#5

La espalda de tu madre con el pullover de trenzas tejidas. El pelo corto, el cuerpo muy delgado. Mirarla es aceptar que ya nunca tendrá la misma alegría de antes; es saber que no está lista para que la abraces tan fuerte; darte cuenta de que hay preguntas que no vas a poder hacerle. Mirarla es tocarla con los ojos, para comprobar a cada instante que es real, que volvió de la muerte cuando ya te creías huérfana.

#11

La pirámide de la Plaza de Mayo apenas se ve. Hay puros cuerpos, muy juntos. Tu pelo está a la altura de los cuellos. Hace calor. Hay olores que pican en la nariz. Gente llorando y riendo a la vez. Cantos, gritos y estruendos. Banderas argentinas. Los ruidos fuertes te asustan. Tu madre te aprieta demasiado la mano y avanza hacia una pancarta. Familiares de desaparecidos. Cuando se encolumnan con esas personas tu madre dice ¡Llegamos!

#16

Piensan a dúo las firmas. Prueban y comentan. Si nombre y apellido, si iniciales, si un garabato que no diga nada pero que sea difícil de copiar. Mirás sus manos, su pelo lacio, sus ojos atentos al papel. Es tu mejor amiga, la que conoce todos tus secretos, la que te banca el bajón de no saber qué hacer con el peso de tu historia. Te sentís afortunada. Sabés que van a cuidar esa amistad para que sea para siempre. Decidís que tu firma será tu apellido. 

#23

Chorrea huevo por el pelo. Pasta de harina, mayonesa, mostaza. Tu hermana te decora con pétalos de rosa. Te toman fotos. Apestás. No ves más que bultos. Hace años que la miopía se desató, salvaje, en tus ojos. Ojos como los de tu padre. No dejás de pensar en él. En un año más vas a tener la edad que él tenía cuando lo desaparecieron. Vas caminando a bañarte a lo de una amiga, sin anteojos. Te sentís bien, no necesitas ver nada.

#28

Ya tenés profesión, trabajo, casa. Estás enamorada hasta el hueso, buscando comenzar tu familia. Pero, ay, las ansias de saber son tu cabalgadura. La facultad ya no te alcanza. Y necesitás seguir adelante. Seguir adelante es escribir. Escribir para ir detrás de tus preguntas, a la par de tus preguntas, por delante incluso, si pudieras. Partir hacia dentro de vos. Donde no haya certezas. Donde no haya nada. Te lanzás.

#33

El más grande sostiene a la recién nacida. Los mirás embobada. Primero los soñaron, después los buscaron y finalmente acá están, juntos. Salieron de vos, los sentiste, los gritaste. Ahora, a hacer que se sientan seguros y libres en el lenguaje de los seres y de las cosas. Que canten y bailen, que rían, que vuelen. Las emociones te llenan. Tu voz y la de tu madre se superponen en un pensamiento: hacer para ustedes un mundo mejor, donde las palabras valgan. ¿Cómo? ¿Qué hacer? No sé, eso. Salir a construirles un mundo mejor.

#39 

Cantan. La velita arde. Pensás tres deseos. Por primera vez desde que tenés uso de razón no está en la lista encontrar a tu padre, saber qué le pasó los últimos días. Ya está. Sabés más detalles de los necesarios. Ya lo encontraron. Ya te sentiste en el reino de lo imposible. La alegría te estalló el cuerpo y quedan los restos. No sabés qué desear. El canto termina y soplás. Aplauden, te besan. Que el tiempo te lleve hasta el final del duelo, que la sangre siga circulando y reuniendo tus pedazos.

#45

Cambiás el piso de tu casa. Una amiga te dice cambiás los apoyos, está bueno. La metáfora te conmueve. Apoyos. La lectura. La amistad. El amor. La escritura. Lo incierto en la escritura. Sí. La vieja y conocida incertidumbre de la infancia. La necesitás para no hundirte en lo oscuro de los días. Te sentís a flote cuando estás buscando. Te enciende ir ahí, a lo completamente desconocido. Ahí estás a gusto. Vos y tus preguntas. Vos y tus rompecabezas. Vos y tu biblioteca infinita. Preparás una nueva cabalgadura. La familia te apoya, es incondicional. Los besás y montás con nuevo rumbo.

También es parte de vos ir hacia aquello que te desafía en el horizonte. 

Y volver.