Las Abuelas de Plaza de Mayo están cumpliendo 41 años de lucha por recuperar a sus nietas y nietos arrebatados por la dictadura cívico-militar que implementó el terrorismo de Estado en la Argentina entre 1976 y 1983. Durante esos años, los crímenes cometidos por el Estado argentino sobre la población civil fueron múltiples. Entre tantos otros, 30 mil compañeras y compañeros fueron desaparecidos, miles fueron encarcelados, otros tantos se vieron en la obligación de marchar al exilio y alrededor de 500 bebés y niños fueron separados de sus familias por la fuerza.

En las más de cuatro décadas de lucha, las Abuelas identificaron a 128 nietas y nietos, impulsaron procesos de justicia, construyeron e impulsaron la construcción de instituciones y generaron un profundo cambio cultural y jurídico con relación a la cuestión del derecho a la identidad. Estos son sólo algunos de los muchos logros obtenidos en tantos años de lucha.

Yo fui uno de esos 500 bebés y niños que fueron separados forzosamente de sus familias durante la dictadura. Pero, afortunadamente, hoy soy uno de los 128 nietos identificados por las Abuelas, lo que me permitió conocer a mi familia y saber piezas fundamentales de mi historia de vida.

Así, pude conocer quiénes fueron mis padres, Ana y Hugo, y algunos rasgos acerca de ellos. De esta manera, supe que habían sido militantes políticos en las FAL y que por esta razón habían sido secuestrados por las Fuerzas Armadas antes de que la dictadura cumpliera su primer año, en enero de 1977. Hoy, casi 42 años después, continúan desaparecidos. También pude conocer con certeza el verdadero lugar de mi nacimiento, el centro clandestino de detención montado por la Armada en la ESMA, sitio en el que nací en cautiverio hacia mediados de 1977.

Estos y muchos otros fragmentos de mi vida pude recién conocerlos hace poco tiempo, cuando ya contaba con más de 37 años. Se trata, en general, de hechos complejos y dolorosos. Sin embargo, son la historia verdadera.   

Aunque mucho más tarde de lo deseado, la verdad sobre tantas cuestiones fundamentales de la vida no me ha permitido “recuperar” mi identidad, porque la identidad humana está siempre en transformación, pero sí enriquecerla, lo que es mucho. Y en este proceso, nuestras queridas Abuelas han sido protagonistas decisivas.