Ciertos veranos, en algunos lugares, suenan de la misma manera. Por ejemplo, a carnaval, a batucada. Todo eso que trae el viento no desde allá sino desde ahí: desde otro lado de la medianera, desde la casa del vecino que pone esas músicas a todo volumen para estudiarlas y luego poder dirigir su propia escuadra percusiva.

Noelia Recalde nació en Gualeguaychú en 1987. Es fama: allí el calendario estival suena, sobre todo, a carnaval. A ella, algo de ese sonido le quedó y lo trae desde la infancia. “No vengo de una casa musical, ahí nadie se dedica a la música, ni en mi familia. Hace poco me enteré que hubo una suerte de súper ancestral abuelo que tocaba el acordeón. Fin del cuento musical familiar. Soy re autodidacta, aprendí a tocar la guitarra con los cancioneros. Y a cantar por necesidad de expresión. Siempre fui medio tímida y la música, de algún modo, vino a ocupar un lugar lindo de expresión”.

Hacia 2004 formó Valbé, junto a los coterráneos Damián Helmer y Cristhian Faiad; un trío de tinte cancionista, experimental y cierta electricidad. En 2017, y con tres discos editados, se separaron. Es a partir de allí que puede pensarse el recorrido solista de Noelia. Si bien es una compositora bastante prolífica y de mano caliente, su primer disco en solitario llegó casi sin pensarlo. Sobraban unas horas en un estudio en Sao Paulo, Brasil, y ella estaba ahí. Entró a la cabina con una guitarra viejita que no disimulaba sus remiendos –le habían alcanzado otra de un luthier pero no hubo caso-, grabó ocho canciones, hizo tres pasadas como máximo de cada una y ya. De todas ellas, seis fueron a parar a Palabra (2018). “Es mi debut como solista. Así empecé. Fue como una cosa de la vida, no estaba planeado para nada. Es lo más básico, la intimidad, la esencia, donde yo me manejo con tranquilidad: guitarra y voz, algo que conozco bien. Es mi modo de decir. Y es lo que suena dentro de mi casa. Hay canciones de ese disco que tienen quince años” dice. Y agrega: “Fue como un pequeño concierto. Está grabado en cinta. Justo el pibe del estudio tenía que probar un equipo que le había llegado y fui la primera. El disco tiene eso de antiguo en el audio. Quedó cerquita, cálido. Todo simplecito”. Ese estudio está dedicado casi exclusivamente a grabar música heavy metal. Nunca habían grabado, por ejemplo, cuerdas de nylon. “Tenés toda la noche para grabar lo que quieras” dice que le dijeron. Y ella, grabó. Palabra es un disco chiquito y preciosista en su sonido: pura guitarra y voz. Casi susurrado. Canciones, cierto tono folclórico, rioplatense, levemente abrasilerado. Entre tanto formó Triángula, ensamble experimental y visual que la encuentra al frente junto con Nadia Larcher y Micaela Vita y con el que editaron su homónimo disco debut en 2020. Además, con Jonatan Szer forman el dúo Lohdoh y tienen un disco terminado que permanece inédito.

Ella suele tocar mucho, en muchos lugares. “Estoy predispuesta siempre al viaje porque me da mucho”. En eso estaba cuando se desató la pandemia. Y en medio de ese confinamiento obligatorio empezó a aparecer un disco. “Venía trayendo un montón de cosas, andando y tocando mucho pero no pudiendo procesar toda esa información, sin tiempo disponible para a experimentar en casa. La pandemia propició eso. Por ejemplo, en la primera canción hay diez cajones grabados. Todos iguales. Creo que me di muchos permisos que no me había dado antes. Y eso tiene que ver, por ejemplo, con lo de la batucada. También la bisagra que hubo a nivel nacional de la presencia femenina en la música. Y en la lucha. Es obvio que influyó. Grabé percusiones, grabé los bajos como se me antojaron, sin mantener una misma línea durante todo el viaje. Quiero tocar acá, acá y acá. Y ya. Y no me importa ¿Y si grabo una guitarra eléctrica? Bueno, la grabo. En este disco me di todos estos permisos”.

En las antípodas de su primer disco, Mi propia casa suena a psicodelia doméstica. Una breve fiesta de luces bajas con un swing divino. Es un tropicalismo propio, de entre casa, arborescente. Cargado de instrumentos, rítmico. No por nada ella encuentra como referencia a Tom Zé, sobre todo Estudando o samba. Se confiesa fanática de ese disco. Basta escuchar, por ejemplo, “Sola en soledad”: el teclado que hay a mitad de tema es simplemente maravilloso. O “Reparo”. O la que le da título al disco. O “Canto en la cuarentena”, donde dice: “Pero no sé si pensar que está todo muy bien/ Si voy por dentro surcando entre pared y pared/ Voy hasta acá, dame tu sal, riego el jardín, seco mi paz/ Me vuelvo a amar y bailo en soledad, levanto mi alma del suelo, se me derrite en el pasto, bueno”. Voces intervenidas, efectos, ruidos cotidianos, capas de sonido que vienen y se van, electricidad y electrónica. Tiene drama y tiene humor. Ironía y tragedia. Un segundo disco sorprendente. 

“Creo que en pandemia nos vimos, al menos una buena mayoría, frente a frente con nuestras locuras y permisos. Y con nuestro discernimiento del tiempo. ¿Cómo usamos el tiempo? ¿Vos quién sos adentro de tu casa? ¿Recordabas quién eras? ¿O sos otro? Me parece que muchos pasamos por instancias de sorpresa, de locura, de borde. La incertidumbre. Y ahora me voy dando cuenta de todo lo que había ahí, adentro de esos días”. Un apoyo y una presencia fundamental fue la del productor Ariel Polenta. Él lo vio: esas primeras canciones eran oro en polvo. Pulieron algunas y se las mandaron a Hugo Silva, el brasileño que grabó su primer disco en aquel estudio, para que mezcle y masterice. “Nos devolvió una bomba”. Le dieron para adelante con el resto de las canciones. Así y todo ella cuenta que no creía mucho en estas músicas. No estaba muy convencida. Ariel y Hugo la convencieron. Lo tuvo guardado durante meses. Exactamente cuatro años después de su primer disco solista –lo recuerda porque es la fecha de cumpleaños de su abuela- y sin previo aviso lo publicó. “Aparecieron climas y atmósferas más juguetonas, más profundas y más oscuras también. Todo eso termina conviviendo en la música de este disco”. Llevar eso al vivo no resulta fácil pero ahí está la banda: dos sets de percusión, dos guitarras, coros, teclados y ruidos y sonidos. En aquel momento detenido, ella, sola en soledad, se adentró en la hechura de un disco. En silencio concibió un trabajo exquisito. A aquellos días raros les imprimió su propio swing de autora. Dicen que es un disco. Pero todos saben que es un clic moderno.


Noelia Recalde presenta Mi propia casa el sábado 29 en La Trastienda, y el 4 de noviembre en Studio Theater (Córdoba).