7

Leandro Viernes
Espartaco

Aunque el título del disco juegue con el de una canción de Los Abuelos de la Nada, Leandro Viernes encuentra su punto de despegue en otra banda argentina de los ’80: Virus. Como cantante fluye cerca de Federico Moura (con modismos de Adrián Dárgelos) y en la instrumentación aparecen varios teclados extrapolados de Locura. Pero esa referencia es sólo la base desde la cual Viernes construye canciones sobre relaciones amorosas, en las que se atreve con electrónica más reciente y hasta con ritmos folklóricos, sin perder nunca la elegancia ni el glamour. R. C.

8

Ana Prada
Los años luz discos

Con su segundo disco, la uruguaya Ana Prada confirma un lugar destacado en la escena actual rioplatense, ganado a fuerza de obras propias, que incorporan de manera natural ritmos como la milonga o el chamamé, sonidos acústicos y también bases electrónicas, al servicio de canciones bellas. Del despojo de un disco debut “más campero”, Soy sola –y menos preocupado por los arreglos–, al cuidado trabajo de cada tema de Soy pecadora, Ana Prada se afirma entre los mejores exponentes de una nueva generación de cantautores del Río de la Plata. K. M.

8

Hot Chip
Parlophone

Si lo que sorprendió con la aparición de Hot Chip fue la frescura de su sonido bailable, en su cuarta placa se van hacia el costado contrario: en épocas en que las bandas nuevas intentan meter hits en la pista, se retraen al pop más simple y cancionero. La balada “Slush”, en un extraño 6 por 8; y la impecable “Alley Cats”, con ese pulso constante y aquella melodía envolvente de Rhodes y violines, se ponen al hombro One Life Stand. Un gran disco de tradición inglesa para una banda que sobrevivió a ser la gran cosa nueva. L. P.

7

Martín Rodríguez
UMI

Una sobria voz de tenor, en plan intimista y sin sobreactuaciones dramáticas, define al cantante Martín Rodríguez, que decidió interpretar a los grandes poetas del tango en sus más variados “episodios tangueros”. De “Naranjo en flor” a “Muñeca brava”, no hay, como se ve, sorpresas en el repertorio. Pero el disco está muy bien arreglado por Juan Carlos Cuacci y más allá de la solidez de la banda que acompaña a Rodríguez, se filtran por allí pinceladas de grandes músicos, como las que aportan el violín de Pablo Agri y la guitarra eléctrica de Ricardo Lew. F. D.