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Sábado, 25 de agosto de 2012

CULTURA › OPINIóN

556 años después

 Por Natalia Calcagno *

Las prácticas y los hábitos sociales cambian con menos frecuencia de lo que se supone. Nuestras comidas de todos los días suelen ser parecidas a las de nuestros padres, y nuestros gustos musicales y literarios quizá difieran poco de los que abrazamos en los años de juventud. Hecha la salvedad, podemos decir que la segunda edición de la Encuesta Nacional de Hábitos de Lectura (ENHL) muestra algunos cambios importantes respecto de su primera edición, diez años atrás. Los hábitos de lectura crecieron en relación con 2001 y también se modificaron. El principal motivo para explicarlo es bastante obvio: la primera encuesta se realizó en plena crisis del país, momento de deterioro de todos los consumos en general y de los consumos culturales en especial. Esto se refleja, por ejemplo, en cómo varió la forma de conseguir los diarios y los libros. Hoy un 11 por ciento más de encuestados dice que, cuando quiere leer el diario, lo compra; y un 21 por ciento hace lo propio con los libros. Todo ello en detrimento de otras formas no monetarias de hacerse de materiales de lectura. El segundo motivo es, quizá, el más profundo y al que debemos prestarle mayor atención: el impacto de la cultura digital en los hábitos de lectura. Los “lectores digitales” o lectores de la pantalla se duplicaron en diez años: el 44 por ciento contra el 21 por ciento de una década atrás. Hoy se lee más en la pantalla todo tipo de materiales, desde correos hasta textos científicos, pasando por diarios, blogs, redes sociales e, incluso, libros enteros.

La importancia de los cambios no es sólo cuantitativa, no implica un mero traspaso de los mismos contenidos y formatos del papel a la pantalla. Altera los tipos de contenidos, sus formas de acceso y los hábitos y la organización del tiempo para su consumo. Casi no varía, entonces, la cantidad de lectores de diarios, que creció apenas un 2 por ciento. Pero sí se modifican sus formas de lectura, ya que tiende a abandonarse el rito de leer el periódico todos los días de manera sistemática, por una lectura más espaciada y orientada. De modo más definido, el formato revista, en apariencia, está siendo desplazado por la escritura y la lectura digital, conservando un núcleo de lectores, sobre todo, de lectoras, de tipo recreativo. Pero el libro es el que más resiste el cambio: apenas el uno por ciento dice que sólo lee libros digitales, mientras que un 7 por ciento lee en digital y también en papel. Lo más interesante del impacto de esta innovación tecnológica es que, lejos de atentar contra la lectura, parece abrir más canales y posibilidades para ella. Es más lo que se gana que lo que se pierde. Crece la lectura en pantalla, pero también hay más lectores de libros y diarios. En tanto, aumentan de forma considerable las publicaciones locales y los nuevos géneros de producción escrita en Internet.

Queda mucho por hacer. En especial, trabajar por la igualdad en el acceso a la lectura. La ENHL indica que los sectores de menos ingresos y los de mayor edad son los que muestran índices más bajos en todos los tipos de lectura. En este punto, resulta crucial un Estado presente que lleve adelante políticas de reducción de la brecha tecnológica, lo cual está sucediendo, con mucho éxito, a través de programas como Conectar Igualdad o Argentina Conectada. La lectura digital es una nueva y gran puerta de acceso a las distintas formas de leer. Quizás estemos presenciando, 556 años después de la primera reproducción a escala a través de la imprenta, los inicios de otra revolución en las prácticas sociales de lectura.

* Coordinadora del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SinCA), de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación.

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