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Jueves, 14 de julio de 2016

SONIDO, CONCEPTO Y TéCNICA DE EL MATó A UN POLICíA MOTORIZADO

“Tal vez Violencia funcione como una especie de transición”

En los últimos años, los músicos del quinteto emblema del indie rock post Cromañón han estado en el eje de descubrimientos y vindicaciones, ensayos y entrevistas, giras por Europa y padrinazgo lo fi. Era momento de que el foco volviera a estar en sus canciones y en la alquimia magnética de su sonido.

 Por Julio Nusdeo

Es Manuel Sánchez Viamonte, en la piel de Pantro Püto, el que rompe el silencio y aporrea su guitarra, el brazo derecho baja en golpes de martillo neumático, su cara dibuja una sonrisa en plena concentración, como quien sabe lo que sigue –todos allí lo saben–, y entonces esa repetición monocorde que se extiende como un gran manto de nubes de distorsión es captada por ese terminante patrón de Doctora Muerte (Guillermo Ruiz Díaz) y las cabezas de todos los presentes esa noche al aire libre se mueven al tiempo que ese Niño Elefante (Gustavo Monsalvo) al que le cuelga una Stratocaster escala punzante y un eco de voces acompaña la ascensión a Tormenta roja, que ya entre los graves que dispara Santiago Barrionuevo se siente lista para desatarse y soltar: “Es igual hoy para empezar…”

Esa noche de verano, la convocatoria era en la Ciudad Cultural Konex y El mató a un policía motorizado presentaba el maxi-simple Violencia. Presenciar cómo canciones de distintas etapas del combo platense determinan un cuerpo mayor demuestra no sólo el proceso de añejamiento sino lo indelebles que pueden ser los buenos temas. Y así como una tarde de 2006 su manager Alejandro Almada, enfundado en uno de sus más vistosos suéteres, fue categórico en eso de que esos pibes eran algo que no había que perder de vista, diez años después su show capta y mantiene la atención desde distintos aspectos. Pero habiéndose dicho y escrito suficiente sobre el encanto que envuelve a El Mató, su prosa, antecedentes, dibujos, el espíritu de amistad, los vínculos futboleros, la renovación de la escena independiente y más, el NO se planteó hurgar en la progresión sónica del ahora quinteto.

Aquel primer álbum de mismo nombre que el grupo, que desde el momento cero invitaba a saber de qué hablaba alguien que cargaba tal aseveración, fue grabado en 2003 por Miguel Canel, el mismo responsable de los prestigiosos pedales Dédalo Fx. Gusti Monsalvo recordaba aquella experiencia en una entrega de la columna Chiches Que Chiflan de este suplemento (20/9/12) y revelaba que entonces lo único que usaron fue distorsiones. Para el track final, Prenderte fuego, y en algunas canciones que quedaron afuera, llegaron a enchufar cinco pedales de distorsión juntos: “Un OverDrive Boss, un Rat Pro Co, uno re barato que teníamos dando vueltas y unos Dédalo”. Miguel hasta sintió lástima y le regaló uno.

La evolución sonora se volvió evidente a través de la trilogía de Navidad de reserva (2005), Un millón de euros (2006) y Día de los muertos (2008), la cual cargaba, además de hits instantáneos como Navidad en Los Santos, Vienen bajando, Mi próximo movimiento o el archi gritado Chica rutera, momentos en los que se vislumbraba esa comunicación entre instrumentos en la que cada uno ocupa un lugar definido. Quizás, en retrospectiva, ellos escuchen empastados esos trabajos, pero sin duda la semilla ya estaba ahí.

La Dinastía Scorpio (2012) fue el álbum para el que trabajaron por primera vez maqueteando las canciones hasta el momento de tenerlas listas para su entrada en el legendario estudio Ion, bajo el cuidado de Eduardo Bergallo –responsable de mezclas de trabajos de Cerati, Bochatón y Melero– en los controles. Desde el comienzo, con ese conteo de la guitarra reverberante de Monsalvo en El magnetismo, El Mató entregaba una nueva versión de su propia alquimia. Sumado a la incorporación del tecladista Agustín Spasoff (Chatrán), el álbum cuenta con grabaciones realizadas en otros dos lugares y a cargo de dos profesionales que aportaron a un sonido más amplio. Hernán Agrasar (manager y productor de Utopians) grabó en Fuera del Túnel y José “El Peta” D’Agostino hizo lo suyo en su estudio Moloko Vellocet. Las texturas de las guitarras se habían vuelto mutantes, pudiendo sonar apretadas como si fueran sintes, como en Chica de oro, o shoegaze, como en Terror.

Entre La Dinastía Scorpio y Violencia, los músicos y su sonidista Lucas Rossetto montaron un espacio donde grabar y probar nuevos fuegos de artificio: “Es una casa que Santi le alquila a la hermana, por Barrio Jardín, en las afueras de La Plata”, dice Manu. “Está un poco venida a menos, pero le fuimos poniendo onda. Tenemos la batería y los equipos microfoneados para poder grabar ensayos e ir probando. Y con Lucas vamos editando.” Así arrancó Violencia. Dice Santi: “Empezamos en casa con la intención de grabar un disco. Tenemos como veinte canciones, y cuando estábamos dándoles forma vimos que estaban éstas que no encajaban tanto entre lo otro que estábamos planeando, pero a la vez nos gustaban y decidimos sacar un disco corto”.

