", marchó por el centro de calle San Luis, de vereda a vereda y con una extensión de unas 5 cuadras. 

"La lucha popular transformó el protocolo represivo de Bullrich en papel higiénico", celebró Eduardo Delmonte, de la Corriente Clasista y Combativa. A la cabeza del mitín se mostraron numerosos trabajadores del arte y la cultura local, también de la política.

Distintas agrupaciones artísticas desplegaban performances en las esquinas para frenar el tránsito y dar paso a la marcha. Malabaristas, clowns, actores. Como esos que portaban almohadones y en cada esquina clamaban: "No se duerman. No se duerman". "Quieren apagar la cultura. Encendamos la lucha", rezaba una consigna.

La cultura ya venía organizandose con sambleas

Enfrente, conductores malhumorados, a todo bocinazo y sin ninguna empatía por el mensaje que desfilaba ante sus parabrisas. "Tienen que marchar por la vereda", intentó uno acerca del protocolo de Bullrich. Otro exigía que los manifestantes fueran reprimidos. Y otro, de a pie, se acercó furioso a increparlos mientras bramaba desaforado: "¡Pobres! ¡Son pobres!".

La policía, sin embargo, se mantuvo a distancia, en discreto segundo plano. Resultó notorio que el operativo municipal de tránsito fue light y permitió esos cruces entre manifestantes y automovilistas que, por fortuna, ninguno pasó a mayores.

La marcha arribó a la plaza 25 de Mayo bajo la garúa y la colmó. Algunas estimaciones coincidieron en que participaron alrededor de 7 mil personas, otras, más entusiastas, acrecentaron esa cifra y alguno llegó a calcular que la concurrencia fue de 10 mil manifestantes.

Entonces se hizo público el documento. "La historia nos recuerda que las leyes inconstitucionales representan grandes retrocesos porque quitan derechos que fueron logrados mediante las luchas generacionales del pueblo realizadas en las calles y en las instituciones que nos representan. El proyecto de Ley Ómnibus y el DNU constituyen un atropello a la sociedad general y a la soberanía nacional, en todos los planos", marcaron.

La protesta repasó cada aspecto, como la desregulación de economías extractivistas (litio, gas, petróleo), los cambios a la ley de bosques y de glaciares, la derogación de la ley de tierras, la puesta en riesgo de comunidades originarias, y la caída de la Ley 26815, de manejo del fuego. "¡Rosarinos! -alerta el documento- Recordemos la monstruosidad que nos hicieron pasar en 2020 el poder económico inmobiliario y agro-ganadero al quemar cientos de miles de hectáreas de biodiversidad de nuestros humedales!"

El extenso escrito siguió enumerando: privatizaciones, liquidación del fondo de garantía de Anses, derogación de ley de alquileres, flexibilización laboral, luz verde a las prepagas y los laboratorios en cuanto a precios de medicamentos y prestaciones, eliminación de subsidios al transporte y la energía. 

En lo puntual sobre la cultura, el colectivo denunció la desfinanciación del Instituto Nacional de la Música, donde solo de Rosario se cuentan 3092 músicos registrados. Lo mismo en cuanto al cine, y el descalce del INCAA. También, la destrucción del Fondo Nacional de las Artes.

Otra resistencia popular es la derogación de la ley que sustenta la Conabip, órgano que promueve y sostiene las bibliotecas populares. Solo en Rosario esto fomentó el funcionamiento de 25 espacios, con 12.500 socios. Y también la liberación de precios en la industria editorial, en perjuicio de las pequeñas librerías, que en esta ciudad son unas 45.

El documento es tan vasto como las propias normas que denuncia. Así también repasa la destrucción de la ley de Medios, del Instituto Nacional de Teatro, y tanto más. Y lo firma un centenar de agrupaciones del arte, trabajadores de la cultura, cooperativas, bibliotecas, centros estudiantiles, gremios y fuerzas políticas.