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El mundo|Lunes, 3 de octubre de 2016
La primera ministra británica anunció que la negociación por el Brexit empezaría antes de marzo

Theresa May quiere retomar la iniciativa

La británica deberá especificar ante la Unión Europea el tipo de relación que quiere mantener en el futuro con el bloque regional, a partir de que el Reino Unido deje de pertenecer a él.

Por Marcelo Justo
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Theresa May en su discurso en el Congreso Anual del Partido Conservador.

Página/12 En Reino Unido

Desde Londres

En un intento de recuperar la iniciativa ante las críticas a nivel nacional e internacional, Theresa May indicó que activaría “antes de fines de marzo” el artículo 50 del Tratado de Lisboa para dar comienzo a la negociación del Brexit, la separación del Reino Unido de la Unión Europea (UE). En declaraciones a la BBC previas al comienzo de la Conferencia Anual del Partido Conservador, May añadió que presentará un proyecto de ley para derogar la Ley de Comunidades Europeas de 1972. “Esto marcará la primera etapa para que el Reino Unido sea nuevamente un país soberano e independiente. Marcará el retorno del poder y la autoridad a las instituciones electas en nuestro país y el fin de la vigencia de la legislación de la Unión Europea en el Reino Unido”, dijo May.

A tono con estas declaraciones y para inyectar optimismo a un proceso incierto y delicado, el Congreso Anual del Partido Conservador –cinco días de eventos políticos televisados en directo por la BBC que se iniciaron ayer– se realiza bajo una consigna grandilocuente: “How to make Brexit a success” (“Cómo hacer que el Brexit sea un éxito”). A la luz del tiempo transcurrido desde el referendo del 23 de junio, se puede decir que el gobierno no ha avanzado más allá del título.

Theresa May se tomó más de cien días para dar una fecha aproximada para la invocación del artículo 50, pero en la carta que deberá enviar a la UE tendrá además que especificar el tipo de relación que quiere tener en el futuro, terreno de la más descarnada lucha en el interior de un Partido Conservador, dividido entre los que buscan un “Brexit Light”, que mantenga una relación casi idéntica a la actual, y los partidarios del “Hard Brexit”, que contempla una separación abrupta y completa de la UE.

El “dream team” de Theresa May a cargo del proceso se divide entre estas opciones o se embarcan en una suerte de “no sabe, no contesta”. El excéntrico canciller y ex alcalde de Londres Boris Johnson parecería inclinarse por la versión light, el ministro de Comercio Internacional Liam Fox por la versión hard y el ministro del Brexit, David Davis, navega entre tantas aguas que es un cauteloso “no sabe, no contesta” simlar al de su jefa, la primera ministra. “Queremos tener buenas y estrechas relaciones con el resto de la Unión Europea”, fue lo máximo que ha dicho May. Con esa frase queda claro que al menos no piensa declarar la guerra a la UE.

La interna conservadora es feroz. La corriente eurofóbica, dominada por una agenda thatcherista y neoliberal extrema, quiere cortar rápido y pronto con la UE. Desde esta perspectiva, el artículo 50 es una trampa. “Tenemos que ser conscientes que el artículo 50 puede terminar atándonos de pies y manos. Nadie puede garantizar que el acuerdo final será satisfactorio. Tenemos que estar preparados para abandonar la UE en cualquier momento si no hay acuerdo”, señaló el diputado Bernard Jenkin.

En la vereda de enfrente, los pro-europeos conservadores quieren mantener el acceso al single market (el mercado común europeo) y alertan contra la xenofobia discursiva prevaleciente. “Quieren cortar todo vínculo con la Unión Europea y apoyan una agenda de intolerancia y prejuicio. Las negociaciones serán complejas. Sería un grave error tirar el single market por la borda”, indicó la ex ministra de educación Nicky Morgan.

El impacto económico del Brexit, limitado y zigzagueante por el momento, es impredecible a largo plazo. La semana pasada el CEO de la automotriz Nissan, Carlos Goshn, advirtió que el futuro de la compañía en el Reino Unido es incierto si hay un “hard Brexit” que suba los aranceles para la exportación de coches a la UE. El sector financiero, esencial para la balanza de pagos británica (deficitaria en lo comercial, supervitaria en servicios), podría ser el más afectado si pierde el acceso a los mercados europeos.

El plazo para concluir las negociaciones una vez que se invoca el artículo 50 es de dos años. Dada la complejidad de la negociación, la mayoría de los especialistas considera que el proceso podría exigir hasta una década, algo que requeriría un voto unánime a favor de la extensión de las negociaciones de los restantes 27 miembros de la UE. Es un alto nivel de incertidumbre diplomática para la economía británica en medio del actual estancamiento global.

En el gobierno algunos optan por negar la realidad. En un discurso de la semana pasada, el ministro de Comercio Liam Fox señaló que el Brexit llevaría a un comercio tanto o más libre que el actual con la UE. Las críticas que le llovieron desde la oposición no fueron nada en comparación con las que le cayeron de su propio partido. “Están viviendo en una nube. ¿De qué manera un comercio totalmente libre puede ser más libre aún? Es realmente preocupante que el futuro del país esté en manos de estos políticos”, señaló la conservadora Anna Soubry.

Nadie sabe cómo navegará Theresa May entre estas fuerzas irreconciliables. Con su tautológica frase “Brexit means Brexit” hizo la plancha unos tres meses sin poner una pizca de contenido al significado obvio sobre la separación del Reino Unido de la UE. Con el anuncio ayer de la derogación de la Ley de las Comunidades Europeas dio una de cal y otra de arena para ambos grupos. Esta ley allanó el camino a la incorporación del Reino Unido a la UE: su derogación significa que no hay marcha atrás en el actual proceso. Al mismo tiempo, May aclaró que toda la legislación europea vigente será incorporada a la británica. En la práctica esto significa que las regulaciones laborales y medioambientales, que tan nerviosos ponían a los eurófobos, seguirán siendo parte del derecho británico.

El partido del Brexit recién empieza tanto para los británicos como para el resto de la UE. El impacto de la invocación del artículo 50 en las elecciones de Francia y Alemania el año próximo es impredecible. Ambos electorados son mayoritariamente pro-europeos, pero están experimentando un crecimiento de los secesionistas, encarnados por Marine Le Pen y los nacionalistas de Alternativa para Alemania. El posible voto protesta contra Matteo Renzi en el referendo de Italia este mes, el fantasma de una corrida bancaria que encarnan hoy el Deutsche Bank y el Commerzbank en Alemania y el Monte dei Paschi di Siena en Italia, el impasse político en España y la eterna crisis en Grecia son un mar de fondo demasiado revuelto para la prosecución armoniosa del Brexit.

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