Ya se estrenó Atomic Blonde, basada en la novela gráfica The Clodest City, escrita y dirigida por David Leitch, y protagonizada por Charlize Theron. Y aunque el afiche promete con estética de cómic a una mujer salvaje con preciosas botas de vinilo negro y gafas sin miedo a nada, la crítica no la ha aclamado. Charlize interpreta a una lesbiana asesina. Antes, en el 2003 encarnó a la asesina serial Aileen Wuornos, osa iracunda que ante el empobrecimiento y violencia machista se convierte en una criminal desesperada por sobrevivir y amar. Se trata de una de las películas más sórdidas y dolorosas del mainstream lésbico: Monster. Ahí Charlize develó que su potencia sucia es un gaje de oficio porque al recibir el Oscar de mejor actriz ese mismo año se mostró tan suave y esbelta como cualquier estrellita. Pero Charlize siguió con ese despliegue de metamorfosis y desde hace un tiempo indaga en el cine de ciencia ficción y súper acción. Descolló como pelada cyborg en Mad Max, y este año la vemos en la nueva de Rápido y furioso y en una nueva versión de lesbiana de asesina. Esto ilusiona a cualquier onanista. Charlize en Atómica interpreta esa literalidad. Se trata de una bomba, tanto por lo sexy como por lo dañina. Ella es agente secreto que da patadas en la narrativa sencilla de la súper acción. Ella debe confesar, excusa para montar una serie de flashbacks de aquellos años bisagra de la Berlín a días de caer el muro. Para grandotas nostálgicas puede ser preciosismo encontrarla danzando ensangrentada en los derroteros de los 90. Pero eso es casi todo de Atómica. Ella, una agente que pasa del lado oriental y occidental con maestría, se enfrenta a decenas de tipos que la atacan en planos secuencias que parecen no tener cortes. La trama de la película es el presunto juego de máscaras de un quién es quién en la lógica de agentes secretos de la KGB y la CIA. No sabemos jamás qué quieren realmente, mucho menos qué son. Todos los personajes se dibujan en trazo grueso, son superficiales y a pesar de la belleza de la imagen, se vuelven poco atractivos. Eso sí, ella es una femme fatal rota. Una heroína hecha percha. Una glamorosa rubia con el mismo target y estilo de vida que cualquier matón. En efecto, la primera toma de la película anticipa el deseo lésbico. Una espalda endurecida por los mazazos, una cámara cenital que enarbola su grandiosa musculatura. Y si bien, ella se acuesta con una morocha preciosa, a pesar de los riesgos, el deseo de la protagonista no es tanto por las otras como por su trabajo. Su trabajo de dar muerte como un hombre.