turismo

Domingo, 7 de febrero de 2010

ENTRE RIOS > GUALEGUAYCHU

Camping junto al río

La ciudad entrerriana, famosa por los carnavales, es también una buena opción para disfrutar de las aguas del río Uruguay. Deportes náuticos, cabalgatas, pesca y excursiones. Y cuenta con balnearios y campings como Ñandubaysal, casi una miniciudad de carpas y casas rodantes.

 Por Pablo Donadio

Viaje ideal si se cuenta con vehículo propio, en apenas unas tres horas, posteando las rutas nacionales 9 y 14, se llega a Gualeguaychú, una de las cartas de presentación de la provincia de Entre Ríos. Y no es para menos. Además del Carnaval (en pleno despliegue por estos días), la costanera del río Gualeguaychú y las aguas del Uruguay, ubican a la ciudad en el mapa de destinos cercanos, accesibles y muy disfrutables para toda la familia, sobre todo en estas épocas de intenso calor.

UNA MINICIUDAD Ni bien entrado al pueblo (así le dicen los lugareños, que pese a saberse ciudad no dejan sus modos camperos), hay que buscar un dato preciso para no perderse: “Perdón, ¿cómo llego al camping Ñandubaysal?”. Técnicamente llamado balneario-camping El Ñandubaysal, en honor a los árboles orilleros ñandubays, vale aclarar que el camino de entrada es por momentos tedioso y sus 15 kilómetros apartados de la ciudad, cruzando el Puente Méndez Casariego y atravesando el Parque Unzué hacia el sudeste por RP 42, generan una primera duda. Pero el pago, al llegar, es la sorpresa absoluta: son decenas y decenas de parcelas para instalar carpas, separadas por calles que delimitan terrenos donde están instaladas casitas rodantes que se alquilan como cuartos. Son 35 hectáreas con capacidad para más de 1200 carpas y casas rodantes, y cada camping posee luz eléctrica, agua potable y agua caliente, sanitarios y sectores para lavar ropa y vajilla. Hacia la costa está el supermercado, casi el triple de grande (mercado, verdulería, carnicería, pescadería...) que cualquier almacén de barrio. Hacia un costado, la rotisería y una suerte de cantina con pool, previo paso por la placita de juegos, con hamacas, toboganes y teléfonos públicos. Más atrás, locales que ofrecen desde patitos de goma y colchonetas para el agua hasta ojotas y paletas de playa. Justo enfrente, el alquiler de cartings, motos, cuatriciclos y bicicletas para recorrer toda la zona. Y también tiene una terminal de colectivos interna. Además, un sector exclusivo de dos hectáreas de bosques de ñandubay y espinillos en forma de galería, que garantizan buena sombra a toda hora, invita a disfrutar de 15 dormis de madera con capacidad para cuatro personas cada una. Restaurantes sobre la costa, paradores varios y hasta una gomería y taller mecánico hacen del lugar una mini-ciudad.

Días de playa en el balneario entrerriano de Ñandubaysal.
Imagen: Pablo Donadio

EN LA ORILLA Por más que Gualeguaychú está en plena temporada alta, la tranquilidad casi paradisíaca de la región ofrece un cambio reparador. Eso se nota sobre la playa, hoy repleta de gente, pero sabiamente repartida de punta a punta. Linealmente, sus márgenes abarcan unos mil metros, con suaves pendientes y arenas tímidamente blancas, mojadas por las aguas del río Uruguay, donde sobresalen las instalaciones de Scorpio, un parador de madera con balcón a la playa. Por la noche el clima suele cambiar, y desde los fogones improvisados de los campings a las guitarreadas de las orillas, el distendido tiempo de vacaciones se adueña del lugar. Dicen aquí que es el restaurante-boliche diseñado por el arquitecto y artista Carlos Páez Vilaró, cerrado al paso de este cronista por la crecida del río, el que mejor sabe interpretar las noches entrerrianas. De gran semejanza, aunque mucho más diminuto, a la uruguaya Casapueblo, este parador de terrazas blancas tiene un salón descubierto donde la música y el bar suelen congregar a grandes y jóvenes por igual. Servicios de carpa y sombrilla, y carros-bicicleta de agua, gomones, jet-ski, tablas de windsurf y kayaks están en alquiler para recorrer las cercanías, vigiladas por guardavidas calificados en horarios de baño. También se brindan por la región entretenidas cabalgatas, que pueden ser guiadas dentro del área del camping o alejarse un poco hacia los alrededores, donde los bosques resguardan la vida de carpinchos, vizcachas, ciervos, antílopes, ñandúes y más de 200 especies de aves. Desde luego, la pesca es un denominador común en cada recoveco o mini-acantilado de estas playas: tararira, surubí, patí y con suerte algún dorado están presentes en esta época y hasta abril, cuando el pejerrey comienza a transformarse en la pieza más sobresaliente.

Como broche final de actividades, algunos prestadores organizan la visita a un viejo arenero semihundido en medio del río Uruguay. Buena y recomendable travesía náutica, que fusiona la emoción de andar a gran velocidad en lancha con algo de la historia de la zona. Así, desde aguas adentro se tiene una curiosa visión del balneario, mientras se escuchan interesantes relatos de cómo fue hundida aquella máquina que extraía arena para las playas de las orillas.

Un bosque inmenso en el camping del balneario brinda fresca sombra a los veraneantes.
Imagen: Pablo Donadio

AL CARNAVAL Claro, es imposible no pasar al menos una noche por “El Carnaval del País”, como lo autopromocionan los entrerrianos. Inaugurada tempranamente la temporada 2010, fueron cerca de 25 mil personas las que presenciaron la apertura el sábado 2 de enero, con las pasadas de las comparsas Papelitos, O’Bahía y Ará Yeví, que compiten este año por el desentierro del Rey Momo, quedando afuera la famosa Marí-Marí, por salir última el año pasado. Uno de los cierres más importantes es el de los bailes tribales de O’Bahía, entre colores, trajes repletos de lentejuelas, desnudos artísticos y el creciente body painting. Todo muy pintoresco y alegre hasta aquí, salvo un detalle no menor de este año: los costos. La entrada general cuesta $ 60, a lo que hay que sumar entre $ 10 y $ 40 para acceder a las tribunas de cemento de los clubes, que van incrementando sus tarifas de acuerdo con la mejor ubicación.

Finalizado el paso carnavalero, y antes de dejar Gualeguaychú y su paisaje litoraleño, es más que recomendable llegar al Parque Unzué (camino del camping Ñandubaysal) y al complejo de termas local, ambos sitios ideales para volver renovado y relajado a las actividades diarias.

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Carnaval. Carrozas alegóricas desfilan por las calles de la ciudad entrerriana.
Imagen: Pablo Donadio
 
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