rosario

Viernes, 4 de marzo de 2016

CONTRATAPA

Dialéctica bajo el árbol

 Por Roberto Retamoso

El nieto: Abuelo, ¿qué son los buitres?...

Abuelo: Unos pájaros grandes, que andan siempre en bandadas, y que comen carroña, es decir, carne ya muerta y podrida...

El nieto: ¡Qué asco!... Pero yo no hablo de esos pájaros, sino de esos otros buitres a los que, según he escuchado, hay que pagarles...

Abuelo: Ah, te refieres a los así llamados holdauts. Esos son unos acreedores de la Argentina que, lejos de cobrar lo que nuestro país podía pagarles, se niegan a hacerlo, con el fin de cobrar mucho más que eso.

El nieto: ¿Y por qué nuestro país debería pagarles, abuelo?...Además, ¿de dónde saldría el dinero para hacerlo?...

Abuelo: Son muy buenas preguntas, que trataré de responder de modo que me comprendas. Se dice que nuestro país debería pagarles, pero no han sido ellos quienes invirtieron el dinero que reclaman. En realidad, lo único que hicieron fue comprar unos bonos por los cuales nuestro país contrajo deuda pública, que es una forma que tienen los países de lograr dinero en el exterior. Lo que ocurre es que esos bonos pueden venderse, y cotizan, es decir, adquieren un valor, que puede variar según las circunstancias, por lo que el negocio para estos holdauts consiste en comprar esos bonos cuando están baratos, y venderlos posteriormente, o cobrárselos mucho más caros al país que los emitió cuando se dispone a pagar. En cuanto al origen de los fondos para el pago, no es otro que el de las arcas públicas, es decir, el dinero de todos nosotros.

El nieto: ¿O sea que son unos mercaderes de la deuda pública, cuyos actos terminarán por afectarnos a todos?...

Abuelo: Exactamente. Compran deuda de los países como quien compra una mercancía para comercializarla. Aunque no se trate de una mercancía material, como las que estamos acostumbrados a ver y palpar, sino de algo mucho menos concreto, puesto que se trata simplemente de papeles, o valores, como suele decirse. El problema, en este caso, es que quienes responden por esos valores son todos los habitantes del país, y no sólo quienes se han endeudado.

El nieto: Abuelo, eso me parece carente de toda lógica, y además, injusto.

Abuelo: Desde ya que lo es. Pero las cosas son de este modo porque los gobernantes que contrajeron la deuda pública, o externa, lo hicieron a título de representantes de todos los argentinos, dado que es ésa su condición formal, ya que no sustancial, puesto que lo que hacen, generalmente, nada tiene que ver con los intereses de sus representados, y mucho, por no decir todo, con los de sus mandantes.

El nieto: Pero si son nuestros representantes, ¿no somos nosotros, precisamente, sus mandantes?...

Abuelo: Deberíamos serlo si ellos actuaran conforme a las leyes y a lo que dicta la Constitución, pero en la realidad las cosas se presentan de otra manera. Los mandantes de nuestros representantes, lejos de ser aquellos que los eligieron por medio del voto popular y democrático, son seres muy poderosos y muchas veces anónimos, al menos para esas mayorías que los votaron, que suelen vivir en lugares lejanos y extranjeros, desde dónde ordenan, a nuestros gobernantes, qué deben hacer, sobre todo en materia económica. Así funcionan las cosas, lamentablemente, en el mundo.

El nieto: Abuelo, éso es incomprensible. ¿Por qué razón yo debería pagar una deuda que no he contraído?...A todas luces es injusto, pero además, tal como tú lo explicas, significa desligarse de una obligación, o de una responsabilidad, para transferirla a quién no le corresponde.

Abuelo: En efecto, y tal como bien lo señalas, esta cuestión posee ribetes éticos más allá de sus aspectos políticos. Pero como nunca, aquí, se constata que la ética no está por fuera, o al margen, de la política. Se trata, más bien, de todo lo contrario. Ahora, dicho esto, permíteme decirte que el asunto ofrece además una dimensión filosófica, porque la justicia o injusticia de la situación se vuelve relativa conforme concibamos nuestra relación ya no con nuestros gobernantes, que me parece absolutamente nítida, sino con algo previo, y constitutivo del problema, como es el Estado.

El nieto: No entiendo, Abuelo. Dime a qué te estás refiriendo con eso.

El Abuelo: Me refiero a lo que significa el Estado, que es no solamente el conjunto de las instituciones que rigen y ordenan nuestra vida pública, sino también, y de manera esencial, aquello que en tanto que país, o nación, nos representa ante el resto del mundo.

El nieto: ¿De manera que el estado vendría a ser nuestro representante ante los demás países?... Pero, ¿no desempeñan ese papel nuestros gobernantes?...

El Abuelo: Son distintos niveles de representación. La de los gobernantes es, por así decirlo, circunstancial cuando no efímera; la del Estado es permanente, y trasciende los márgenes de un mandato político. Por ello el Estado nos representa de manera mucho más genuina que un gobernante de turno. Y por esa razón, asimismo, el Estado nos involucra, aunque no lo sepamos o no nos agrade, porque es el que dispone de los recursos materiales y simbólicos comunes, de los cuales nosotros, el conjunto de los habitantes del país o nación por él representados, somos sus legítimos propietarios, y no aquellos gobernantes que los administran de forma espuria.

El nieto: Nuevamente me confundes, Abuelo, porque separas al Estado de los gobernantes, y al final no sé cuál de ellos es responsable de lo que nos ocurre.

El Abuelo: Esa confusión puede despejarse fácilmente, si piensas que los gobernantes no son más que administradores momentáneos del Estado, y que necesariamente mutan en una democracia, pero el Estado permanece inmutable.

El nieto: Si no entiendo mal, ¿eso significa que el Estado permanece mientras que los gobernantes cambian?...

El Abuelo: Entiendes bien, lo que significa asimismo que los gobernantes pueden actuar con distintos criterios, obedeciendo a distintos intereses, cuando acceden al manejo del Estado. Así como hubo gobernantes que nos endeudaron o quieren endeudarnos de un modo que tiene graves consecuencias para todos, los hubo que lograron nuestro desendeudamiento. Hace unos años pagaron la mayor parte de la deuda externa, por medio de un acuerdo con los acreedores, del que se sustrajeron los holdauts, especulando con que llegaría un momento como éste, en el que gobernantes que quieren volver al pasado, terminarían por pagarles no lo que se pueda sino lo que ellos quieran. No sé si sabes que holdaut significa, literalmente, quedarse fuera de algo, lo que denota la forma en que se comportan.

El nieto: Quedarse fuera de los que aceptan el acuerdo, por lo visto. Pero dime, Abuelo: entonces, ¿por qué nuestros gobernantes le permiten que actúen de ese modo?...

Abuelo: Porque estos gobernantes, lejos de pretender desendeudarnos, aspiran a endeudarnos tanto o más que antes, para permitir que sus mandantes extranjeros se beneficien largamente.

El nieto: ¡Son traidores a la Patria!...

Abuelo: Veo que has terminado de entender la cuestión. Como siempre, y a pesar de tu corta edad, tu aguda inteligencia termina imponiéndose.

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