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Martes, 8 de noviembre de 2016

PLASTICA › TRAYECTO EN CINCO ETAPAS

Y un hilo conductor

 Por Luis Felipe Noé *

Celebro que un libro de testimonio de la evolución creadora de un gran artista como Luis Wells.

Veo cinco etapas en su obra y un solo hilo conductor, siempre movilizado por búsquedas resueltas con total libertad. Opté por inventariar las diferencias para destacar paradójicamente su común denominador.

Primera etapa: objetual. Esta marcó una original posición dentro del movimiento informalista, que dio en 1959 el puntapié inicial de lo que se llamaría generación del ‘60. Si sus compañeros se encontraban en el planteo del gesto, de la mancha, Wells, con tubos de cartón planteaba, en una superficie monocroma, otra forma de encarar la relación con la materia. Y paradójicamente, desde el antiformalismo, una preocupación formal, una búsqueda estructural. El más joven de ese movimiento era así el pionero de lo que en 1962 irrumpió como una nueva tendencia: el objeto, o sea la proyección de la pintura no figurativa al espacio real.

Segunda etapa: arquitectónica. Sus construcciones ondulantes cambiaron de soporte. Wells optó por la madera terciada. Y si bien antes se hallaban frente a nuestros ojos (desde una pare o como esculturas sobre una base) y eran monocromas, en esta nueva etapa en cambio las obras invaden el espacio real de una habitación, con franjas de colores que nacen en las paredes y llegan al techo, planteado éste de manera escultórica. Fue una etapa brillante, de gran originalidad.

Tercera etapa: construcciones pictóricas. Su pretérita preocupación por la construcción con toda la fuerza de una nueva búsqueda: el color dialogando con la estructura espacial.

Cuarta etapa: la figuración visita las estructuras. Un día le pregunté si se había interesado en la figura humana y me dijo que, aunque no la había abordado, alguna vez lo haría. No tardaron en aparecer con humor personajes de historieta, o de grabados japoneses o simples alusiones figurativa que juegan con figuras abstractas, y el espacio adquirió una lógica paisajística.

Quinta etapa: la gran orquestación de experiencias. Con la sabiduría que le dieron cuarenta años de trabajo, vuelve en este nuevo siglo a la búsqueda muy suya, definida en la segunda y tercera etapas. Sin embargo también practica la pintura plana con los contrastes de oposiciones de técnicas y métodos. Lo formal de sus cuadros –carentes de alusiones a figuras humanas– juega con las manchas sensibles. Pero lo que más se destaca en esta etapa es que el pintor y el escultor se fusionan en espléndidas obras espaciales. Si bien también realiza esculturas monocromas, las más particulares son las que dan lugar a tensiones entre el espacio real y el espacio pictórico, llegando a obras de gran belleza y contundencia. Es el momento de su plena madurez.

En conclusión: siempre la misma libertad de juego, la misma dialéctica espacial y búsqueda gráfica –como diseñador experto que es– de diálogos, entre figuras del más distinto origen.

Como buen amante del jazz, el contrapunto es su pasión: entre volúmenes, entre el volumen y el plano, entre el color y el espacio real, entre volúmenes y el espacio virtual, los mismos elementos y formas representativas. Pero sobre todo un gran denominador común: la aventura.

* Pintor. Prólogo del libro Wells.

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