Los veinte días de gestión de Javier Milei son la punta del iceberg de lo que le espera a la sociedad argentina si el presidente libertario logra imponer sus proyectos. El hecho de que sea jefe de Estado ya es demasiado triunfo en la batalla cultural que comanda para llevar al país hacia la consagración del individualismo extremo, la meritocracia y la muerte de lo colectivo. Milei odia lo colectivo y odia lo público. "El colectivismo diluye al individuo en favor del Estado", dijo cuando presentó el DNU. Sus políticas están en consonancia con esa ideología. No quiere nada colectivo, todo individual, privado. Y que gane el más fuerte, sea millonario o indigente. Ese es el modelo en marcha, por ahora con apoyo popular.

En la instalación de ese proyecto, su estrategia de echarle la culpa a cien años de herencia, al gobierno anterior, al comunismo y a la casta ha sido efectiva. Milei no tiene la culpa de nada. Solo está arreglando de raíz lo que se hizo mal toda la vida y no es fácil. Por eso necesita la suma del poder público. Hay que sufrir, aguantar y esperar. Las corporaciones económicas lo sostienen y los medios de comunicación dominantes le festejan ese relato.

En el tramo final de la campaña electoral, la entonces candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel señaló que el nuevo gobierno estaría casi forzado a ser una "tiranía" para ordenar al país. Mientras la mayoría circunstancial que eligió a Milei como presidente mantenga su apoyo, el daño para las mayorías populares será cada vez más profundo.

El peor año desde 2001

En lo concreto, las soluciones que trae Milei llevarán al país a sufrir en 2024 su peor año desde el estallido de 2001. Aumentarán la inflación, la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la destrucción de empresas. La consultora de consumo masivo Scentia, por ejemplo, advirtió en un informe reservado para supermercados y grandes industrias que el próximo año será el peor en esa materia desde que se fue Fernando De la Rúa, como informó en este diario Leandro Renou.

Y qué hará el Gobierno frente a tantas calamidades que producirán sus políticas, nada. Le echará la culpa a otros y pedirá paciencia y esfuerzo. No se sabe hasta cuándo, porque el plan económico posterga la promesa de la recuperación a un punto indefinido más allá del próximo año.

"La gran apuesta del gobierno de Milei es naturalizar la miseria, imponiendo el concepto de la meritocracia. En este esquema llegan muy pocos, uno entre muchos, pero te convencen de que si no llegás es porque te faltó mérito, no porque el modelo te excluye", analiza un dirigente pyme de la provincia de Buenos Aires, que describe horrorizado lo que está sucediendo y lo que ve venir para su sector.

"Milei nos dijo en campaña que las pymes que no se adapten tendrán que desaparecer", recuerda. "¿Y quién gana con tanta destrucción? Las empresas más grandes, que toman las porciones de mercado que abandonan las que se funden. Ese es el plan, concentrar la riqueza, como pasó con Menem y con Macri", interpreta.

Caputo recargado

El ministro de Economía, Luis Caputo, fue de hecho ministro de Finanzas y presidente del Banco Central en el gobierno de Juntos por el Cambio. Solo con ello se desmorona el argumento de que Milei viene a ofrecer algo nuevo. Su proyecto es la ortodoxia neoliberal pura y dura, con todo el arsenal de medidas de liberalización de precios, desregulación económica, apertura importadora y financiera, aumentos de tarifas, ajuste fiscal, privatizaciones, endeudamiento, destrucción del aparato productivo y descomposición del tejido social.

La novedad no está en las políticas, que desde hace más de sesenta años vuelven a escena de la mano de los Alsogaray, Martínez de Hoz, Alemann, Cavallo, Sturzenegger y Caputo. Lo que trae Milei que lo distingue de esos procesos es la voluntad política de convencer a la ciudadanía de que está bien que haya una cúpula enriquecida mientras el resto del país queda retrasado y empobrecido.

Milei viene a militar el proyecto de la colonia, en este caso para usufructo de las grandes empresas que concentran la producción y de las corporaciones empresarias que se quedarán con las joyas de la abuela y los mercados que resignen los más débiles. Y nada de Brics, solo Estados Unidos, el capital financiero y el FMI.

Despidos y recesión

En pocas semanas desde que Milei se impuso en el balotaje empezaron a sucederse despidos, suspensiones y la no renovación de contratos en distintas actividades. En particular, en ramas industriales como textiles y calzados, en constructoras dedicadas a la obra pública y en el rubro comercial. Es un proceso que está arrancando y tomará velocidad con el paso de los meses y la profundización del programa económico.

La crisis que desató el Gobierno con la megadevaluación y el ajuste será más grave con los tarifazos, el desplome del mercado interno, el fin de la obra pública y la multiplicación de los despidos. Para el presidente, sin embargo, la culpa será de "los que no se esfuerzan lo suficiente", no de sus políticas. Del éxito que tenga en imponer esa idea, como lo ha hecho hasta ahora, dependerá de hasta qué punto logrará hacer cirugía mayor sin anestesia, como decía su referente Carlos Menem.

En el gobierno de Macri, aliado del presidente, esas políticas provocaron el cierre de 25 mil pymes. La miseria planificada ya castiga a los más humildes. Barrios de Pie denunció este viernes que se duplicó la cantidad de personas que asisten a sus centros de ayuda en busca de un plato de comida, en especial jubilados.

"El poder económico encontró en Milei un diamante en bruto, que está dispuesto a convencer a la sociedad de que será cárcel o bala para imponer su modelo, y cuando todo estalle, le van soltar la mano", vaticina el industrial pyme, que de estas crisis ya ha pasado varias.