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Miércoles, 24 de agosto de 2016

CINE › ENTREVISTA AL REALIZADOR HERNáN BELóN, QUE ESTRENA ESTE JUEVES SANGRE EN LA BOCA

“Me interesaba la pulsión de la pasión”

El film nació en realidad de un proyecto televisivo que quedó trunco y que permitió que el director se metiera en el mundo del boxeo. Pero no como un retrato del deporte, sino para meterse en una relación entre un hombre ya maduro y una joven.

 Por Oscar Ranzani

Hace ocho años, el director argentino Hernán Belón fue contratado por el canal de televisión venezolano Avila TV para realizar una serie que, en principio, iba a componerse de diez capítulos basados en cuentos latinoamericanos. Por un problema de presupuesto sólo llegaron a concretarse cuatro. Uno de ellos –que llegó a realizar Belón– se titulaba Sangre en la boca. El corto estaba basado en el cuento homónimo de Milagros Socorro que, a su vez, estaba inspirado en un caso real de la vida de un boxeador. “Me gustó mucho filmar boxeo, era algo interesante cinematográficamente y, además, me encantó el tema. Me pareció que podía servir para unas cosas de las que quería hablar y empezamos a desarrollar el guión de un film con Marcelo Pitrola. Ahí empezamos a agregarle muchas cosas”, cuenta Belón, en diálogo con Página/12, sobre el largometraje Sangre en la boca, que se estrenará este jueves.

El film tiene como protagonista a Ramón Alvia (Leonardo Sbaraglia, en un impresionante trabajo físico), un boxeador profesional que, si bien ha ganado varios campeonatos internacionales, ya tiene casi cuarenta años y está al final de su carrera. En su pelea de despedida defiende el título sudamericano de su categoría y gana después de un combate muy duro. Se retira con toda la gloria del campeón. Decide dedicarle tiempo a su familia y prueba con un nuevo emprendimiento: poner un local de indumentaria de box. Para no perder todo el vínculo con el ambiente decide volver al gimnasio, pero no para competir. Entre los jóvenes boxeadores, conoce a Débora (Eva de Dominici), una joven muy bella que vino del interior del país a convertirse en boxeadora profesional. Poco a poco se conocen hasta que tienen sexo en la pensión donde ella vive. Ramón siente que recupera su vigor y su juventud con ella. Entre golpes, besos y sangre sellan, como un pacto íntimo, el comienzo de su relación. Pero el camino de ese vínculo estará marcado por el pedregullo que le ponen sus integrantes.

–Antes que hacer una película sobre el mundo del deporte, parece más bien que éste funciona como un contexto para explorar el mundo de las relaciones humanas...

–Exactamente. Nunca pretendí hacer una película sobre deporte o sobre boxeo en sí. Si bien tuvimos que enterarnos mucho de cómo era y filmar peleas, más allá de cómo ha sido el resultado, implica muchas cosas. En principio, fue todo un trabajo el entrenamiento del actor para que parezca un boxeador. Jugamos mucho con el verosímil. Quería un muy buen actor, no quería que fuera un boxeador real. Soñé hacer esta película con Leo y se lo propuse a él. Hubo entrenamiento físico para parecerse a un boxeador. Por ejemplo, los boxeadores no tienen tantos bíceps, porque no podrían cerrar la guardia. Tienen más espalda y buen estado físico, con mucha agilidad de cintura y mucho trabajo en piernas. Leo hizo un entrenamiento que empezó en diciembre de 2014 y filmamos recién en junio de 2015. Era flaquito en diciembre y después tenía un lomo importante.

–Usted la definió como una película sobre la pasión. ¿Esto está relacionado no sólo con el sexo sino también con esos estilos de vida intensos y también extremos que tienen los personajes?

–Quería hablar sobre la pasión, sobre todo la pasión en una pareja. Siempre me interesó mucho esto de que alguien entra en un apasionamiento tal que puede llegar a matar. Han caído imperios. Han asediado Troya durante años porque al tipo le habían robado la mina. O, mejor dicho, la mina se había ido con otro (risas). Me interesaba esa pulsión medio tanática que es la pasión y que modifica la vida de las personas y la historia de la humanidad. Quería saber cómo se apasiona un tipo más primitivo, que no tiene terapia, que está acostumbrado a dirimir sus problemas a las trompadas y que seguramente el boxeo fue una forma salir de una situación familiar e infantil complicada. Pensaba en qué le pasa a alguien así cuando está tomado por una pasión que no puede controlar. Y no tiene que ver solamente con la chica sino con su historia, con su crisis, con lo que él trae. Así que esta relación con ella le viene al pelo.

–Es que la película plantea un tema muy psicoanalítico: si puede haber goce en el sufrimiento.

–Por eso decía que el placer y el dolor están en el cuerpo y, en general, si bien a los boxeadores les gusta pegar, también hay un goce en el recibir. De hecho, hay un tipo de boxeador que le dicen receptor porque primero pone la cara para que le peguen y le peguen, hace cansar al contrincante y después empieza a pelear. Yo pienso que eso está al borde del sadomasoquismo, en un sentido. También es cierto que hay boxeadores de mucha nobleza, pero ellos dos están en un punto en el que el placer y el dolor están muy relacionados, muy entrelazados.

–¿Cree que es también una película sobre el lenguaje de los cuerpos?

–El tema del cuerpo es muy actual. El placer y el dolor pasan por el cuerpo. No digo que a alguien que boxea le guste que le peguen, pero hay algo relacionado con eso que es muy erotizante. Por otro parte, me interesaba porque hoy estamos en una situación en el mundo en que hay un culto al cuerpo muy fuerte. Si no hay un Dios, un más allá, un futuro de abundancia, queda el cuerpo y sobre todo el placer de lo físico. Y cuando se acaba el cuerpo se acaba todo. Para un tipo que está acostumbrado a que su cuerpo sea su herramienta, que deje de serlo porque tiene que declinar le resulta intolerable. El tema del cuerpo es central en la película y por eso hay también una cercanía con eso.

–¿Cómo construyó esta relación entre un hombre maduro que se ve modificado en varios aspectos de su vida por esta joven de veintipico? ¿Es también una reflexión sobre el paso del tiempo?

–Sí, es una película sobre el paso del tiempo, sobre una crisis de un hombre de cuarenta años que se tiene que enfrentar a eso y debe modificar su forma de vivir. Hay como una cosa medio vampiresca en la imagen del afiche de película. Es una relación un poco vampira porque él busca absorber la juventud de ella, la fuerza que ella tiene. Ella está cargada de futuro y empezando a boxear. El sabe que ella es buena. A él le da un primer aliento de vida muy fuerte. Eva es muy joven y hay algo de ella, la piel, la textura, que a él lo impacta: una piel joven, a diferencia de la suya que está arrugada y con cicatrices.

–¿Cómo fue la construcción de un personaje que todo el tiempo está como al borde de un estallido pulsional que roza con lo violento?

–El trabajo de Leo me gustó mucho porque entró en una dinámica muy interesante. Su personaje está tomado por esa violencia, pero con mucho control también. La violencia latente en cada uno de sus actos es una característica del personaje. Hay mucha gente así que está al borde. Se baja del auto con el matafuegos para cagarse a trompadas. Es también una violencia del sistema que está latente permanentemente.

El film está protagonizado por Leonardo Sbaraglia y Eva de Dominici.

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“Hay una relación un poco vampira porque él busca absorber la juventud de ella, la fuerza que ella tiene.”
Imagen: Pablo Piovano
 
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