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Viernes, 15 de abril de 2016

HETEROSEXUALIDAD REVISADA

La lengua afilada

Poeta, actriz, slammer y coequiper de Paula Maffía en el proyecto musical Boca de Buzón, Mariana Bugallo aporta su perspectiva al debate sobre qué es lo que define hoy la heterosexualidad y sus privilegios, y explica por qué el futuro es queer.

 Por Paula Jiménez España

“¿Podés creer? ¿podés creer que yo estoy acá sintiéndome mal porque mi tía quiere que me case? Es ridículo que ella quiera que me case y que yo ahora quiera casarme porque ella me lo dice. Es ridículo lo atrapada que estoy. Mi motivación para escribir es ese asombro”, dice, con los ojos bien abiertos, Mana Bugallo. Esta actriz, ganadora del 3er Slam de poesía oral de la Copa FILBA 2013, escritora y coequiper de Paula Maffía en Boca de buzón -espectáculo que desde hace menos de un mes tomó también formato radial-, es ante todo una mente lúcida, una irreverente deconstructora del sexo, del género y de todo lo que se le cruce por delante. “Si alguien dice de un bebé: ay mirá cuando tenga novia, yo siempre pienso, por ahí tiene novia, por ahí no. Y tal vez ese nombre tan bonito que le pusiste no va a aplicar más tampoco dentro de unos años”, dice.

¿Será por esa desnaturalización con que mirás la vida que se reconoce siempre en lo que decís un fin político?

Todo es político. Y más para mí, si laburo de subirme a un escenario y hablar. Tengo una responsabilidad que voy entendiendo. Y me permito cometer errores y estar equivocada. Es un gran error pensar que estás representando siempre todo bien. Lo que represento va cambiando con el tiempo. Yo hace cuatro años escribía desde ser mujer, hoy lo hago desde ser feminista. La idea de ser mujer se me fue desdibujando con el tiempo, es una idea que hoy solo se me despierta ante la violencia machista. Ahí sí soy mujer.

En el lugar de lo vulnerable…

Exactamente. ¿Vos viste lo que los medios te dicen sobre qué es ser mujer? Somos unas taradas, es increíble. Todas las representaciones son un horror. Yo no soy eso ni en pedo. Que yo tenga concha no tiene nada que ver con eso que me están mostrando. Que yo quiera hablar desde el feminismo no es solo para las mujeres.

En una entrevista dijiste que eras “un hombre homosexual atrapado en el cuerpo de una mujer heterosexual”…

Sí. Yo no entendía nada en ese momento y si me lo perdono, es porque sostengo que soy puto. Tiene que ver con la identificación con mis amigos gays. Igual, desde el momento en que dije eso hasta ahora, mi idea de varón y de mujer cambió muchísimo, jamás podría seguir diciéndolo. La idea de varón homosexual tampoco existe más para mí. Claro que la visibilización es importantísima y cada colectivo tiene su derecho y responsabilidad sobre esto, porque así se avanza. No creo que estén mal las etiquetas, porque ayudan un montón en cierto momento, pero a mí en lo personal no me representan nada.

En un texto tuyo decís “Mujeres heterosexuales del mundo, no tengan miedo: yo ya me los cogí a todos”. Lo que al menos se deduce de eso es que te colocás por fuera de la heterosexualidad, al hablarle a estas mujeres en segunda persona…

Me parece una circunstancia muy fortuita que a mí me gusten los tipos. Empecemos porque todavía no me pasó enamorarme de una chica, no tuve hasta acá una relación de pareja con ninguna. No me parecería alejado de la realidad que eso ocurriera. Pero si no ocurre, no es indicio de que yo sea heterosexual. Que a mí me gusten los tipos no me define como hétero. La heterosexualidad es asesina a veces: no me quiero poner en ese lugar. A mí no me gustan todos los tipos, porque no los conozco. Así que no sé si me gustan los tipos, te puedo decir quienes me gustan. Todos esos tipos que me gustan tienen pene.

