Lo dice la propia autora: Favio vigente, libro de reciente aparición sobre la vida y las pasiones de Leonardo Favio, no es una biografía. Hubiera sido lo más obvio, tratándose de semejante personaje, pero a la periodista Florencia Halfon ese género le resultó “demasiado denso” para espiar el universo del ídolo popular. En cambio, prefirió “perfilarlo”, aportarle algún dato menos conocido a quienes fueron sus contemporáneos y también, porqué no, servir de puente para nuevas generaciones que pudieran descubrirlo. El resultado fue “una selección caprichosa de anécdotas y voces que permiten pispear el alma de este artista”, tal como define, tras más de treinta entrevistas y una larga investigación, a su segundo libro y el último publicado por Ediciones FutuRock.

La sugerencia de escribir sobre Favio fue de una amiga de la autora, que enseguida le encontró sentido a la idea porque en su casa el artista había sido “banda de sonido” gracias a su papá. Siempre entonaba -y lo sigue haciendo- sus canciones, de modo que para ella era un nombre recurrente vinculado a lo familiar. Con cuarenta años recién cumplidos, la periodista especializada en información general buscaba temas que la sacaran de su rutina, del laburo cotidiano. Lo de Favio fue “ideal” porque la sumergió en ese “mundo mágico” durante varios meses.

“Me obsesioné con él. Hice muchas entrevistas, miré todos los reportajes, transité toda su labor artística y después escribí lo más pronto posible para poder dedicarme a corregir”, cuenta a Página/12 Halfon, quien para su investigación habló con personajes que van desde Susana Gimenez hasta Horacio Verbitsky. La forma que le encontró a la narración fue dividir el mundo del artista en las pasiones que motorizaron su vida y su obra. Así, el libro tiene cuatro apartados: sus afectos, el cine, la música y la militancia.

-Esas categorías que conforman los capítulos, ¿son compartimentos estancos en su vida o se relacionan? Es decir, ¿hay un sólo Favio o son muchos?

–Yo creo que hay un Favio y por eso me gustaba la idea de contarlo de a pedacitos, de ir construyendo a ese personaje que, no sé si decir en partes iguales, pero en partes muy fuertes y muy contundentes se crea a partir de esas esferas. De hecho, le dedico más o menos el mismo espacio a cada una de esas cosas porque todas son muy ricas y además muy claras. Hay ciertos personajes de la historia que para contarlos tenés que seleccionar por dónde ir. Yo sentí que acá se necesitaban muchas aristas para completar al personaje. Siento que conté su vida cuatro veces, porque cada vez que arrancás un capítulo empieza su vida de vuelta pero con más información. Esa era la búsqueda.

-El título habla de un artista vigente. ¿En qué creés que lo está hoy Favio?

–Por un lado, siento que tiene influencia en muchas cosas que no sabemos, por lo menos quienes no nos especializamos en ciertas artes. Quienes estudian cine eso lo deben tener muy claro. Luego, sí de manera más clara, creo que está vigente en determinados directores como César González, Adrián Caetano, Luis Ortega, es decir, en parte del cine que vemos hoy. En la presentación del libro, de hecho, Caetano dijo que si no hubiera visto la obra de Favio no hubiera hecho Pizza, Birra, Faso. Y después, en el universo de la canción, si bien sus canciones hoy no son tan escuchadas en Argentina, tienen trascendencia y de hecho en otras partes de América Latina se recontra escuchan. En ese aspecto, su obra se refleja en aquello de relatar historias en canciones, de animarse a ser romántico sin ser exclusivamente un personaje galán. Porque Favio era mucho más que eso, mucho más profundo.

–¿Y su militancia?

–En ese punto dejaba muy claras las bases todo el tiempo, que es algo que podemos encontrar en algunos dirigentes pero que deberíamos encontrar en más. Tenía muy en claro la esencia del peronismo, no se olvidaba de que en definitiva se trataba de pensar en los más desprotegidos, de poner el foco en la marginalidad, de mirar a los trabajadores. Tenía una mirada muy interesante, además de muy tierna, y defendía muy fuertemente sus convicciones. Además, en la historia del peronismo ha sido muy significativo por haber estado en aquel avión que trajo por un ratito a Perón en el ´72 y en el escenario que lo esperó en Ezeiza en el ´73. Hay un montón de escenas que lo colocan en un lugar de la historia que no pasa desapercibido.

-Decís que es un “artista inevitable”, ¿por qué?

–Porque justamente si no te topas con Favio al repasar la historia, no solo la política sino la musical, la artística de este país, medio que estás haciendo algo para evitarlo. Es una personaje muy contundente que abrió paso a ciertas películas, a la pelea por ciertos derechos, y también a la posibilidad de que artistas hiper populares se manifiesten sobre política. Es ineludible.

–Este trabajo es muy distinto en temática a tu primer libro, ¿La corrupción mata?. ¿Tienen algo en común, además de la autora?

–Es que en el periodismo está bien visto encasillarte, trabajar dentro de un tema o nicho. Pero la realidad es que a mí me gusta más de una cosa. Con el libro anterior me habían preguntado de qué quería escribir y propuse terminar de elaborar ciertos temas que venía trabajando en prensa gráfica, como las tragedias de Once, de Ecos, de Cromañón. Cuando empecé con este libro me pasó que mucha gente se extrañó de que estuviera revisitando a un personaje del arte y la cultura, cuando mi trabajo diario tiene que ver con otra cosa. Pero la realidad es que Favio atraviesa el mundo de la información general porque, en definitiva, simboliza varios fenómenos populares que atraviesan a cualquiera que se haya cruzado con él alguna vez.

"Favio: un niño solo, un cine grande", por Luciano Monteagudo