Al sumergirse en los cuatro temas de Violencia, tanto el track que da nombre al maxi-simple como El baile de la colina parecen continuar la línea de La Dinastía Scorpio. Y luego están Rucho y Aire fresco, que tienen un clima que parece ligarse más a lo nuevo. “Por ahí sirve como una especie de transición”, arriesga Santiago. También Violencia fue la primera vez en que las canciones no contaron con su presencia para la mezcla. “Antes de mandarle las pistas a Eduardo Bergallo, editamos todo con Lucas Rossetto, armamos bien cómo queríamos que estén las partes. Y Edu al toque sacó el sonido que queríamos. Almada lo conocía de cuando era manager de Peligrosos Gorriones, y lo que hicimos con él fue masterizar los primeros discos nuestros: a partir de Un millón de euros, todos están masterizados en Puro Mastering. A partir de La Dinastía Scorpio además vino a operar la grabación y se encargó de la mezcla”, explica sobre la relación con Bergallo. Y Gusti apela: “Mezclar La Dinastía Scorpio fue mucho más tedioso, estábamos todos ahí decidiendo ‘esto sí, esto no’. Para Violencia estábamos en Estados Unidos y recibimos una primera mezcla, le hicimos unos comentarios de cambios y salió”. Santiago: “Nos gustó de toque”.

Rucho es una canción de Monsalvo, instrumental y de un clima que gana en densidad a cada instante. “Es distinta a lo que veníamos haciendo –dice Manu– mientras que Aire fresco la armamos bastante en el estudio y creo que está marcada esa frescura.” Parte de esa sensación está en la percusión, ni más ni menos que la batería de un tecladito Yamaha. “Quedaba buena”, ríe Manu y sigue: “Buscamos evitar repetirnos en los arreglos de los discos anteriores”.

En cuanto al seteo que usan para componer y grabar, ¿hay cambios, están copados con algo en especial?

Manu: En mi caso estoy usando más pedales que antes. Por lo general mi sonido iba siempre a la distorsión, un Big Muff, y ahora tengo un Rat, un delay y trémolo de Dédalo Fx.

¿Y en cuanto al toque? Es interesante descubrir que la ausencia de toque es tan importante como lo que uno ejecuta.

Manu: ¡Claro! En algunas canciones toco muy poco, o entro y salgo para marcar diferentes niveles de intensidad. Algo que viene de la escuela pixeana. Hace relativamente poco cambié de guitarra, me compré una Gibson Les Paul Studio, y lo siento bueno para separarme de la guitarra de Gusti, que usa Fender.

Gusti: Te das cuenta cómo se despegan. Antes era más empastado todo. Para Violencia nos juntamos con Manu a trabajar las guitarras, repasando qué hace cada una. Antes cada uno armaba lo suyo y capaz que llegábamos a la etapa de grabar y recién ahí saltaba que había tal cosa que no funcionaba. Y estuvo bueno que lo que quedó fue el crudo de esas dos guitarras.

Tu guitarra fue como limpiándose en cada disco, ¿no?

Gusti: Tal cual. Incluso para estas maquetas me acuerdo que enchufé la Strato directo al equipo y al escuchar la guitarra así limpia, me encantó. En Rucho también están así, me acuerdo de después hicimos unas sobregrabaciones con Luqui de guitarras acústicas, que quedaban buenísimas. Así que quizás no le agregue nada a las próximas guitarras.

Con respecto al nuevo disco, ¿en qué etapa están?

Manu: Estamos probando cosas aún, no sabemos para qué lado van a terminar yendo las canciones. Pero este proceso de armado en la sala, maqueteando, está bien bueno. Esperamos grabarlo para fin de año.

Santi: Nos juntamos en casa, donde tenemos todo, a grabar cosas. Por ahí al principio estábamos Willy, Gusti y yo para sacarle la forma a la canción, saber por dónde va, y después vamos agregándole más capas, con Chatrán y Manu. Eso lo grabamos, escuchamos y regrabamos.

Manu: Por ahí llevamos alguna banda o canción como referencia, o directamente lo grabamos y vemos si queda bien.

¿Recordás alguna referencia que haya salido últimamente?

Manu: Estuvimos escuchando Can, Harmonia, Spectrum. Eso no quiere decir que salgan cosas parecidas, pero nos abre el panorama. También estuvimos buscando otros patrones de batería, varias cosas. No sólo musicalmente, acabo de ver un documental sobre Daft Punk, Daft Punk Unchained, muy inspirador. Terminé de verlo y fui directo a agarrar la guitarra.

Cuando decías de buscar en nuevos patrones de percusión, ¿en qué dirección creés que va la búsqueda?

Manu: Usar más percusiones, dar más aire a las canciones también. En algunos temas, reemplazar la batería por esas percusiones. De todas maneras seguimos viendo, no hay nada cerrado. Por ahí mañana usamos todas baterías, qué sé yo.

* Sábado 16/7, viernes 22/7 y sábado 30/7 en Niceto Club, Niceto Vega 5510. A las 21.

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Imagen: CECILIA SALAS
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