Bueno, hay chicas trans que tienen pene…

Hablando de mujer trans me acuerdo de mi novio. Mi novio jamás se presentaría ante el mundo como “soy hombre”. Es varón de clase media, visiblemente blanco, pero es judío. Y si él se tiene que pensar como algo, es como judío antes que como hombre. Por eso entiendo a las mujeres que se presentan como mujeres, porque es una reivindicación que está bien hacer. Si conocés travestis, la idea de lo masculino o lo femenino se te va al carajo.

Sos amiga de Susy Shock y de Marlene, ¿trabajaste con ellas?

Sí. Susy para mí es una mentora, cuando la conocí flasheé. Pensé: es el futuro. Representa una manera de pensar, que yo no sabía, pero era la mía. Y lo hace desde el amor y la ternura, incluso con gente ignorante como yo lo fui. Marlene, una noche, estuvo horas respondiéndome preguntas que no podría haber dicho en voz alta a nadie. Ella me despejó dudas, que por el solo hecho de decirlas ya estás poniéndote en un lugar medio choto. Pero si no las hacés, no te las contestan y no aprendés. Hay un área medio gris de pedagogía que hay que hacer. No creo que se le pueda exigir a las travestis que eduquen al pueblo argentino y que le expliquen por qué la expectativa de vida tendría que ser mucho mayor que 35 o 40 años o que deben ser tratadas mejor. No les pido eso, pero en ellas ocurre. Me pasó también eso hablando con Karen Bennett. Hay cosas que directamente a mí no me pasaron, pero que no me hayan pasado a mí no significa que no pasen. Son gente que me abrió la cabeza. No creo que lo que hago le haga justicia a esa enseñanza por mucho tiempo.

Sin embargo, pareciera que ya formás parte artísticamente del universo queer…

Absolutamente. La última marcha a la que fui, marché con la Colectiva Lohana Berkins. Uno de los cantitos era “Macri no es puto, es liberal, hacete cargo él es heterosexual”. Y me encantó. Me hice cargo yo cantando y que ahora se haga cargo otro que pasa caminando y escucha esto. Estábamos hablando con una chica que estaba con la novia y me incluyó en un plural como lesbiana y le dije que yo no lo era. Y ella se asombró y tuvo que hacer la vuelta de entender que aunque me gusten los tipos elegía estar ahí. Yo me siento parte del universo queer pero sé que todes tuvimos que hacer un laburo para que yo sea parte. Y por eso estoy agradecida. Es una línea muy delgada, podés estar de acuerdo con un montón de cosas, pero también tenés que tener cuidado de no mal representar a una comunidad. Yo no estuve expuesta a eso, no tuve que salir de ningún closet, y durante mucho tiempo creí que mi deseo no se sentía amenazado.

¿Ahora no lo creés?

¡No! Pienso que el futuro es queer porque lxs heterosexualxs estamos totalmente atrapadxs. La opresión tiene en su último eslabón a la comunidad gltb, pero ese mundo a mí no me conviene. Tengo suerte de ser blanca, clase media y que me guste la pija, pero al mismo tiempo como mina estoy rejodida. Los hombre también. Nadie puede hacer nada. Yo tengo un texto que dice: “Qué difícil que debe ser, ser varón heterosexual y no poder ir detrás de ese único chico que te gustó”.

Una vez dijiste que querías dejar de ser guardiana inadvertida de la heteronorma…

En la época en que hice esa entrevista fue la época en que conocí a Marlene y a Susy y de pronto me di cuenta de que yo quería estar lúcida, no ciega ante lo que representaba y no quise representarlo más. Lo lúcido es humorístico. Ahora tengo que luchar con no volverme una amargada, porque mi sentido del humor se corrió. Hay un montón de cosas que no eran tan graciosas como yo pensaba. De golpe todo lo que decía me parecía muy importante, pero tampoco ese es el camino. Después entendí que se podía. Yo aprendí que cuando me equivoco es porque tengo mis límites. Hay una lupa que me pongo si voy a hablar de temas que involucran a la comunidad lgbt, sin haber sufrido las cosas que allí se sufrieron. Yo no puedo decirte que soy trans sin poner la pata en algo que no me corresponde, desde mi lugar de privilegio me cuesta, pero ideológicamente es con lo que me identifico.

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Imagen: Sebastián Freire
 
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