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Lunes, 29 de agosto de 2011

MUSICA › BABASóNICOS PRESENTó SU NUEVO DISCO, A PROPóSITO, EN EL LUNA PARK

Cultura rock en el País de Nunca Jamás

La banda tocó canciones de todas las épocas, en un show marcado por la variedad de sonidos y el magnetismo escénico.

 Por Luis Paz

El enterito dorado de látex que Sandro usó en la escena final de Subí que te llevo, hace ya más de tres décadas, no ha reunido aún demasiados competidores en la lista de los vestuarios más al borde del buen gusto, la sobriedad y la ridiculez. La mayoría de las candidatas fueron prendas vestidas desde un plan hippy o tendiente al humor o a impactar frente al prejuicio. Pero, desde el sábado, aquella pieza dorada tiene un notable alter ego: el indescriptible catsuit de malla azul eléctrico que Adrián Dárgelos vistió el sábado en el concierto con el que Babasónicos presentó su nuevo disco, A propósito, en el Luna Park. Una elección que, mientras por momentos lo acercaba a un miembro de la raza Naa’vi –para los que vieron Avatar–, terminó por lo común representándolo como un Peter Pan azulado, maduro y sensual. Y no está tan mal: la galería de canciones (treinta y de todas sus épocas) presentada incorporaba seres de fábula, fantasía y misticismo (como faunos, odaliscas y un bailarín vudú), y la música sonada asemejó a una batería de ritmos para una hipotética fiesta interminable en el País de Nunca Jamás. Sólo que brindada aquí y ahora.

Claro que, tratándose de Babasónicos, una banda insignia de la cultura rock bien entendida –como una posible “Internacional Rockera” más que como una colección de símbolos que se deba intentar argentinizar–, el festejo incluyó elementos impensados para la ficción que James Barrie creó hace 97 años. El ejemplo más resonante es el de la joven que presentó ese tan contundente topless a mitad del show, durante la canción “Pijamas”. El plan de este Pan babasónico, no obstante, quedaría desnudado sobre el cierre del concierto, con el rescate del notable tema “Demonomanía”. En ésa, una de las piezas más antiguas de la noche, Dárgelos propone: “Cada uno de tu raza que convenza es mi victoria”, y es de eso que se tratan el rock y, encuadrados en este análisis, la banda. De amucharse del otro lado de la moral hegemónica, de participar y contribuir al caos, de intervenir en la realidad gris para teñirla de rouge y animal print. Pero, fundamentalmente, de devolver una mirada crítica sobre el rostro arrugado de los valores que mueven a la mano invisible de la modernidad.

Más allá del caso, y de los vestuarios a tono de Diego Tuñón y Diego Rodríguez, especie de centuriones o caballeros zodiacales de varieté, claro que las 6 mil personas que asistieron al show no lo hicieron para ver cómo salían vestidos sino para participar de un concierto abrasivo por la diversidad de sonidos, ritmos y texturas, y por el magnetismo escénico del clan babasónico, liderado por Dárgelos, pero asentado en la disposición de todos los músicos, incluidas las recientes anexiones. Todo dentro de lo que podrían entenderse como tres razas de creaciones: canciones propiamente dichas, a la manera clásica y con su sabor pop; piezas de rock valvular y desenfrenado; y entretenidos planes bailables.

Solventes fueron las actuaciones del productor y bajista Tuta Torres y del (nuevamente) guitarrista y ahora percusionista Carca. El núcleo del grupo también tuvo una buena noche (excepto Mariano Roger, atorado por una serie de complicaciones en su vida privada) en el marco de un show que se ha vuelto más dinámico con el correr de los discos y que también hace uso de la dimensión espacial, en este caso con un escenario de tres pisos con proyecciones y una azotea-balcón-pista de baile para Dárgelos.

Desde allí, Babasónicos mantuvo durante 100 minutos un espectáculo que, por sus canciones, está en un nivel superlativo. Se puede mencionar a “Los calientes”, a “Fiesta popular”, a “Deléctrico”, a “En privado”, a “Valle de valium” o a cualquiera de las demás. El caudal de obra de esta banda es abrumador, pero en un gesto solidario (hacia sus propias ganas y para con las del público) contó con una curaduría tal que conformó a todos: en el Luna Park, Babasónicos tocó las diez piezas de A propósito, cuatro de las más resonantes del anterior Mucho, tres de las más bellas de Anoche, medio Infame, dos hits de Jessico y cuatro piezas del arcón para delicia de sus fans históricos: las mencionadas “Valle de valium” y “Demonomanía”, la viril “Sátiro” y la rareza “Posesión del Tercer Tipo”.

“¿Viste que no hablan entre los temas?”, comentaba una debutante del público. Más atrás, dos seguían abrazados luego de “Los calientes”. Allá adelante, el griterío provocado por los jugueteos de Dárgelos y Roger al borde del tablado. Como en sus discos, donde cada vez más posibilidades encuentran lugar, quienes se suman a la corte declarada de seguidores de Babasónicos tienen, cada uno, su propio modo de acceder y de disfrutar el arte del grupo, de incorporar a su vida esos sonidos, esas palabras. Quizás ése sea el logro más bello de esa fiesta popular continua que es Babasónicos.

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Adrián Dárgelos lució como una suerte de Peter Pan azulado, maduro y sensual.
Imagen: Fernando Manzano
 
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