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Jueves, 14 de mayo de 2015

MUSICA › SE PRESENTA BREVE SUEñO EN EL CENTRO DE EXPERIMENTACIóN DEL TEATRO COLóN

Paisaje para aprender y luego olvidar

La compositora Patricia Martínez y la coreógrafa Melanie Alfie le dieron forma a este espectáculo cuyos textos provienen de una recopilación de escritos orientales, en copto y en siríaco, realizada en Italia a fines del siglo XIX.

 Por Diego Fischerman

Lenguas antiguas. Traducciones. O, mejor, reverberaciones de unas palabras en otras; de unos sonidos en el espacio. O en los cuerpos. En el fondo hay una pregunta acerca de la muerte. Una cita de John Donne sirve como puerta de entrada a ese universo. “Después de un breve sueño despertamos eternos, Y ya no habrá más muerte: muerte, tú morirás.” Un título, Breve sueño. Y dos partes, Más allá y Los durmientes, que componen el paisaje al que la compositora Patricia Martínez, junto a la coreógrafa Melanie Alfie, dio forma en el espectáculo que se estrena hoy en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC). Alumna del célebre Ircam –el instituto de investigación musical fundado por Pierre Boulez en París– y, en la Universidad de Stanford, del no menos célebre Brian Ferneyhough –algo así como el pope de la ultracomplejidad–, la autora rechaza sin embargo cualquier dogma. Y resume su credo en una frase contundente: “No niego la importancia del aprendizaje de las técnicas. Es necesario aprender para, después, poder olvidar”.

Con la participación de las bailarinas María Aguirregomezcorta, Luciana Brugal, Ivanna Ramonino y sobre una grabación del ensamble Cepromusic de la ciudad de México, dirigido por José Luis Castillo, Más allá trabaja sobre un texto de la compositora. En Los durmientes habrá también dos bailarinas (Brugal y Ramonino) junto a un ensamble integrado por los tenores Facundo Echeverría y Esteban Manzano, las sopranos Lucía Lalanne y Nadia Szachniuk, la mezzosoprano Verónica Nostro, Pablo Fenoglio en trombón, Federico Landaburu en clarinetes, Carlos Nozzi en cello, Carlos Vega en contrabajo y Arauco Yepes en percusión, con dirección musical de Santiago Santero, con asistencia de Diego Ruiz; los textos provienen de una recopilación de escritos orientales, en copto y en siríaco, realizada en Italia a fines del siglo XIX. “No es exactamente danza –dice Martínez–, sino más bien de la manera en que los sonidos se continúan en otra parte. Me sedujo, además, el propio sonido de los idiomas y ese misterio acerca de las pronunciaciones originales, donde se trabajó con el asesoramiento de Diego Santos en el caso del copto y de Héctor Ricardo Francisco para el siríaco.”

Para Martínez, “una obra es continuación, o por lo menos una consecuencia, o una reflexión sobre la otra”. La segunda es un encargo del CETC a partir de la primera, que fue distinguida nada menos que con el Premio Ibermúsicas / Iberescena. Con funciones hoy, mañana y el sábado a las 20 y el domingo a las 17, el díptico Breve sueño cuenta con la participación en arte visual de Mariela Yeregui, diseño de iluminación y performance lumínica de Sergio Iriarte, sonido de Gerardo Morel, vestuario y maquillaje a cargo de los talleres del Teatro Colón y producción general de Bárbara Scotto.

En la obra de Patricia Martínez aparece una historia referida en diferentes textos antiguos, la de unos inmortales encerrados en una cueva. “La obra trata de esa historia pero trata, también, sobre las lenguas en que esa historia fue contada”, dice. En su investigación tuvo en cuenta, también, a Alan Kardec, padre teórico del espiritismo, y participó activamente en “grupos de transcomunicación instrumental” donde, según su relato, “se aplica tecnología actual para, a través de grabaciones sonoras, acceder al contacto con otros posibles planos existenciales”. De hecho, uno de esos registros forma parte de Breve sueño. “Los sonidos llevan una carga; como los textos, tienen una historia”, reflexiona la autora. “No se trata de ilustrar los textos, de ‘ponerle música’ a unas palabras preexistentes, sino de ver cómo resuenan unas en la otra. Yo trabajé, en cierta forma, tomando a Monteverdi como modelo. Esa posibilidad de que la palabra sea también su sonido y de explorar sus posibilidades dramáticas y expresivas como tal. La música es un vehículo para que las palabras despeguen hacia otro plano. Para que sean casi como una puesta en escena. Que el sentido no esté dado por una cuestión de acumulación de ideas sino que esas palabras y esos sonidos cobren hasta una cierta corporeidad.” Para ella hay “una ritualidad presente” y el arte es “ese lugar donde el ritual aparece en todas sus posibles dimensiones; donde todo puede transformarse”.

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“La música es un vehículo para que las palabras despeguen hacia otro plano”, sostiene Martínez.
 
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