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Lunes, 29 de agosto de 2016

LUCHO GONZáLEZ Y LIDIA BARROSO GRABARON CUANDO HABLA EL CORAZóN

Una buena química latinoamericana

El guitarrista peruano produjo, arregló y tocó en el disco de la cantante y compositora. De este modo quedó prácticamente establecido un dúo. “El proyecto me hizo recordar mis trabajos con Mercedes, Ana Belén o Chabuca”, sostuvo González.

 Por Cristian Vitale

No es regla, a priori, que el productor ejecutivo de un disco sea también su arreglador, su director, su productor artístico y uno de sus músicos, a un nivel que lo pone en igualdad de condiciones con el protagonista. Con “la”, en este caso, porque se trata de la conjunción entre Lucho González y Lidia Barroso (cantora y compositora) que, por lo dicho, asume casi categoría de dúo. “Mi sorpresa fue muy grande cuando empecé a colaborar con una persona que no podía entender cómo no estaba en los primeros planos”, dice él, sobre ella y los orígenes del resultado: el flamante Cuando habla el corazón. “A partir de ahí, comenzó a generarse un interés común por un proyecto que me hizo recordar a mis trabajos con Mercedes Sosa, Ana Belén o Chabuca Granda… renovó mis ganas de arreglar, de tocar, de producir, en fin, la idea era establecer un nexo con el disco que ella vino a buscar; con los temas, su canto, y mis ganas. Es cierto que esto se acerca al concepto de dúo, pero debe alejarse, porque mi labor termina ahí. El proyecto se llama Lidia Barroso, porque las damas, cuando cantan así… bueno”, testimonia el ex estudiante de derecho devenido –enorme– guitarrista.

–¿No parece lo que es, o no es lo que parece, entonces?

Lidia Barroso: –No parece: ¡es! (risas). Todo lo que acaba de decir Lucho es así y me siento sumamente respaldada por él, en todo sentido. Lo conozco desde hace mucho tiempo, pero este trabajo superó mis expectativas. Se fue dando el encuentro de una forma natural, porque él tiene una gran capacidad de conducir la música… hacía lo que yo soñaba. Digo, una cosa es acompañar a una cantante y otra, muy distinta, la sensación de que hay algo más, una juntada de colores que determinan un paisaje bello.

Paisaje dado, en este caso, por una fusión de ritmos latinoamericanos; la colaboración de Luis Salinas, Franco Luciani y Hugo Fattoruso –nada menos– y canciones de Barroso co compuestas con Jorge Fandermole (“Lamento del perdido amor”); Hugo Casas (“La canción del camino”) o Rubén Molinero (“Zamba que me acompaña”); más alguna versión del tándem Llopis-Lima Quintana (“Cantando un sueño”); e incluso del Paz Martínez, como “Agua, fuego, tierra y viento”, todas sostenidas por las cuerdas con aromas del Perú, que le fluyen naturalmente de González. “Cuando yo empecé con Chabuca, tenía 20 años, y me llamaba la atención que, cuando nos presentábamos, me decía don Luis, porque se creía que era un señor serio”, se ríe Lucho. “También que ella no cantaba acompañada `por`, sino que tocaba `con`, y eso me quedó desde ese tiempo. Por eso no estoy cumpliendo la mera función de acompañar, sino de involucrarme mucho más”, explica el experimentado músico peruano, radicado en la Argentina. “Pero lo central –confiesa él– es la forma y la personalidad que tiene Lidia al cantar”.

El ex Vitale-Baraj-González no hace más que poner en un aprieto a su anfitriona musical. Se sabe que plantarse frente a un elogio es una de las cosas más difíciles que existen en la vida. Ella lo resuelve con una sonrisa, pero no activa un mutis por el foro… alcanza a esbozar algunas palabras. “Estos son los casos en lo que uno piensa ¿qué digo?, ¿no tengo palabras?, en fin, lo que pasa es que veo el hecho de cantar como un infinito, porque siempre estás sintiendo cosas nuevas, y esto se debe a la pasión que uno siente por esto. Pero una no está sola en este camino cuando una persona como Lucho te abraza en lo musical y te hace ir por lugares que te sorprenden. Si a las personas que te escuchan les gusta lo que hacés, bienvenido sea, porque lo que hacemos es para conmover, para compartir”, resuelve la cantora, cuya banda acompañante completan Martín González Puig, en percusión; Víctor Carrión, en saxo soprano; la peruana María Pacheco, en violín; el peruano César Pacheco, en violoncello, y Javier Mareco, en bajo.

“Lo que dice tiene que ver con los años que tiene en este trabajo, porque es uno de los músicos más importantes del mundo… lo ha dicho Tomatito, por ejemplo”, refresca Barroso, cuya nítida voz aparece en el film Zonda; en la opereta Lo que me costó el amor de Laura, de Alejandro Dolina; o en diversas presentaciones cerca de Jairo, Lito Vitale o la misma “Negra” Sosa. “La lírica que trajo Lidia era reconocible en un vals, una huella o una chamarrita, y eso mismo, en otros lados, se llama pasillo o landó o marinera… como dicen en Perú, es la misma chola con distinto calzón”, se ríe Lucho, intentando explicar de qué va genéricamente el disco. “Lo que me pasó a mí es que pude conjugar la voz con su interpretación, y el cuerpo con su expresión, cosa que me fascina, porque eso me produce un tremendo placer, una identificación”, explica por su parte, esta cordobesa nacida en Arias, que canta folklore desde los seis años, y se espeja en colegas como Violeta Parra, Elis Regina o la misma Chabuca. “Lucho logró encaminarme en esta senda, me hizo sentir cómoda en este sitio, porque todo fluyó naturalmente”.

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Barroso y González, cruce musical que dio buenos frutos.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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