Cuando la contaminación del agua comienza a hacer estragos en un pueblo minero el médico del lugar apoya a los habitantes en sus demandas. Es así como el doctor Fausto será el denunciante de los efectos colaterales de las actividades de la empresa que sostiene económicamente a todos. Claramente, el apellido del hombre no está puesto porque sí. En Fausto en Valle Oliva, la nueva obra de Héctor Levy-Daniel, también hay un pacto del protagonista con un ser tenebroso que, sin ser Mefistófeles, se le parece bastante. La pieza, que sigue de cerca el mito germánico y hasta recuerda a Un enemigo del pueblo, de Ibsen, cuenta con la dirección del propio autor y las actuaciones de Milagros Almeida, Amanda Bond, Ricardo Cerone, Alejo Mango, Marcelo Nacci y Nacho Vavassori. Va los sábados en el Teatro del Pueblo, de Lavalle al 3600.

“Aunque no busqué relacionar esta obra con la de Ibsen”, cuenta el dramaturgo en la entrevista con Página/12, “la denuncia del agua contaminada también genera un problema económico en este pueblo”, compara para luego distinguir: ”Pero a diferencia del Dr. Stockmann, que se transforma en enemigo de todos por decir la verdad, a este Fausto lo terminan difamando”. Es por este motivo que, con la idea de darle relieve al cambio de relación que mantiene el médico con sus protegidos, Levy-Daniel buscó construir una sociedad en miniatura, un microcosmos, como él define, en el cual la traición se vuelve relevante al extremo.

La idea de versionar el mito de Fausto es algo que el dramaturgo, también licenciado en Filosofía, trabaja desde hace tiempo, fascinado por las más variadas fuentes, como la película de 1926 de Friedrich Murnau o la novela que Thomas Mann publicó en 1947. Por otra parte, la diferenciación entre los placeres que brinda el conocimiento intelectual y los que depara la vida misma también es objeto de sus reflexiones. “Siempre me interesó el tema de la sabiduría y la experiencia”, afirma el autor, “y creo que hay un tiempo para el estudio y otro para vivir”. Levy-Daniel también relaciona este asunto con el pensamiento de Walter Benjamin y de Giorgio Agamben, tanto en el trance de captación del aura de una obra de arte o en la posibilidad de que una imagen fotográfica termine sustituyendo la propia experiencia de la observación.

-¿Cómo se da el tema de la experiencia en el mito de Fusto?

-Ahí lo que el diablo le ofrece a este intelectual es recuperar un tiempo que él solamente usó para dedicarse al estudio. Pero aquí esto no sucede, porque el Fausto de mi obra, que es también un hombre sabio, abandona su vida de amoríos cuando conoce a la mujer que luego es su esposa, a quien pierde poco después. El deseo de tener la experiencia de volver a verla se vuelve fatal para él.

-Es que este Dr. Fausto no busca profundizar en el campo del conocimiento sino volver a ver a su esposa muerta.

-Sí, el motor para el pacto es el amor, a diferencia del tratamiento que le dieron Goethe y Marlowe a su versión del mito. El amor lo moviliza al punto de vender su alma, aunque aquí no hay referencia a la cuestión religiosa. No tengo pruritos con el tema de los sentimientos, aunque sé que están devaluados. Pero se pueden hacer cosas tremendas por amor y es un tema que desde siempre fue fundamental para el teatro, algo que Shakespeare tuvo tan en cuenta en su obra. Pero aquí está también el tema de la traición.

-¿De qué modo?

-Fausto se niega a apoyar a quienes lo defendieron cuando comprueba que está siendo difamado. Cuando nos preguntamos por qué traicionan quienes lo hacen, vemos que no siempre se traiciona por dinero: también la vanidad es un motivo importante.

-Aparte del mito, ¿quisiste hacer una referencia a los problemas que acarrea la minería?

-No, porque ésta no es una obra documental o periodística. La mina implica una dimensión también mítica. Aunque es cierto que, si alguien debe meterse bajo tierra para trabajar, la explotación y la indefensión quedan muy a la vista, sin tomar en cuenta el problema de la contaminación. Pero para mí, ésta es la historia de una caída.

* Fausto en Valle Oliva, Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), los sábados a las 17.30