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Miércoles, 10 de febrero de 2010

CULTURA / ESPECTáCULOS › BEATRIZ VITERBO, O LO QUE NO PUBLICAN LAS GRANDES EDITORIALES

Una editorial para lectores de lujo

La fundaron tres mujeres egresadas de la UNR, y en sus casi 20 años de existencia ha publicado unos 250 libros. "Nosotros publicamos los libros que nos gustan; aunque hay un público muy restringido para literatura de este tipo", dijo una de las directoras.

 Por Beatriz Vignoli

Beatriz Viterbo: igual que un personaje del cuento "El Aleph" de Jorge Luis Borges (personaje que allí oficia de musa ausente y póstuma), así se llama una de las editoriales argentinas que tienen nombre de mujer. La fundaron tres mujeres, la sostienen dos, y en sus casi 20 años de existencia ha publicado, en Rosario, unos 250 libros para "lectores de lujo", por citar una salida ingeniosa de su autor pionero, César Aira, quien incluyó a las tres editoras como personajes de una novela suya, Los misterios del Rosario. Para comprender este milagro, una candente mañana de febrero Rosario/12 entrevistó a Adriana Astutti, docente de Letras y una de las artífices de la editorial, en su casa llena de cuadros, plantas y, por supuesto, libros. A la pregunta por los comienzos de Beatriz Viterbo Editora, ella rememora con precisión: "Empezamos en 1990 con el proyecto".

¿Quiénes?

Sandra Contreras, Marcela Zanin y yo. Nos habíamos recibido, en la Escuela de Letras de la UNR, y estábamos hablando de qué nos gustaría hacer. Se nos ocurrió poner una editorial en la que se publicaran cosas que no publicaban las grandes editoriales, que no tuvieran posibilidad de ser best sellers y que nos gustaran mucho. Empezamos a hablar con gente para que nos aconsejara, y fuimos a hablar con César Aira. Sandra lo estaba ya leyendo. Aira nos dio un libro de ensayos, los de Copi. El nos dijo que habláramos con Alberto Laiseca, que tenía un ensayo muy lindo sobre el plagio. También nos recibió muy bien y sacamos Por favor plágienme, y el Copi, y un libro en la colección Vidas imaginarias, que eran cartas de Francis Scott Fitzgerald, en una traducción y compilación de Gerardo Gambolini, un libro precioso. Esos tres fueron los primeros. Y enseguida abrimos la colección de ensayo y sacamos un libro de Alberto Giordano, Modos del ensayo. Seguimos con esas colecciones bastante tiempo.

¿Las colecciones son de ensayo, novela y carta?

Sí. Y en el '91 eso era bastante raro. Tuvimos una recepción de prensa buenísima.

¿Cómo resolvieron la distribución?

Tuvimos muchas vueltas, muchas distribuidoras, hasta que en el 2002, la editorial Tusquets, con toda la debacle, decidió armar un catálogo de editoriales independientes; armó una selección y nos llamó. Y de ahí en más seguimos con ellos, todavía estamos con ellos. En ese momento estaban Adriana Hidalgo, Bajo la Luna, Elefante blanco. Eso y el programa de la Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) que a partir de ese año empezó a comprar libros para bibliotecas, son un sustento.

Claro, porque el mercado, si no...

El mercado es complicadísimo para este tipo de libros. Es casi imposible contar sólo con el mercado. Nosotros publicamos los libros que nos gustan; no pensamos en ventas de 3 mil ejemplares para sacar un libro, una venta con la que una editorial se puede sostener. Bueno, hay un público muy restringido para literatura de este tipo.

¿Literatura, de qué tipo?

-No quiero decir buena ni mala, ni alta ni baja. Es una literatura que exige un lector medianamente formado...

Competente.

Competente, y con un interés específico. Un lector que no lee para que le cuenten una historia y distraerse un rato, sino que lee porque ama el modo de funcionamiento de ese aparato y quiere saber sobre eso, y disfrutarlo. Como dijo César Aira en una conferencia acá hace un par de años, cuando se le presentó alguien y dijo que era un humilde lector suyo. Y él respondió: "Yo no tengo humildes lectores. Yo tengo lectores de lujo". Ese lector existe, pero es un lector a muy largo plazo.

