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Domingo, 2 de mayo de 2010

El presagio del terror

Martín Chambi: Fotógrafo indígena nacido en Perú en 1891, capturaba con sus imágenes la vida en la antigua capital de Tahuantinsuyo, poblada por indios y mestizos. Su producción trasciende lo documental y se instala en el reflejo colectivo de su etnia. Sus fotografías se dividían entre las creaciones por encargo y las personales. Las primeras eran trabajos en estudio, generalmente retratos; mientras que las de autor se vinculaban con una mirada antropológica y social de su entorno. Las tribus andinas, las tradiciones locales, las vistas de Cuzco y restos arqueológicos eran fuente de su inspiración. Pero también sus imágenes retratan la pujante modernidad de principios del siglo XX. El ferrocarril, el automóvil y el aeroplano han quedado como marca de sus fotografías, como huellas de su propio presente. Su obra concluye abruptamente después del terremoto que azotó a Cuzco en 1950, cuando su salud decae y se apaga su creatividad.

 Por Alfredo Srur

Admiro a Martín Chambi. Creo que es uno de los prototipos de fotógrafo que más me deslumbran. Pasó de ser trabajador en las minas de oro a principios del 1900 en Perú (con sólo 14 años) a ser aprendiz de fotógrafo por los mismos ingleses que explotaban las minas. Así empezó.

Al ver sus imágenes pienso en la fotografía actual: ¿qué pasó con el oficio del fotógrafo? En un mundo dominado por la tecnología, ¿a quién se le ocurre que un minero hoy día pueda acceder a una cámara digital? Y no estoy hablando de las cámaras de los celulares, tan accesibles en la actualidad, sino en el aprendizaje del oficio con elementos nobles. Pienso en qué pasó desde los primeros retratos de Nadar hasta las millonarias fotos de Andreas Gursky, o desde las fabulosas aventuras de Edward Curtis hasta las actuales megaproducciones de Salgado. O qué pasó desde los reportajes de Life de los años ‘50 hasta las coberturas de guerra actual, hechas por fotógrafos “trotamundos” del desastre, donde mostrar cadáveres está prohibido. Aquí es donde la fotografía, en mi opinión, deja de ser una herramienta diseñada para la reflexión y se transforma en propaganda de agencias internacionales. La fotografía debería ser una excusa para crear un contenido que trascienda; la tecnología hace todo tan fácil en apariencia que la reflexión es menor, hay una sensación de que todo vale lo mismo. Estamos asfixiados por millones de imágenes que son lo más parecido a la nada, pero con mucho ruido. A pesar de ser la época de mayor producción de imágenes en la historia de la humanidad, estas fotos vivirán y morirán sin conocer la copia en papel, condenadas a vagar por el inerte ciberespacio, hasta desaparecer en el olvido.

Esta imagen de Chambi, creo, simboliza nuestra cultura. Muestra claramente la injusticia, lo ridículo, lo sin sentido y la violencia de la que pocos hablan. El fotógrafo muestra algo vergonzoso: el orgullo (que ni siquiera es orgullo, también hay sometimiento por parte del uniformado) del policía tirando de la oreja a un pobre niño descalzo, que no puede pisar la vereda sino los adoquines. Vemos también que ese gesto estaba bien visto en aquella sociedad, como hace poco estaba bien visto para los marinos americanos torturar a los prisioneros iraquíes y mearlos encima y sacarse fotos caseras, sin técnica.

El policía peruano tiene a un niño como trofeo, un niño pobre, que no puede lastimar a nadie. Sus zapatos relucientes y sus pulcros guantes blancos, en comparación con la frágil humanidad del niño, me da una sensación de horror, de quirófano del terror. Chambi nos muestra el sistema en su mayor crudeza, y todavía se siente actual. Y eso, creo yo, es lo más perturbador.

¿Que pensó Chambi al tomar esa foto? Estoy convencido de que antes de apretar el obturador reparó en la injusticia al que su pueblo estaba sometido. Chambi, a pesar de ser casi iletrado, tenía una alta conciencia artística y social. Sus fotografías estaban divididas entre trabajos por encargo y por interés personal. Nadie le pagaba por fotografiar a los indígenas y mestizos de la época. Ese era su legado, su creencia.

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Un fotógrafo elige su foto favorita: Alfredo Srur y Policía con niño (1923), de Martín Chambi.
 
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