Lo primero que hay que decir sobre los comicios de ayer es que pasan cosas raras:

Nadie previó ese resultado, ni el oficialismo, ni la oposición, ni los periodistas y los medios –me incluyo, claro--, ni los politólogos ni los encuestadores, que venían precisamente sondeando el ánimo de los votantes.

Nadie previó este resultado. Incluso, estaba más en los cálculos que, habiendo mucha gente frustrada, bajaría mucho la participación y podría darse un enorme voto en blanco.

Sin embargo, no bajó mucho la participación ni aumentó tanto el voto en blanco.

Hoy, con el diario del lunes, uno se pregunta cómo es que nadie, ninguno de los sectores que fijan agenda, que militan y hacen política, que la siguen de cerca, que consultan a los ciudadanos, ninguno tuvo en cuenta que desde hace un año y medio las clases medias y las mayorías populares lo pasan mal, peor, incluso, que antes, que ya estaban mal.

La pandemia trajo encierros y restricciones que fueron resistidos, provocó un aumento del desempleo, agravó la pobreza, enfermó a mucha gente y se llevó más de cien mil muertos.

Todos los que rechazamos al macrismo celebrábamos como triunfos medidas del gobierno de Alberto Fernandez que sólo eran un alivio a los dramas (llegadas de vacunas, una leve recuperación económica, fábricas que reabrieron, cierto repunte de inversiones). Pero no son triunfos. Son sólo alivios para un cuadro que no será fácil de revertir.

Y, encima, sus beneficios no llegan a todos.

¿Cómo no ponderamos en su justa medida el impacto que tiene la inflación y en especial la de alimentos, y la pérdida de ingresos de los sectores vulnerables, y el hecho de que incluso gran parte de los salarios en blanco hoy no alcanzan para cubrir la canasta familiar?.

Hubo antes un peronismo que convivió con la pérdida de empleos y caída de salarios – el de Menem-, pero al kirchnerismo, que es la principal fuerza del Frente de Todos, nunca antes le habìa sucedido.

¿Por qué creímos, entonces, que las buenas acciones del gobierno (volcar muchos recursos a los sectores vulnerables, proteger a las pymes, generar créditos más accesibles, reequipar el sistema de salud para que no colapsara), y eso sumado a la imagen de desastre de los cuatro años de Macri, alcanzarían para compensar las caídas generales en el nivel de vida, la debilidad del gobierno mostrada frente a los formadores de precios, la tolerancia que tiene a un periodismo terriblemente agresivo, el dejar tantas veces que la oposición te fije la agenda, y las vacilaciones del gobierno frente a los tribunales del lawfare?.

Con el diario del lunes era lo más lógico esperar un voto castigo. Entonces, ¿qué le pasó a la dirigencia oficialista y opositora, a los estudiosos, a los medios, a nosotros para que desviáramos tanto la mirada, y recibiéramos el voto de la mayoría como un inesperado mazazo?.

Formamos, acaso, una casta cultural que se construye sus versiones alejadas del hombre y la mujer de la calle?.

Y, si hoy, con la evidencia parece tan lógico el voto castigo, otra enorme incógnita es qué han premiado al empoderar otra vez a Juntos por el Cambio?.

¿Quién iba a pensar que esa fuerza responsable de la debacle de cuatro años, sumergida en internas feroces, embarcada como oposición en un boycot permanente a los cuidados y las vacunas, iba a recibir ayer una gran palmada en el hombro de los votantes?.

Podríamos matizar diciendo que los 38 puntos de Santilli y Vidal en la provincia de Buenos Aires son casi idénticos a los 38,3 de Vidal en 2019, y que el 40% que obtuvo JxC a nivel nacional es el mísmo de la elección presidencial de octubre de 2019.

¿Por qué subestimamos la derechización de la oferta electoral que provocó que en la provincia de Buenos Aires 12 de las 18 listas fueran ofertas de derecha?.

Apenas un día después de la votación nos sobran las preguntas. Uno de los puntos más cuestionados de la gestión del gobierno es su falta de cuidado a la comunicación. Pues bien, es evidente que está fallando el tacto del gobierno sobre la piel sensible de la población. Pero es más profundo que eso: hay un descalce, una profunda desconexión entre todas las dirigencias y esta sociedad que lleva años castigada y fragmentada.

¿Se puede remontar la foto del 12 de septiembre? Claro que se puede. Cristina de Kirchner remontó dos grandes derrotas, una gobernando en 2009 (dos años después arrasó para su reelección), y la otra como oposición en 2017 (y rearticuló el frente peronista para que en 2019 Macri no llegara ni a una segunda vuelta).

Punto crucial: en los dos casos se remontó con una gestión que no tuvo nada de vacilante.

El reto más cercano es apenas dentro de dos meses, y la cuesta parece abrumadora, pero se es gobierno y, por lo tanto, hay mucho por hacer.