La economía se convirtió en un laberinto. La desregulación financiera, la apertura comercial, la ausencia de políticas laborales y el acuerdo con el FMI constituyen las cuatro paredes de esta trampa construida por el Gobierno. Semejante estructura propició una profunda recesión tras la crisis cambiaria y limitó las herramientas disponibles para estabilizar la economía.

Hacer pronósticos en el actual escenario es desalentador: la economía se contrae hace siete meses, el consumo cae al 10 por ciento, la industria al 13, la construcción al 16, mientras que la inflación se sitúa por encima del 45 por ciento. En ese contexto el Gobierno se compromete a un fuerte ajuste fiscal y monetario para cumplir con el FMI y se adelantan elecciones provinciales.

La estrategia de reactivación es una reiteración de la llevada a cabo en 2016-2017, pero con menos herramientas: no hay expansión fiscal ni proyectos de PPP, el crédito está carísimo y la inversión no se recuperará hasta que no se aclare el panorama económico y político. De esta forma, sólo queda un posible repunte de Brasil que levante las exportaciones, una buena cosecha y Vaca Muerta para traccionar al agro y la industria. Una fuerte baja en la inflación sería lo único que permitiría recuperar los ingresos reales de la población y aminorar la caída.

Dentro de este escenario, Argentina se encuentra sumergida en la mayor de las incertidumbres. La estabilización de la economía dependerá principalmente de lo que pase con el tipo de cambio, lo cual estará vinculado a tres factores de inestabilidad claves intrínsecamente entrelazados: lo social, lo político y lo financiero. El humor social depende fundamentalmente de la recuperación de los ingresos en términos reales y de la amortiguación del desempleo. Las herramientas a mano del Gobierno están muy limitadas por las metas fiscales, por lo que el núcleo se encontrará en la capacidad de los acuerdos paritarios de recuperar lo perdido en 2018. El aumento de tarifas y el calendario de negociaciones colectivas atrasarán esta situación al segundo trimestre, justo cuando comiencen las elecciones provinciales y se vayan definiendo los candidatos nacionales, un contexto en el que un nuevo salto cambiario podría desencadenar otra aceleración inflacionaria, mayor caída del consumo y más recesión.

El escenario político de 2019 se convierte en una variable más dentro del espectro económico. Seguramente la incertidumbre electoral crecerá semana a semana, potenciada por el desdoblamiento de elecciones provinciales. La proximidad podría desatar la dolarización de ahorros, presionando en el mercado cambiario minorista. El foco de los inversores internacionales, por otro lado, estará puesto en el sostenimiento de las enormes ganancias en pesos en el corto plazo, y en la capacidad del gobierno de cumplir en el mediano plazo las metas fiscales diseñadas para garantizar el pago de deuda. En el marco del ajuste del gasto público, el conflicto social puede incrementarse en un escenario eleccionario y generar dudas sobre la sostenibilidad de estas políticas. Ante la menor duda en cualquiera de estos frentes, los fondos mayoristas pueden producir una nueva disparada del dólar incontenible dentro de la “zona de no intervención”.

Argentina enfrenta un gran desafío en el plano financiero durante los próximos años. En el corto plazo, necesita refinanciar gran parte de la deuda durante 2019 y nuevos acuerdos con organismos internacionales para que el país tenga capacidad de honrar sus vencimientos en 2020. El contexto de incertidumbre internacional, sin embargo, resulta adverso para lograr esos objetivos. A eso se suman las dudas internas por la incertidumbre electoral: no existen certezas respecto al pago por parte de provincias y Nación más allá de este año, lo que será ponderado por los acreedores a la hora de decidir si refinanciar o no al país y puede generar una “profecía autocumplida” de la incapacidad de pago. Estas salidas aportarían mayor presión en el mercado de cambios.

Estabilizar la economía, bajar la inflación y esperar la recuperación de los ingresos reales delinean el único camino de cara a las elecciones. Teniendo en cuenta la fragilidad del esquema, esto no es imposible pero parece difícil de conseguir, al menos en una magnitud relevante. El Gobierno está metido en un laberinto de equilibrios inestables, con una estrategia riesgosa. De cara a las próximas elecciones, día a día se verá si pudo escapar del laberinto por arriba con la política o si finalmente no encontró la salida.

* Economistas de Centro Periferia.