Del comedor a la mesa

Farfalla supo ser una de esas marcas pioneras en la modernización de la clásica fábrica de pastas argentina. Nacida en 2011 de la mano de los hermanos Constanza y Gastón Pro, no sólo fue de las primeras en usar la firme sémola de trigo en lugar de la más blandengue harina para la masa, sino que apostó fuerte a rellenos que, en esos años, sonaban ajenos. “Los ravioles de osobuco fueron uno de nuestros grandes éxitos. Hoy son algo ya usual, pero en esa época nos lo sacaban de las manos”, cuenta Gastón.

Con tres locales (Cañitas, Belgrano, Colegiales), Farfalla recorrió este tiempo amoldándose a sus clientes (ahora, por ejemplo, utiliza mezcla de sémola y de harina, para lograr un dente más cercano al paladar local), pero se permite mantener juegos y calidad: no usan colorantes, tampoco conservantes, y siguen probando combinaciones que van más allá del lugar común. Su última novedad es que, desde hace un mes, sumaron deck con mesas y sillas al local de Soldado de la Independencia para almorzar ahí mismo algunas de las especialidades de la casa

Es una cocina al paso, simple, económica y rica, porteña pero con impronta italiana. Tal vez la categoría que mejor representa a la casa es la pasta rellena, con ravioloni di cordero con reducción de vino tinto y pomarola ($3400), lo mismo los raviolones de ossobuco braseado con albóndigas ($3400); también hay canelones de ricota y verdura con salsa blanca y tuco ($2900), mini sorrentinos de pollo con crema de hongos ($3500), raviolini vegano de lentejas y hongos ($2600), entre varios otros. Entre tallarines y spaghettis vale la pena pedir los tagliolini nere e gamberi (fideos negros con langostinos, muy sabrosos). Y se suman algunos platos más allá de las pastas como pesca del día o la milanesa de bife de chorizo con spaghettis rojos, un guiño al corazón nacional.

Hay entradas ricas (berenjenas a la parmigiana, $2000), hay aperitivos (Aperol Spritz, $1600) y vinos, hay postres como un buen tiramisú casero a $1500. Una propuesta que cierra para todos los gustos, en una de las veredas más tranquilas del barrio.

Farfalla queda en Soldado de la Independencia 1139 y sucursales. WhatsApp: 11-6718-3658. Horario de almuerzos: martes a sábados de 12 a 15. Instagram: @farfalla_pastas

Orgullo tucumano

Para un tucumano, el sándwich de milanesa es cosa seria. Lejos de la tradición de sus empanadas, Tucumán encontró en esta especialidad una firma y orgullo patrio. Tanto es así que comenzaron a surgir sandwicherías especializadas con la milanesa como leit motiv, llevando la bandera tucumana más allá de las fronteras políticas del mapa. El caso de Bullanga es emblemático: unos tucumanos conducidos por Nadim Richa abrieron hace cinco años un local en Córdoba Capital, donde ganaron fama y éxito. Y ahora redoblan la apuesta desembarcando en pleno corazón porteño.

“El pan lo hacemos nosotros en el lugar; intentamos reivindicar el pan sanguchero típico de Tucumán, con la esponjosidad del pebete y la terminación de un pan francés, sin una costra dura que raspe el paladar”, cuenta Nadim. “Para acompañarlo, elaboramos el vermucito de la casa; se llama Chacho en honor a la sanguchería de milanesa más icónica de Tucumán”, continúa.

El sistema de atención es acorde a la velocidad del microcentro: se pide en la caja, se retira en la otra punta de una larga barra donde también es posible sentarse a comer. Se suma una barra extra contra la ventana, unas mesitas al fondo y la vereda amplia sobre Avenida de Mayo que derrocha historia.

Acá se viene a comer milanesa, la clásica de ternera, también la de pollo: el “sánguche” simple trae lechuga, tomate, mayonesa de la casa, toque de mostaza y de picante, sale con papas fritas correctas (pueden mejorar), todo a $2850. El completo suma jamón, queso, huevo ($3600) y el especial agrega a esto último ajíes en conserva, panceta ahumada y cebollas asadas ($3990). Hay opciones vegetarianas y veganas, con milanesas de berenjena, zuccini, arroz yamaní y lentejas, garbanzos y hongos de pino. Hay picadas de milanesa para compartir (con aceitunas, queso, ajíes, pimientos asados, porotos pallares, salsas varias, $8650). Y se suman menús de mediodía desde $2250 con bebida.

El pan es esponjoso y fácil de morder, la milanesa es tierna y sabrosa, la experiencia cumple con las expectativas: el orgullo tucumano puede estar tranquilo.

Bullanga queda en Avenida de Mayo 798. Horario de atención: todos los días de 11 a 23. Instagram: @bullanga.milanga.

Vidriera al mundo

“Sabores del mundo con gusto argentino”. Eso es lo que ofrece Paprika, local nacido originalmente en un shopping de San Luis que comienza a valor alto, ahora con sucursal más amplia y ambiciosa en el barrio de Palermo. Detrás está uno de los grandes cocineros contemporáneos de Argentina, Juan Carlino, el mismo que es chef ejecutivo del glamoroso bar Cochinchina. Con él, hay calidad garantizada.

Páprika arrancó con los sándwiches en la mira, pensándolos como una especialidad que merecía atención y cariño. Esto se traduce en que hacen los panes cada día y elaboran de manera casera muchos de sus fiambres, dos condiciones que claramente lo separan de la gran mayoría de su competencia. La pala romana (como un pan de pizza) rellena de generosa mortadela casera con ajíes en vinagre, rúcula y aioli es adictiva ($2900), lo mismo el sándwich de bondiola curada al estilo alemán, en pan de Viena, ajíes en vinagre, cebolla y aioli agridulce de membrillo ($3200). Hay hamburguesa, sándwich de pastrón y más.

Con la llegada al polo gastronómico de Palermo, Paprika comenzó a crecer en su oferta, buscando convertirse en un destino en sí mismo, donde se pueda beber una cerveza comiendo rico. Así decidieron abrirse al mundo, siguiendo los gustos del cocinero: salgadinhos brasileños ($2200), curry estilo indio de pollo con porotos, menta, castañas ($3500), hummus ($2700), patacones reina pepiada (de plátano, llevan por encima pollo, palta, lechuga y toque de picante ($2900), entre varias opciones más.

El local es luminoso, colorido, relajado. En días y noches de buen clima, la vereda cotiza alto. Para beber se puede pedir desde una copa de vino ($1900) a un tinto de verano ($1800) pasando por un par de cervezas artesanales o gin&tonic a $2100. Y vale la pena mirar los combos para compartir, que permiten ahorrar unos pesos.

Calidad de ingredientes, técnica y trabajo, todo puesto a disposición de una cocina callejera, para comer al paso. ¿Qué más pedir?

Paprika queda en Bonpland 1617. Horario de atención: martes a jueves de 12 a 16 y de 19 a 23; viernes y sábados de 12 a 16 y de 19 a 24; domingos de 12 a 18. Instagram: @paprikapalermo