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Jueves, 18 de febrero de 2016

AGUAS(RE)FUERTES

Carnaval de los opuestos

Venecia, disfraces y la promesa trucha de la igualdad social.

 Por Lucas Kuperman

Desde Venecia, Italia

Cae el telón, se encienden las luces, aparecen los disfraces y comienza el Carnaval del pueblo sin calles. Es que la fiesta en Venecia no es una más. La ciudad parece convertirse en una Hollywood constante y las escenografías perfectas se suceden: puentes, góndolas, pasillos encantadores y encantados, máscaras, vestidos, calles de agua, vaporetos y un sinfín de elementos que estimulan los sentidos. Los primeros documentos sobre la fiesta datan de 1268. Tenía como objetivo que las pulsiones y los deseos corporales salieran a la luz, y tanto la alta sociedad como las clases más humildes se enmascaraban para generar una falsa sensación de igualdad. Con el correr de los años y la decadencia de la ciudad, la fiesta perdió fuerza y terminó prohibida por el gobierno fascista de Mussolini, hasta que en 1979 renació con la apertura de nuevas tiendas de máscaras.

En el Carnaval de Venecia, los disfraces ocupan un lugar preponderante. Y no solo en calles y plazas, incluso en las exclusivísimas fiestas privadas y también en el escenario, pues por clamor popular se decide el mejor disfraz del año. Entre los más extravagantes, se suelen ver vestidos largos con máscaras blancas sin facciones, piratas colgados, damas y caballeros antiguos y el disfraz de la Peste, uno de los favoritos: una especie de Parca tenebrosa con nariz larga, curvada y puntiaguda, que en verdad simboliza al médico medieval que se uniformaba así para protegerse de la peste negra que azotó Europa en el siglo XVI. De hecho, el pico de la máscara estaba relleno de sustancias aromáticas, pues creían que los protegía de infecciones.

Pese a que el frio húmedo de la acuática Venecia hace que articulaciones o ligamentos maltrechos chillen, no desalienta a subir a los transportes para registrar el carnaval desde el agua. Las opciones principales son el Vaporeto, un catamarán veneciano que recorre las paradas de la ciudad en 90 minutos por 7,50 euros (o 20 por un pase diario), o para el romántico con bolsillo holgado, las góndolas que recorren los recovecos más interesantes con un maestro gondolero que canta las más bellas canciones. Eso sí, entran cinco personas que deberán desembolsar 80 morlacos europeos por media hora.

Uno de los puntos neurálgicos del Carnaval es la Piazza San Marco. Si se quiere llegar con tiempo a todas las actividades (como el Vuelo del Angel, en el que una persona disfrazada se tira desde la iglesia hasta el centro de la plaza), es importante saber que Venecia invita a perderse, casi como una Parque Chas ampliada y sin calles, y no hay mapa que logre salvarte. Las callecitas cruzadas se suceden, pero hay un truco infalible: mirar para arriba. Los carteles dorados indican la dirección a seguir para casi todos los lugares centrales. Pero no hay nada más lindo que perderse entre las calles de Venecia. Y mucho más en Carnaval.

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