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Jueves, 11 de febrero de 2010

UN ACERCAMIENTO AL MULTIFACETICO CANTANTE DE SHAILA

Por lo menos, así lo veo yo

Mientras el grupo más convocante del hardcore local prepara un megafestival con 30 bandas en El Teatro de Colegiales para seguir festejando sus 15 años, su líder, Joaquín Guillén, habla con el NO sobre política. Y también sobre Nuestras guerras, el último disco de un combo “contracultural y ciclotímico”.

 Por Juan Ignacio Provéndola

Hacerse amigo de Shaila es imposible. Al menos en Facebook, donde un sentido cartel deniega la solicitud de amistad diciendo: “Lo sentimos, este usuario ya tiene demasiados amigos”. Y no es un chiste: la banda de hardcore punk local más convocante de estos tiempos ha sabido ganarse afectos de los más diversos durante sus 15 años de vida (festejados el año pasado con un show en El Teatro y con el CD-DVD ad hoc), no sólo en la red social por excelencia sino también en la vida real, constante y sonante. El ex Attaque 77 Ciro Pertusi, Marcelo Corvata (ayer A.N.I.M.A.L., hoy Carajo) y César Andino de Cabezones fueron algunos de los que –literalmente– sudaron la casaca de Shaila en sus respectivos shows. “Fueron regalos como agradecimiento por habernos invitado a tocar; lo loco es que se re coparon y se la pusieron seguido”, recuerda el cantante Joaquín Guillén. Mientras que Gabriel Ruiz Díaz les produjo a un módico precio Sólo un día más (aquel EP iniciático con cuatro canciones de 1996) y hasta el propio Luis Alberto Spinetta puso a disposición su estudio La Diosa Salvaje “a cambio de monedas”.

Amigos son los amigos, en definitiva, y eso es lo que se verá el sábado en la segunda edición de Nosoyrock, el megafestival que el grupo lidera y organiza junto a ¡30! bandas del género en El Teatro de Colegiales. “La idea es brindar un pantallazo de los artistas que se están moviendo y darles la posibilidad a ellos de que generen lazos entre sí”, señala Guillén. Y anticipa: “Queremos que se transforme en una cita obligada cada febrero, para fomentar el estilo que nos gusta, y planeamos grabar este show para editar un DVD con, al menos, una canción por banda”.

Y así como la amistad y la camaradería fueron dos de los emblemas fundamentales de este valor musical del barrio porteño de Flores, no resulta extraño entonces que el odio y las confrontaciones se vuelvan el blanco contra el que Shaila disparó –como siempre, como nunca– en Nuestras guerras, su última creación, masterizada en Estados Unidos por el baterista de The Descendents y ex Black Flag, Bill Stevenson.

–¿De dónde viene esa obsesión con las guerras y los conflictos de la historia de la Humanidad?

–Es cierto que existen similitudes entre las canciones de nuestro último disco y que pueden ser englobadas bajo un patrón de exclusión y violencia sistémica que no sabe ni de tiempos ni de espacios, pero lo cierto es que no hubo una idea madre que guiara el contenido de las letras y definiera la identidad de la obra entera. Al menos, no intencionalmente. Más que nada fue como ir vomitando mi visión sobre fenómenos que se dieron en distintos lugares y épocas, o que se repiten actualmente. En ese ejercicio, nos cagamos en los matices y marcamos nuestra posición sobre cada tema en particular, por eso el disco se llama así y el mensaje creo que es bastante claro: estamos todos inmersos en un proceso creciente de acumulación y exclusión que desde su génesis y en su misma esencia es intrínsecamente violento. Una violencia que sólo genera más violencia. Lo que tratamos de hacer fue denunciar las causas para no perder de vista los motivos, con los personajes e intereses que nos llevaron a esta situación, y desde ahí empezar a interpelarnos a nosotros mismos para ver qué lugar nos toca y qué posición tomamos al respecto.

En la sección “Textos” de www.shaila.com.ar aparecen cinco ensayos en los que Joaquín Guillén habla de brutalidad policial y derechos humanos, evolución del pensamiento político en la Iglesia, globalización y lucha de clases, y hasta desarrolla propuestas que van desde alternativas al neoliberalismo hasta una “receta normativa rousseauniana para el Estado argentino”. Algunos aparecieron también en el fanzine Sembrar (donde el cantante compila escritos ajenos, se guarda para sí el editorial y luego reparte todo junto en shows), otros fueron publicados en revistas de Chile y varios, incluso, hasta circularon por ciertos ámbitos académicos a ambos márgenes de la cordillera, “todo por iniciativa de alumnos y profesores a los que les gusta la banda”. Todo esto no es obra de la casualidad sino, en verdad, de la causalidad: Joaquín está a una materia de recibirse como licenciado de Ciencia Política en la UBA. Como tal, dio clases de apoyo en hogares y comedores comunitarios, y hasta asesora a la UMI.

–En tus ensayos deslizás varias propuestas. ¿Sostenés alguna idea conceptual que reúna a todas ellas?

