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Jueves, 30 de octubre de 2014

PSICOLOGíA › CULPA Y RESPONSABILIDAD, TRAS LA PéRDIDA DEL TIEMPO PARADISíACO

El mal que habita en cada ser

Ante las preguntas sobre el origen del
mal existe el mito del Génesis: Adán
somos todos, y todo se reduce a la caída.

 Por Gabriel Levy*

Si algún desafío tenemos hoy aquellos que nos dedicamos al psicoanálisis como analistas consiste en poder transmitir, cuestiones que se desprenden de dicho discurso, de forma tal que se entiendan, en todo caso que sean legibles, contando con las limitaciones, relativas al uso de términos, que en muchos casos no son usuales, o más bien, que se desgastaron por su "uso".

La cuestión del mal, concierne a varios discursos, el derecho, la filosofía, seguramente la teología, este último, posiblemente el más concernido, en lo que al mal se refiere. El mal es cosa del hombre civilizado, lo que significa, por fuera de un estado natural, es ahí donde podemos ubicar el mal. De allí la primera afirmación, quizás obvia, pero para nada superflua: no hay nada del mal por fuera de lo humano. Dicho de otro modo, nada del mal nos es ajeno, forma parte de nuestro "ser", éticamente considerado, dicho más precisamente, nuestra projimidad. No solo está en nosotros, sino que actúa, es decir, es eficaz, no es sin consecuencias.

Nada más humano que el mal, no es del orden del ser ontológicamente considerado, es del orden del hacer, concierne al obrar humano, está en el corazón mismo del obrar humano, el mal es subjetivo, incumbe a nuestra existencia como sujetos, de la cual somos irremediablemente responsables.

Abundan las consideraciones acerca de la pregunta sobre el origen del mal, en el lugar de la falta de respuesta, tenemos el mito, para el caso, el mito del Génesis, el más importante en lo que hace a la simbólica del mal. Es un mito, de una economía notable, resuelve de un solo golpe, varias cuestiones. ¿Quién es Adán? Adán somos todos nosotros, es un mito prehistórico, que tiene la función de hacer entrar el mal, en la historia, más precisamente en una lógica, que la historia de cualquier sujeto, testimonia o reproduce. Reduce nuestra condición humana, en su relación al mal, a un solo hombre, un solo acto, y a un solo instante -﷓que es el de la caída-﷓, no hay mucho que agregar, así ocurrió. De allí, que a partir de ese acto -﷓el de Adán-﷓, se establece un tiempo de inocencia, pero en una lógica que indica no que estaba la inocencia, y se produce el acto, sino que el acto en un solo movimiento, significa lo que queda detrás como un tiempo de inocencia, un tiempo paradisíaco.

La consecuencia no es menor, al rematar un tiempo de inocencia, con la entrada del mal, ahora podemos decir, del mal que nos habita como sujetos, a partir de allí, y esto es taxativo, toda inocencia está perdida, la pretendida inocencia, toda inocencia es pretendida, es la existencia del mal lo que determina cualquier atribución de inocencia, por fuera de la objetivación jurídica. De paso, agregamos, que la existencia del Derecho mismo atestigua de la existencia del mal. Inocencia proviene de "fianza", si imaginamos una inocencia Ideal, que no existe, sería una inocencia que se fía completamente de otros, fiar en el sentido que se presta fe, que se confía. El derecho existe, tiene su base en la falta de confianza, es necesario, precauciones, garantías, instrumentos, que anticipan imputaciones, etc. No se desconfía solo de los otros, se desconfía de los otros tanto como de nosotros mismos, el otro no es sino el sujeto mismo, y la consideración no es antropológica.

Evoquemos a Freud en este punto: "... En realidad el Paraíso no es otra cosa que la fantasía colectiva de la niñez individual".

Retomando, la desconfianza se funda en la existencia del mal, se desconfía porque no hay duda alguna de la esencia misma del hombre como maldad.

El sujeto con el que nos encontramos -﷓no en todos los casos-﷓ es a su vez imputado y tribunal, bien podríamos considerar los alcances de la figura jurídica del tribunal, es la conciencia moral de cada uno.

También podríamos definir la culpabilidad, como un juicio de imputación del mal en cada uno, al fin no somos responsables por culpables, sino que nos consideramos culpables por ser responsables.

*Psicoanalista cofundador de "Freudiana" Institución de Psicoanálisis. [email protected].

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Adán y Eva, de Durero, una visita al mito de la inocencia.
 
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