Beto integra una improbable compañía oficial de repertorio que emprende unas giras imposibles con una obra diferente cada día, de martes a domingo. Lo malo es que no consigue que el director le asigne los personajes que él cree merecer: “El que dijo que no hay papeles menores es porque nunca le tocó uno”, razona el protagonista de El Brote, obra escrita y dirigida por Emiliano Dionisi que Roberto Peloni interpreta en magnífica performance. La obra se ofrece en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), pero desde el 10 de octubre se presentará en el Teatro Maipo (Esmeralda 443), debido a que por la demanda de entradas hubo que aumentar el número de funciones semanales, algo que no favorece al actor que de miércoles a domingo interpreta al pintor Quinquela Matín en Benito de la Boca. Es por esto que la Compañía Criolla decidió que las 600 butacas del Maipo permitirían albergar más espectadores y así lograr que Peloni aminore el desgaste físico que le implica el montaje, como el mismo Dionisi considera en conversación con este diario.

Si en principio El Brote pareciera una obra dedicada a un público afín al mundo del teatro, pronto queda en evidencia que lo que sufre Beto puede trasladarse a otros ámbitos siempre que haya quien sienta, con o sin razón, que todo se le vuelve en contra y que el talento y el sacrificio no son valores a tomar en cuenta en un mundo de arribistas y mediocres. La obra, que acaba de publicar Atuel, forma parte de la colección Biblioteca del Espectador, que dirige Jorge Dubatti.

A pesar de que comenzó a actuar desde niño en muchas producciones teatrales oficiales, comerciales e independientes, Dionisi creó en 2009 su propia compañía, especialmente para probarse en la dirección: “siempre soñé con un teatro que, como una familia itinerante enfrenta desafíos tanto en salas como en patios al aire libre o en cárceles”, afirma. Y esta necesidad de verse conduciendo un espectáculo propio lo llevó a versionar obras clásicas. La primera fue Papanatas, sobre El atolondrado, de Molière y luego vinieron muchas de Shakespeare, como Romeo y Julieta de bolsillo, que ya lleva 1000 funciones. “Los que hacemos teatro para las familias tenemos la posibilidad de regalar un recuerdo para toda la vida”, considera. Pero a pesar de los premios y las giras, Dionisi extraña sus años de actor convocado: “A mí me gustaría que me llamaran porque el teatro me fascina en todos los ámbitos, en un patio de tierra como en el teatro comercial y en el oficial”, confiesa.

-El quiebre psíquico que experimenta Beto no es el del alienado que mezcla ficción y realidad: es tan lúcido que elige de las obras los parlamentos que expresan exactamente lo que siente…

-A mí me gusta pensar que la locura y la cordura van muy de la mano. Al personaje, la intensidad de los textos que transita como actor le vienen como anillo al dedo para lograr expresarse él mismo. Por eso no delira diciendo cualquier cosa sino que tiene una gran coherencia al vivir a través de las emociones de los personajes de ficción.

-¿Qué es lo que lo impulsa a manifestarse de ese modo?

-Hay momentos en los que somos capaces de hacer cosas que no haríamos en pleno uso de la razón. En esta era del “vos podés” nos damos cuenta de que no siempre nos llega lo que deseamos en la vida. Creo que ese pensamiento que parece emancipador encierra mucha frustración y que hay que amigarse con las limitaciones.

-¿Cómo describirías el humor que atraviesa la obra?

-Es el humor despiadado y cruel de un tipo que es nocivo y tóxico a pesar de su sensibilidad y amor por la belleza. El humor llega al público como una catarsis porque me parece que los argentinos somos expertos en quejarnos y en disparar críticas hacia todos lados. Este personaje es extremista y radical, se mete con sus compañeros, con el director y hasta con el público.

-A quien acusa de salir indemne del teatro a comer pizza luego de escuchar denuncias y verdades…

-Sí, el personaje provoca una risa feroz que exorcisa. Y en definitiva celebra el teatro y lo que genera en las personas. Cambió el paradigma del mundo y aun así seguimos juntándonos alrededor del fuego para escuchar historias. Porque tenemos la necesidad de encontrarnos con nuestras emociones en un ritual que puede ser realmente transformador.

-¿También pensás, como Beto, que el teatro se convirtió en una práctica frívola?

-El personaje lo critica todo, exagera, y por eso hace reír. Yo no pienso como él, creo en las industrias culturales, en el consumo cultural y también en el entretenimiento. Pero creo que los que hacemos teatro tenemos la gran responsabilidad de dejar una marca indeleble en los espectadores, como me sucedió a mí muchas veces.

-También se queja de la falta de público...

-Eso pasó en otros momentos: en esta coyuntura económica los teatros están llenos. Y es porque la gente, al no poder ahorrar, la plata que tiene en el bolsillo la gasta en comer y en ir al teatro o en ir a recitales. Pero cuando la situación cambie dependerá de nosotros que la gente siga viniendo a las salas. Porque eso va a pasar si logramos que se lleve una experiencia memorable.

*El Brote, Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), los lunes y jueves a las 21 hs, los domingos a las 20. A partir del 10 de octubre en el Teatro Maipo, (Esmeralda 443), los martes a las 20.30.