–Creo que hay que barajar y dar de nuevo. Todo esto que nos rodea es construcción social y, como tal, puede ser transformado. Sólo hace falta animarse a cuestionarla y no a tomarla como algo normal, dado o natural. La felicidad, la justicia o la libertad son valores mutilados, pero culturalmente aceptados, sostenidos por intereses económicos y políticos que pueden y deben ser reformulados. No hacerlo es condenarse a convivir con estas nociones de éxito, de equidad o de emancipación. Es decir, vivir para competir en una angustia constante que nos habla de igualdad de posibilidades y libertades constitucionales mientras nos ponen la soga al cuello.

–¿Qué te sugiere la política?

–Es una herramienta para cambiar las cosas, pero también es la forma de administrar relaciones de poder. Y donde hay relaciones de poder, hay intereses creados. En esa dualidad conviven haciendo política aquellos que montan un comedor comunitario para transformar la vida de la gente de su barrio y los que buscan un cargo electivo en otra esfera donde, a mi gusto, todo es mucho menos claro. El problema está en las estructuras de cooptación y participación y en cómo éstas son financiadas, los intereses que operan montados detrás de ellas y, en definitiva, lo ineficientes que han demostrado ser para modificar la vida de aquellos a los que apelan para hacerse del poder.

–¿Cómo definirías tu ideología?

–No milito en política, aunque colaboré con algunas agrupaciones de la facultad cuando era más chico. Ha habido propuestas de candidatos e incluso hay políticas de este Gobierno con las que me identifico y apoyo. Pero no encontré representación plena en ningún partido, mucho menos en un movimiento nacional tan heterogéneo como el peronismo. Prefiero votar propuestas, apoyar políticas públicas tangibles y juzgar a los que nos representan en base a eso.

–¿Cómo lográs hacerte entender cantando sobre política a un público generacionalmente signado por el desinterés y la indiferencia hacia ella?

–Yo creo que debe haber una afinidad de intereses e inquietudes, más que de un capital intelectual preadquirido, a la hora de compartir cualquier tipo de expresión artística. Lo principal, creo yo, es entender que una canción, así como una obra de teatro, puede ser más que sólo entretenimiento; que puede interpelar a todo esto que se nos presenta tan real como normal, y que se le puede adjudicar una función social acorde con ese cuestionamiento. Después, si el léxico o el mensaje mismo son más o menos intrincados, no interesa, porque existe ya un acuerdo tácito entre los interlocutores para explicarse y entenderse, basado en el compromiso previo de intereses en común. No hace falta ser un experto en teoría política para interpelar a tu gobierno o cuestionar el rol del Estado a través de una canción, ya sea haciéndola, cantándola o escuchándola. Sólo hace falta voluntad de cambio, y es ahí donde yo creo que se da el encuentro con los chicos y chicas que vienen a los recitales.

–¿Siguen participando de eventos solidarios?

–Hace un mes recolectamos alimentos para el comedor “Los Patitos”, de Rafael Castillo, y estamos cerrando una fecha en San Antonio de Padua con la gente del Proyecto 4 Patas, una entidad que ayuda a animales. Junto a la Agrupación Semiyero también estamos apadrinando el comedor “La Esperanza”, un espacio de autogestión y mucho amor en el barrio Las Achiras, de Villa Celina, que no responde a ningún partido ni a ninguna iglesia y que lleva adelante Norma Rodríguez sin más ayuda que la de su marido. Ahí se alimentan los chicos del barrio y, además, se ofrece un montón de actividades culturales y recreativas.

–Para relajar un poco, Shaila también le canta al amor y a situaciones de la vida cotidiana. ¿Hardcore militante y romántico o qué?

–¡Hardcore contracultural y ciclotímico!

Shaila, yo y mi otro yo

”Es nuestro alter ego ejecutivo: a veces somos nosotros mismos haciendo realidad nuestras ideas, y otras tantas bajándolas de un piedrazo ante la falta de capital.” ¿De qué habla Joaquín? De Speed Power Emotion (o SPE, a secas), la productora y discográfica con la que no sólo organizan shows y discos propios sino también ajenos. En la agenda figuran lanzamientos, el festival Nosoyrock y la presentación de NOFX del sábado 27 en el Microestadio Malvinas Argentinas. Pero SPE no es la única actividad que Shaila hace, justamente, fuera de Shaila. Cada tanto, los músicos reúnen voluntades con Javier Suárez (Nueva Etica) y desandan Los Caminantes, un grupo homenaje a Bad Religion. En esa misma línea, también planean un disco tributo local a Attaque 77, 2 Minutos, Flema, Cadena Perpetua, Fun People, Todos Tus Muertos, Los Brujos, NDI, DAJ y a “todos aquellos que, sin saberlo, nos cambiaron la vida haciendo canciones”.

* Shaila toca el sábado a las 20 en El Teatro (Lacroze y Alvarez Thomas, Colegiales).

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