SOCIEDAD › DOS HERMANAS DENUNCIAN LOS ABUSOS SUFRIDOS DE NIñAS, PERO EL JUEZ DIO POR PRESCRIPTO EL CASO

Cuando la Justicia se convierte en un muro

Las mujeres fueron violadas por una pareja de la madre cuando tenían cuatro y siete años. Ahora, ya adultas, lo denunciaron, pero el acusado fue sobreseído por el tiempo transcurrido. Mañana la cámara analizará en audiencia el pedido para revocar la absolución.

 Por Mariana Carbajal

Los casos se multiplican. Salen a la luz después de décadas de silencio: mujeres que sufrieron abuso sexual durante su infancia en el seno de su hogar, rompen la mordaza que les impuso ese dolor infinito, y buscan en los tribunales castigo para el perpetrador y cierta reparación a tanta herida que todavía supura. Pero se encuentran con jueces que siguen amparando pedófilos, que aplican interpretaciones de leyes que los protegen. Como le sucedió a Victoria Acebedo y su hermana: denunciaron a la ex pareja de su madre, de alias “Fiti”, por abusar de ellas sexualmente cuando tenían 4 y 7 años, respectivamente, durante 1991 y 1992. El 5 de julio, el juez Jorge Adolfo López lo sobreseyó, sin negar su culpabilidad, con el argumento de la prescripción de los delitos, a pesar del pedido de imprescriptibilidad de la Fiscalía. Organizaciones de mujeres y agrupaciones de sobrevivientes de ASI acompañarán mañana a las hermanas en la audiencia que se realizará en la sala VII de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, donde se analizará su pedido para que se revoque la absolución.

Las hermanas, constituidas como querellantes, alegaron en su apelación, entre otros fundamentos, el reciente fallo de la Cámara Federal de Casación Penal –sobre el cual informó este diario– que destaca la necesidad de la debida aplicación de los pactos internacionales de derechos humanos en los casos como este, para validar la continuación de las investigaciones, aun cuando el plazo de prescripción estuviera vencido.

–¿Cómo se siente con la decisión judicial? –le preguntó este diario a Victoria Acebedo.

–Si se cierra así la causa es como si me echaran la culpa nuevamente a nosotras por lo que nos pasó. Es como si nos dijeran que tendríamos que haber hecho antes la denuncia. La verdad, no entiendo la discusión, es tan absurda. Un hombre decide aprovechar su poder que ejerce sobre niñitas que cuida, nos abusa, nos humilla, nos penetra hasta los huesos pero bueno, fue hace mucho tiempo, no se puede hacer nada. No nos están diciendo que no hay pruebas para llegar a una condena, sino que no es el momento, que ya es tarde. A mí me gustaría preguntarle al juez cómo puede una nena de 4 años hacer una denuncia. Yo conté lo que este hombre me hacía: prometerle que no iba a contar, pero mi madre no me creyó o no pudo con el hecho. Luego mi vida fue una lucha, siempre sentí que llevaba la sangre contaminada, y una vez que me atrevo a poner las culpas donde es debido, del hombre que jugó con mi inocencia para satisfacerse sexualmente, la justicia la considera prescripta.

–¿Pudo alguna vez enfrentar al abusador?

–Nunca pude decirle nada al abusador, él se quedó con mis palabras de mi primera infancia. Expresarme me costaba horrores, tuve que ir a fonoaudióloga y a psicopedagoga. Me gustaría que él sepa que pudo haber conocido el contorno de nuestra piel, ese que limita nuestro ser pero que no me conoció ni a mí ni a mi hermana, y que ya no somos nenas chiquitas, somos mujeres que nos animamos a romper con el silencio del abuso que él impuso. Ya no somos víctimas, sino mujeres adultas que vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que tenga una condena y nunca más se le ocurra abusar a otras niñas o niños.

La denuncia la hicieron en 2015. La causa se abrió. La fiscalía validó sus dichos. Pero no alcanzó. Victoria Abalos denunció que “Fiti” era amigo del vecino de la casa lindante donde ellas vivían con su mamá y un hermano más, en Malabia al 400, de la ciudad de Buenos Aires. A comienzos de los ‘90 “mantuvo una relación con mi madre, por lo que se mudó al domicilio familiar y convivió con nosotros aproximadamente por un año y medio. Mientras convivió con la familia, el denunciado demostró ser una persona desagradable. Era común que nos obligara a darle besos en la boca cuando mi mama no lo veía, e incluso solía tirarse gases e invitarnos a que le oliéramos la cola”, relató la mujer, hoy de 29 años.

“Una noche, en aquel año empezó a pasarse a mi cama, donde me decía que íbamos a hacer juegos. Solía obligarnos a “jugar un juego”, llamado “yuku”, el cual consistía en introducirnos dedos en el ano y vagina y me obligaba a besarlo, tocar su pene y chuparlo. El eyaculaba sobre mí. Me acuerdo el olor a semen y la sensación sobre mis manos y rostro, que recién de mayor pude reconocer que era semen, en el momento no comprendía e intentaba sacármelo pero no lo lograba. Me quedaba pegajoso, aceitoso. Cuando él terminaba, me llevaba al baño y me lavaba. Me decía que este era nuestro secreto y no podía decirle a nadie y que además si le contaba a mi mamá, ella se iba poner mal”, declaró en su denuncia la joven. La misma maniobra que permite la impunidad a los pedófilos: el secreto que imponen a sus víctimas, la amenaza. El relato de la denunciante sigue: los abusos se sucedieron mientras la madre salía a trabajar temprano y antes de que ellas fueran a la escuela. No solo sobre Victoria, también sobre su hermana, tres años mayor. “El motivo de la ruptura –con mi madre– tuvo que ver con cuestiones de la pareja, aunque también puede haberse vinculado con que mi hermana exteriorizó lo que ella, por su parte, sufrió. De resultas de estos hechos tuve una infancia difícil, demostrándome aislada y retraída en la Escuela, trocando a violenta e irascible por momentos. Sufría mucho en ciertos juegos normales en la infancia, que solían ponerme muy nerviosa. No fue hasta los doce años en que tomé conciencia de la relevancia de los hechos, y pude conectarlos con los problemas de mi niñez. En esos años concurrí a psicopedagogas en la Obra Social de Buenos Aires (ObSBA) –desde los siete años, por espacio de tres años aproximadamente–; también fui alumna del Instituto Vocacional de Arte de esta Ciudad, donde fui contenida por profesionales de la Institución; y asistí a la consulta de dos psicólogos particulares, desde los 14 a los 19 años, y desde los 23 a los 27 años, respectivamente, y finalmente forme parte de Liberatorias, un espacio de contención y reflexión para mujeres sobrevivientes de abuso y violencia coordinado por la psicóloga Raquel Disenfeld”, relató la joven.

Para la audiencia de mañana, organizaciones de mujeres convocan a acompañar a las hermanas a la cita en la Cámara de Apelaciones, en Viamonte 1151, de la ciudad de Buenos Aires, a las 11, “para que la Justicia sepa que no están solas, que vivas, sanas y alegres nos queremos”.

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“Vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que tenga una condena”, dice Verónica Acebedo.
Imagen: Bernardino Avila
 
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