Todos los santos días leemos y escuchamos que la inflación, en particular la inflación de alimentos, es el desafío más complejo que enfrenta el peronismo gobernante en estos comicios para impedir que la derecha en algunas de sus versiones brutales retorne al poder.

Es difícil encontrar una paradoja más dramática: que en un país bendecido con los suelos más fértiles del mundo los alimentos sean costosísimos para mucha clase media y directamente inaccesibles para millones de pobres.

Justamente, otra de las paradojas que más me marcó en mi adolescencia fue la que denunció el pensador socialista Erich Fromm en su libro “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”.

Fromm escribió que el sistema capitalista es tan irracional que, en un mundo donde muchos cientos de millones sufren hambre, una cosecha récord de alimentos puede ser no una buena sino una mala noticia porque derrumba los precios de los alimentos y golpea a las economías de muchos países que viven de exportarlos y que están llenos de pobres.

Las paradojas son como encerronas de la realidad. Son dichos o hechos que parecen contrarios a la lógica, que encierran contradicciones.

El filósofo y matemático Bertrand Russell fue un maestro de las paradojas. Una de las más famosas es su Paradoja del barbero.

En un lejano pueblo de un antiguo emirato había un barbero llamado As-Samet, diestro en afeitar cabezas y barbas, maestro en pedicuría y en poner sanguijuelas para curar.

Un día el emir se dio cuenta de la falta de barberos en el emirato, y ordenó que los barberos solo afeitaran a aquellas personas que no pudieran afeitarse a sí mismas. E impuso la norma de que todo el mundo estuviera afeitado (no se sabe si por higiene, por estética o per codere, simplemente mostrar su poder).

En una ocasión el emir llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó sus angustias.

Le dijo que, como era el único barbero en su pueblo, no podría cumplir en sí mismo con la orden del emir: porque estaría afeitando a alguien, él, que sí podía afeitarse. Pero, si no lo hacía, estaría desobedeciendo la orden de que todo el mundo estuviera afeitado.

Su razonamiento dejó tan impresionado al emir que lo premió otorgándole la mano de la más hermosa de sus concubinas (el emir de Russell no se planteaba problemas de género). Y así, el barbero As-Samet vivió para siempre feliz y barbado.

Pero no siempre es seguro que una paradoja se resuelva con un final feliz. Quizás la más conocida es la afirmación “Yo miento”. Si miente, como afirma, estádiciendo una verdad. Pero si dice la verdad, no miente.

De mentiras y tijeras también está poblada la actual campaña electoral en la Argentina, y, para colmo, se instaló el reino de las paradojas. Veamos.

Patricia Bullrich, y no sólo ella, Juntos por el Cambio, están prometiendo que van a hacer desaparecer al kirchnerismo, lo cual es un discurso fascista, antidemocrático por parte de quienes se autotitularon defensores de la República.

Pero resulta que, con las PASO y las post PASO, el apoyo a Bullrich cayó tanto que Juntos por el Cambio podría no entrar en el ballotage y, si sucede, como sugieren las encuestas, esa coalición de derecha podría implosionar y, en lugar de exterminar al kirchnerismo, como prometen, ser ellos la fuerza que desaparezca sin que nadie los haya empujado, salvo la pésima gestión de Macri y su jueguito actual a dos puntas, la incomodidad de Bullrich con Melconian o sus propias torpezas.

Aunque las elecciones provinciales parezcan reforzar a JxC, el radicalismo, que son los verdaderos ganadores, no está cómodo con el macrismo.

Hay más paradojas: que la fuerza de Bullrich caiga es una buena noticia para Massa y Unión por la Patria, porque consolida su chance de disputar el ballotage con Milei. Pero, como lo señala el colega Pablo Ibañez, si JxC sigue cayendo mucho, la mayoría de sus votos habrán migrado a La Libertad Avanza y se vuelve más posible que Milei gane la presidencia en primera vuelta.

Estimados lectores: tenemos más paradojas para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero.

Milei ha impuesto con éxito que es quien va a terminar con la “casta”. Pero resulta que ya prevé cargos estratégicos en su eventual gobierno para gente de apellidos patricios (al Banco Central --antes de quemarlo-- para Emilio Ocampo Alvear Mihanovich Nazar Anchorena; el Ministerio de Infraestructura para Bertie Benegas Lynch,). Y se rodea de gente del riñón de la casta política económica, como Cavallo, Roque Fernández o Carlos Rodríguez, ejecutores del menemismo de los '90. Y Milei ha coqueteado hasta hace diez minutos con Mauricio Macri.

¿Quieren más “casta” que eso? ¿Convoca a la “casta” para pelear contra la “casta”?

Milei es un océano de contradicciones: tiene como candidata a vice a la defensora de aquella dictadura que fue a la guerra contra Gran Bretaña por las islas Malvinas y como candidata a canciller a una mujer que dice que hay que dejar el tema Malvinas en manos de los kelpers.

Aunque tal vez en lugar de paradojas se trata lisa y llanamente de hipocresía.

Pero sigamos con las paradojas, damas y caballeros:

Cristina reapareció el sábado brillando como siempre, y en un momento pasó factura a quienes le reprochaban estar en silencio y no apoyar demasiado a Massa cuando, como dijo, fue ella quien se oponía a dirimir en las PASO el candidato oficialista y con eso reforzaba el apoyo a Massa.

Pero es cierto que hay allí otra paradoja: si Cristina decidiera estar más protagónica en este tramo de la campaña el riesgo es que reviva aquel cuadro donde ella por su centralidad debilite la imagen de autonomía y fuerza del candidato Massa, como sucedía con Alberto Fernández.

Las paradojas no se agotan en lo político. ¿Cómo, si no, entender que en este tiempo la desocupación haya bajado tanto que en once centros urbanos del país hay un cuadro que se puede definir de pleno empleo (cuando la desocupación es de alrededor del 4%) pero, al mismo tiempo, la pobreza, en lugar de caer fuertemente, se despegó para arriba?

Insisto con aquello de que las paradojas son una especie de encerrona que nos plantea la realidad. Y muchas veces buscamos la salida escupiendo para arriba.

Los pobres de derecha son una de las terribles paradojas de este mundo.

 

No sé si en Argentina los pobres de derecha son muchos, pero, eso sí, estamos ante el riesgo de caer aplastados por una paradoja.