Más allá de las promocionadas (y poco creíbles) alertas sobre los riesgos de que alguna inteligencia artificial (IA) decida terminar con la humanidad, otros efectos de esta nueva tecnología ya pueden verse.

Uno de ellos es la devaluación brutal que ha sufrido la producción de textos de una calidad y verosimilitud razonables: como ha podido comprobar cualquier usuario de ChatGPT, producir contenido escrito puede llevar solo unos segundos. Así es que se pueden producir cientos de notas periodísticas, ensayos o e-mails de príncipes nigerianos solicitando un favorcito sin transpirar demasiado.

Uno de los impactos menos esperados proviene de una industria subterránea como la de los ensayos universitarios: gracias a la desigualdad de ingresos, ¿cientos? ¿miles? de estudiantes norteamericanos encargaban sus ensayos a personas formadas del sur global. Un escritor por encargo de Kenia (un país de habla inglesa, con una cantidad significativa de población educada y salarios promedio muy bajos) contó que en 2022 podía ganar entre 900 y 1200 dólares por mes redactando cerca de 60 piezas sobre psicología, sociología y economía para estudiantes norteamericanos.

En 2023, sus ingresos habían caído a entre 500 y 800 dólares porque, creía, su trabajo estaba siendo reemplazado por ChatGPT. Según aseguró, la pérdida no resultaría total, al menos por ahora, porque los trabajos realizados por IA, comprobó, "aún necesitan una intensiva y atenta edición".

Más allá del desafío que implica ChatGPT para el sistema educativo, que seguramente deberá comenzar a pensar nuevas formas de evaluación, este es un pequeño ejemplo de qué pasa cuando el texto se torna un insumo muy económico.

Publicidad engañada

Uno de los ámbitos en el que los textos aún tienen cierto valor es el periodístico, aunque el sector sufre una intensa devaluación desde que compite por lectores y anunciantes con los contenidos producidos por usuarios para las redes sociales.

En junio, una herramienta para medir la credibilidad de los sitios llamada NewsGuard alertó que la cantidad de sitios que crean noticias por medio de inteligencia artificial con poco o ningún chequeo de humanos había aumentado de 49 a 217 en un mes y seguía creciendo.

El sistema detecta sitios de noticias automatizados en trece idiomas. Estos sitios de noticias con nombre genérico, de contenidos automatizados y sin ninguna calidad periodística tienen, sin embargo, publicidad de muchas grandes empresas.

¿Cómo ocurre semejante engaño? Prácticamente toda la publicidad online se gestiona de manera automatizada por medio de algoritmos que combinan distintas variables como precio, tipo de contenido, cantidad de visitas e idioma, para decidir dónde ubicar sus anuncios y a qué precio.

Ya antes de la llegada de IA Generativa como ChatGPT, la industria de notas producto del "copia y pegue" se quedaba con miles de millones de dólares y también servía para solventar sitios dedicados a las campañas de desinformación. Ahora alcanza con mirar en Google Trends cuáles son los temas más buscados en la web y pedirle a alguna IA Generativa que escriba varios artículos con, por ejemplo, una entrevista a un famoso, consejos para la salud o formaciones de partidos de fútbol.

Desinformación

Luego se publica la información online en un sitio web o, también en redes sociales, para que atraiga visitantes. Si no se logra engañar al algoritmo del buscador para que derive tráfico, se puede apelar a granjas de clicks o programas que simulan ser humanos para inflar las visitas a esas páginas, aumentar las impresiones de publicidad y, por lo tanto, los ingresos por ese falso medio.

El problema para las grandes compañías publicitarias online como Google o Facebook es que contratar a personas para controlar estos sitios de manera exhaustiva sería muy costoso y contrario para su reflejo por automatizar todo.

Por otro lado, tampoco es fácil ni barato afinar los algoritmos para dejar de ubicar publicidad en sitios que se dedican permanentemente a buscar formas de engañarlos. Además, buena parte de los anunciantes ya no tiene idea de dónde se exhiben los avisos por los que paga. Así las cosas, las incentivos para las plataformas publicitarias de reducir algo que, en definitiva, les permite facturar más son demasiados y solo reaccionan cuando la cuestión se torna escandalosa.

El resultado es una industria que gasta recursos, ya que el procesamiento de la IA requiere cantidades de energía preocupantes para el estado del planeta, produce información irrelevante o tóxica y deprime aún más los recursos disponibles para los medios que aún intentan hacer periodismo de calidad. Otra señal del riesgo que implica instalar una tecnología a escala antes de analizar sus efectos.