espectaculos

Sábado, 23 de agosto de 2014

MUSICA › DIVIDIDOS LLENO EL LUNA PARK PARA UNA VELADA QUE RECORRIO TODA SU CARRERA

Una aplanadora que sabe de sutilezas

Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella pasearon por toda su historia con la cohesión que da un presente impecable. Y hubo lugar tanto para la pura potencia como para una serie de canciones que demuestran su búsqueda por otros firmamentos sonoros.

 Por Eduardo Fabregat

“Hay spaghetti western y spaghetti del rock, que era Luca Prodan, y que un día me dijo ‘¿por qué no le hacemos una canción a esos que andan con el cíclope de cristal, que le roban el alma a la gente, como decían los antiguos? Y bueno... de esas cosas salen las canciones, ¿no?”, dijo Ricardo Mollo antes de lanzarse a “Spaghetti del rock”. A Divididos les han pasado muchas cosas, y esas cosas generaron muchas canciones: de eso sale una velada inolvidable como la del Luna, una cabalgata de tres horas que dejó claro cuántas facetas tiene el grupo, aunque la monada se arengue una y otra vez con el “Escucheló, escucheló, escucheló, la aplanadora del rock and roll es Divididos laputaqueloparió”. Es cierto, cuando el trío mete quinta hace honor al latiguillo, pero la condensación de 25 años de carrera en el templo del Bajo da un resultado de varias dimensiones. Si hay algo que Divididos no ha hecho en todo este tiempo es aplanar sus posibilidades sonoras.

Valga un ejemplo: durante una de esas tres horas, el trío se dedicó a explorar otros confines de su historial. Después de una arrasadora visita al “Debede” de Sumo –bola de espejos gigante incluida–, no se trató solo de la común herramienta de desenchufar. Hubo una delicada versión de “Dame un limón” con Arnedo en contrabajo y Mollo combinando solos con pasajes de scat; se fltró cierta melancolía en el rescate de “Brillo triste de un canchero”; el guitarrista volvió a perforar la noche con sus dibujos alrededor del reggae de “Sisters”; los tres intercambiaron sus instrumentos (rebautizándose jocosamente Los Engripados) para “Hace que hace”, y hubo una emotiva versión de “Pepe Lui”, tensada sobre el sonido del e-bow y coronada por un detalle inesperado: Mollo tributando a Spinetta con un “Para ir” que erizó la piel de todos, e hizo que el tiempo se detuviera a escuchar. Esa clase de sutilezas, esa búsqueda a la hora de bajar un par de cambios, hace de los paisanos de Hurlingham mucho más que una arrasadora banda de rock.

Antes y después, con una impecable puesta lumínica de Marcelo Marelli, el trío revalidó sus pergaminos sin problemas. En la noche del Luna hubo un interesante balance que no dejó ninguna etapa afuera, y que tuvo sus bocados sabrosos: de ese arranque con el combo de vieja data de “Los sueños y las guerras”, “Los hombres huecos” y “Azulejo” al cierre a todo Sumo con “Crua-Chan” y “Nextweek”, Mollo, Arnedo y Ciavarella fueron y vinieron el tiempo, dándole al corpus artístico de Divididos una coherencia y cohesión basada en su impecable actualidad. Puede sonar el slap alucinado de “Qué tal” y el potente retrato de locura urbana de “Hombre en U”; Alambre González puede descoser su guitarra invitada en “Zombie”, y el Luna convertirse en un solo salto con “Haciendo cosas raras”, y luego caer en la psicodélica hipnosis de “Amapola del 66” (“La canción más linda, la que nos hace sentir que llegamos a algún lugar con este camino de la música”, dijo Mollo), y entregarse al pogo inevitable de la andanada de “Rasputín”, “El 38” y “Paraguay”. Hay lugar para tremendas versiones de “Sucio y desprolijo” y el “Moby Dick” de Zeppelin, para que el guitarrista recuerde su noche de 1975 en el Luna junto a MAM, antes de “Soy quien no ha de morir”. Y hasta hay un gusto personal en los bises, el debut del pequeño Merlín Atahualpa Mollo sobre un escenario para colaborar con su rasgueo en “Ala Delta”. El pasado, el presente, el futuro, en un vaivén de puro disfrute.

Después de tantos años, y aún con una filosofía de trabajo que los lleva a tocar todo el tiempo en todas partes, Divididos se da el lujo de agotar un Luna Park e ir por otro, el próximo 19 de septiembre. Llevan más de 25 años rockeando y no pierden ni fibra, ni garra, ni músculo ni fineza: de esas cosas salen las canciones. Y vale la pena estar ahí para atestiguarlo.

Compartir: 

Twitter

Mollo erizó la piel cantando “Para ir” a capella; al final hizo subir a tocar a su hijo Merlín.
Imagen: Verónica Martínez
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.