Desde hace más de veinte años, desde el campo de las ciencias sociales, comenzaron las investigaciones sobre los varones y las masculinidades, fundamentalmente, a partir de las contribuciones académicas del feminismo. Son estas contribuciones teóricas de los estudios de género las que  han contribuido a develar los mandatos y los estereotipos a los cuales varones y mujeres deben responder y que funcionan de modo matricial en el proceso de construcción de sus subjetividades y corporalidades.

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de masculinidad? Hablamos de un conjunto de atributos, valores, funciones y conductas que se suponen esenciales al varón en una cultura determinada. Es importante destacar que no existe una sola forma de masculinidad dado que en el proceso de formación genérica se intersectan la influencia de clase, la étnica, la vivencia urbana o rural y, finalmente, una serie de influencias específicas dadas, sobre todo, por la familia concreta en la que se nace y crece. Al decir de David Amorin: “La masculinidad es una construcción social y cultural, que no se sostiene y reproduce sin esfuerzo para los varones,y que no tiene nada que ver con una supuesta esencia que define condiciones a priori para uno u otro sexo”. 

A partir de estas definiciones y caracterizaciones de la masculinidad es necesario, entonces, reconocer y analizar aquellos aspectos de la socialización de los varones que, al tiempo que promueven ventajas y privilegios en la distribución de recursos y poder, se transforman, con el tiempo, en un costo para la propia salud, la salud de otros varones, la de las mujeres, niños y niñas.

¿Con qué matrices los varones construyen sus subjetividades y corporalidades?: Autosuficiencia, afrontamiento temerario del riesgo, omnipotencia, negación de la vulnerabilidad, dureza, despreocupación por el cuidado del cuerpo, vigor, engreimiento, represión emocional, autoridad sobre las mujeres, valoración de la jerarquía y no pedir ayuda. Todos estos mandatos se construyen en oposición a lo femenino.

Para hacerse “hombre” los varones deben superar ciertas pruebas como: conocer el esfuerzo, la frustración, el dolor, haber conquistado y penetrado mujeres, hacer uso de la fuerza cuando sea necesario, ser aceptados como “hombres” por los otros varones que “ya lo son”, y ser reconocidos como “hombres” por las mujeres. Asimismo, son los otros hombres -y no las mujeres- los que califican y juzgan la masculinidad del varón; ellas son su opuesto inferior.

Así, los varones aprendieron a ser “hombres”. Solo ellos podrán encontrar el camino que los aleje del callejón sin salida de la masculinidad hegemónica y sus negativas consecuencias para ellos, para sus pares y para las mujeres.

* Antropóloga y capacitadora en el Programa SUMAR del Ministerio de Salud de la Nación, en el curso: “El cuidado de la salud desde la perspectiva de género y derechos”, en el módulo “Masculinidades, género y salud”.