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Lunes, 22 de septiembre de 2014

CINE › LO QUE QUEDó DEL FESTIVAL UNASUR CINE, EN SAN JUAN

De amor, de locura y de muerte

Las siguientes historias, todas de ficción, fueron tomadas de algunas de las películas o cortometrajes exhibidos en la muestra sanjuanina. Hablan de temas universales con una mirada regional. Son, en definitiva, escenas abiertas de América latina.

 Por Juan José Panno

Desde San Juan

-Baño de sangre. Un matarife se muestra tierno, compinche con su hijito. Lo lleva a un parque de diversiones, le enseña los secretos del cuchillo para descuartizar las reses. En la casa sólo falta que salga sangre de la canilla. Al regreso de un paseo con el niño, el hombre descubre a su mujer entre las piernas de otro hombre, los acuchilla y después se suicida. Todo ante la vista del pibe que también en esto sigue los pasos de su padre (del cortometraje brasileño Carne, de Carlos Nigro).

- ¿Acaso puede haber mejor ocaso? Dos viejitos coquetos de piel arrugada y ropa planchada llegan felices con un auto chiquito y cachuzo hasta el pie de un gigantesco médano en un paraje solitario. El hombre baja del auto y sube hasta la cima con dos sillas en las manos. Después vuelve, abre la puerta del autito e invita a la dama. Suben. Se sientan y contemplan. Se ve el mar (o se lo imaginan, ¿qué más da?). Es el ocaso. Cae un sol rojísimo y caen los aplausos del público en la sala (del cortometraje venezolano Tempo adagio, de Alcione Guerrero).

- Jugar a la mancha. La sesentona simpática, divertida, vital quiere tomarse venganza del caballero que la dejó colgada impunemente en un hotel de veraneo. Lo espera sentadita en su auto con el dedo en el gatillo de una ametralladora de paintball, una de esas que disparan bolitas de pintura. Cuando llega el hombre baja del auto y gatilla apuntando primero a la pared y después al cuerpo del tipo. En el plano siguiente se la ve estacionada en el auto, alejada del lugar del hecho, gozando a carcajada limpia su acto de dignidad (de la película chilena Gloria, de Sebastián Lelio).

- Doña Soledad. En un boliche de mala muerte de La Salada un muchacho taiwanés trata de escaparle a la soledad a través del whisky. Una veterana, que alguna vez fue una joven hermosa, lo relojea y le pide que se acerque. El joven se sienta a su lado. La mina le pide que le hable en chino, que le diga cualquier cosa en chino. El muchacho le cuenta esta historia: tres amigos en una isla desierta encuentran una lámpara y de la lámpara sale un genio dispuesto a concederles un deseo a cada uno. El primero pide que lo saque de ahí; el segundo lo mismo y el tercero pide que haga volver a sus amigos porque si no se va a quedar solo en la isla. La veterana no entiende nada, pero se siente complacida y busca gratificar al muchacho acariciándole la entrepierna (de la película argentina La Salada, de Juan Martín Hsu).

- Alta tensión. La mujer huye de su marido golpeador, con su hijo de siete años, deambula por medio Buenos Aires y vuelve a la casa aprovechando la ausencia del marido, a buscar ropa, juguetes para el pibe y algo de plata. El pibe se encierra en el baño y dice que no quiere irse de la casa. Mientras tanto, a ella le avisan por el portero eléctrico que el marido está subiendo, furioso. Desesperada, le ruega al niño que salga. La tensión crece tremendamente cuando salen del departamento segundos antes de la llegada del hombre (de la película argentina El refugiado, de Diego Lerman).

- Casting. Un joven actor se entera de que el director mexicano Alfonso Cuarón está buscando actores para una película y va a un casting, pero no le avisa al amigo con el que comparten un departamento. Cuando llega para la prueba se encuentra con el amigo, que también se había hecho el oso con el casting. En la escena siguiente, los dos en el departamento, no mencionan el episodio del off-side cruzado y esperan ansiosos que suene el teléfono, que al fin suena para recordarles que deben pagar el servicio de luz (del corto argentino Una de Cuarón, de Alejandro Abelenda).

- Amigos. Cuatro amigos en una playa del sur. Toman, cantan, recuerdan anécdotas, juegan como niños a los autitos chocadores con balsas que tienen un motor fuera de borda. Uno de los cuatro tiene una enfermedad terminal; los amigos lo estaban despidiendo (del cortometraje argentino Cuchipanderos, de Agustina Guaia).

- Marea. El joven dice que la marea sube y baja, sube y baja. Y se ven imágenes del mar que crece y decrece mezcladas con coloridas imágenes de pueblo exultante y grises escenas de pueblo apesadumbrado (fragmento de la película del Colectivo audiovisual exhibida en la presentación de la red de contenidos Unasurcine TV).

- Cartoneros. Son cartoneros. El carga un pesado carro, ella acomoda las cosas que él va recogiendo. Atraviesan calles humildes y llegan a un barrio residencial. Frente a una lujosa casa, él baja un cajón, ella trata de impedirlo, pero se resigna. Dejan el cajoncito y siguen la pesada marcha. Cuando la cámara los muestra lejos se escucha suavemente, de fondo, el llanto de un bebé (del cortometraje paraguayo Vida reciclada, de Daniela Candia).

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El refugiado, de Diego Lerman. La protagonista (Julieta Díaz) huye con su hijo de un marido golpeador.
 
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