¿El prestigio tiene otro tiempo?

No sé, prestigio es una palabra... Quisiera pensar que después de casi 20 años nos ganamos una cierta confianza. Es lo que te sirve cuando publicás a un autor que hasta ese momento es inédito, al que lo único que le podés ofrecer es un catálogo que lo respalde. Siempre pensamos que había que publicar cosas que por algún motivo nos parecen necesarias. A lo mejor eso visto desde afuera se traduce en una editorial con prestigio, no sé.

¿A la selección la hacen ustedes?

La lectura inicial la hacemos un poco nosotras y otro poco la hace Marcela Zanin. Que dejó de formar parte de la editorial a mediados de los 90, pero siguió colaborando.

¿Los autores que quieren publicar, les llevan el libro a ustedes?

No. Los llevan a la oficina de la editorial, en Sargento Cabral 74, arriba de la Librería del Puerto. Generalmente mandan un mail, se comunican ahí por teléfono (4256909), la dirección está en la web (www.beatrizviterbo.com.ar; [email protected]), y llaman y llegan... Antes recibíamos todo, y ahora estamos más cautas porque no damos abasto para hacer los informes.

¿Cómo financian la edición?

Nosotros hemos hecho muchos libros con aporte parcial, una parte de la editorial y una parte del autor. Es muy difícil sostener una editorial chica independiente de autores inéditos sin subsidio estatal sin recurrir a veces a eso. El tema es que nosotros sólo hacemos eso con libros que, si tuviéramos la plata, publicaríamos nosotras. A muchos los hemos hecho con ayuda del Centro Cultural Parque de España, como La nave del olvido (antología de crónicas del escritor español Edgardo Rodríguez Juliá). Muchos autores se publicaron con el premio del Fondo Nacional de las Artes. Otros libros recibieron becas de la Fundación Antorchas. Muchos libros de la colección de ensayos tenían subsidios de las universidades. Las universidades financian la publicación de los resultados de sus investigaciones. Nosotros siempre fuimos combinando: en algunos libros teníamos subsidios que nos permitían ahorrar aporte editorial y en otros no. En 1997 sacamos los tres tomos del Teatro Reunido de Manuel Puig, a pulmón; todavía tenemos miles para vender, y acaba de salir una edición compilada en otra editorial, de lo mismo. Había libros con los que tenías ayuda, que te permitían juntar para estos antojos que uno tenía, porque se sabe que el teatro es difícil de comercializar.

¿Qué instituciones subsidian la edición?

El FNA tiene una beca para edición, el Parque España, la embajada de Brasil tiene subsidios para la traducción... El Instituto Goethe tiene subsidios para la traducción. La ciudad de Rosario y la provincia de Santa Fe tienen sus editoriales institucionales, no subsidian a las editoriales independientes locales, pero la ciudad de Buenos Aires da subsidios enormes para proyectos de edición a las editoriales independientes. Entonces es muy difícil competir en presencia y en novedades con editoriales incluso más chicas y más nuevas, pero que tienen un apoyo estatal fuerte, que me parece un apoyo muy acertado como política estatal. La Nación está haciendo las compras de la Conabip. A partir de los listados que las editoriales presentan en cada llamado, una comisión selecciona los libros publicados y te compran 1300 ejemplares, con lo cual te queda para publicar otros proyectos. Eso está manejado con mucha seriedad.

¿Los llamados se publican?

A nosotras nos llegan a través de la Cámara del Libro. Está la Cámara del Libro, está la Cámara de Editores Independientes, y está la Cámara de Publicaciones. Para nosotras ese respaldo de la Conabip fue fundamental. Una obra que tarda 10 años en rotar no se sostiene económicamente. Por eso el Estado tiene que apoyar justamente ese tipo de proyectos, y es lo que hace en todo el mundo. Las editoriales independientes tienen apoyo institucional en todo el mundo. No es que sea un fracaso argentino. en el mercado, digamos. Las políticas de bibliodiversidad están instaladas desde el 2000 en todo el mundo: apoyar y subsidiar proyectos de editoriales independientes.

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Adriana Astutti, una de las fundadoras de la editorial rosarina.
 
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