Quizás, antes que decir nada, basten escuchar los primeros compases –o mejor aún, la composición entera– de “Suite II: Amanece (Que ya es mucho)”. Es la segunda canción de su primer disco y son apenas poco más de dos minutos: se trata de un tangazo a puro piano. O la versión –¡la tremenda versión!– de “Flores negras” (De Caro/Gomila) de ese mismo disco: Mercado de tangos.

Pues bien, hecha ya la introducción, es necesario decir algunas cosas. Daniela Mercado tiene cuarenta y cinco años. Nació en La Rioja pero ya podría decirse que es más cordobesa que riojana. Es que su familia se mudó allí cuando tenía apenas diez años. Y desde antes de esa mudanza ya estaba estudiando música, sentada al piano. Lo de siempre: teoría y solfeo. “En mi casa, nada que ver. Si, a mi papá le gustaba mucho la música, tuvo su participación en coros cuando era joven. Pero no hay alguien que se haya dedicado a la música de lleno. Incluso fui un poco resistida. Fue una lucha personal, si se quiere; pero siempre tuve el apoyo de hacerlo. De hecho, no bien pudieron, me compraron un piano. Quizás se lo pensaba como un hobby, no como algo profesional”.


Así fue hasta sus dieciséis. “Doy el volantazo y empiezo a estudiar música popular acá en Córdoba. Y recién ahí es que aparece otra cosa en la música: acordes, improvisaciones. El corazón me empezó a tirar más para ese lado”. Ese lado para el que empezó a tirar el corazón es, sobre todo, el tango. Y si el piano estaba desde antes, desde mucho antes, vale preguntarse en qué momento aparece este género. Hay una palabra, un apellido: Piazzolla. “Fue muy bisagra. En casa siempre se escuchó, sobre todo, folclore. Cuando empecé a estudiar música popular es que aparece Piazzolla. A mis veinte, más o menos, concursé para unos cargos en la Orquesta Provincial. Nos presentamos once pianistas y se declaró desierto. Estaban Mederos, Hilda Herrera en el jurado. Y la devolución fue que todos habíamos tocado Piazzolla y que Piazzolla era una parte, no todo el tango. Allí fue que nos dijeron que empezáramos a escuchar, también, para atrás. Las grandes orquestas. Hice caso y cuando lo escuché dije: ‘¡Esto es lo que quiero hacer!’ Sentí que con eso iba a poder expresarme mejor. Han pasado los años y me sigue divirtiendo, me conmueve”, cuenta. Y agrega, casi sentenciando: “No hay forma de aburrirse en el tango”.

Durante esos años supo tener un dúo con su pareja –Jorge Estevenot, guitarrista– al estilo Salgán/De Lío. Pero no había, aún, una indagación propia. Hasta que nació su hija, hace nueve años, y empezó a buscar en composiciones originales. “Comencé de grande. Hasta ese momento casi no había compuesto casi nada. No sé por qué pero fue recién a partir de allí. Cuando llega la oportunidad de grabar ese primer disco, quería todo: quería que hubiera algo de Salgán, algo de De Caro, quería mis temas, meter cuerdas. Por eso quedó un disco largo. De algún modo, mostrar todo el camino y hacia donde estaba yendo”.

Aquel primer gran disco –Mercado de tangos (2019)– muestra todos los yeites del género. Casi que no esconde ninguno. Y eso no significa pecado alguno. Porque la soltura, la contundencia, la belleza de muchas de esas piezas –casi todas instrumentales– hablan por sí solas. Está todo a la mano. No hay misterio. Todo aquello que quería, está. Una mujer sentada al piano tocando tango, después de muchos años de estar con ese género a cuestas. En la espalda y en el corazón. Una ecuación simple que no necesita de despejar ninguna equis resulta un gran primer trabajo. Es variada la tímbrica pero el instrumento que manda es ese. Podría pensarse que es un disco clásico en su intención. Entre composiciones propias y algunas versiones, encuentra su punto equidistante en una palabra: tango. Más que un ejercicio de estilo, que lo es, una carta de presentación contundente. Además de lo ya dicho al comienzo se puede citar la obra breve que da inicio al disco, compuesta por seis suites o “Nostalgia y evocación”; entre algunos nombres de referencia como Discépolo, Mores, Debussy, De Caro, entre otros.

Lo que comenzó como un simple metejón –componer algunas piezas a partir de películas– fue transformándose en método, en el leit motiv de sus últimas canciones. El motor para ir teniendo material nuevo. Así fue que los últimos años la encontraron bastante prolífica a partir de ello. Entre el filo del 2021 y algún punto del 2022 editó los EP de mediana duración que completan su obra y recorrido: los tres volúmenes que hacen Relatos cinematográficos y el trabajo Mujer piano, además de empezar a preparar un nuevo material. En todos ellos manda la inquietud y la búsqueda instrumental. El lenguaje, la intención de esas mini obras sigue siendo marcadamente tanguero y milonguero, pero la cosa se abre un poco más. En ese sentido es menos clásico que su debut: más que un piano tanguero, uno ciudadano. Y hay otras cosas dando vueltas. Algún aire más jazzero. O más folclórico. O también la guitarra de su pareja a pura electricidad en “Enero torcido”. Que, con todo, remite a su canción “Psicosis”, que tiene a Brenda Martin de invitada en el bajo. “En algún giro melódico, en algún discurso, siempre está presente esta música ciudadana. De alguna manera está. Trato de no imponerme nada, pero el tango está. Y a veces directamente me digo: quiero componer un tango y ya”. 

De algún modo, el recorrido escolástico que tuvo durante los últimos años da cuenta de ello; una línea que incluye pesos pesados como Octavio Brunetti, Nicolás Ledesma, Agustín Guerrero, Diego Schissi, la escucha casi fanática de Ramiro Gallo. “Te cuento un poco este recorrido porque siento que la búsqueda va un poco por ahí. Empezar a pensar de otra forma las cosas”. De un inicio clásico a romper el tango para volverlo a armar. Hay, entonces, una tradición latente que alista algunos nombres: Salgán, Carlos García, Miguel Ángel Estrella, Hilda Herrera; los contemporáneos María Laura Antonelli, Lisandro Baum, Noelia Sinkunas. Mercado se revuelca en esa tradición pianística poderosa. Aunque diga, pensando en la escena del tango actual: “Lo cierto es que me siento un poco outsider de la escena. Hay colegas que vienen de una tradición bien fuerte, de tocar mucho en orquestas tìpicas y en ese sentido mi recorrido fue más desordenado. Nunca me pensé siendo parte de algo. Me encantaría”.

No lo dice, pero sabe que cada lugar ha de escribir su propio tango. Sigue sin decirlo, pero sigue sabiendo que ella está esgrimiendo el suyo.