EL PAíS › LA INSPECCIóN OCULAR DEL JUEZ FEDERAL DANIEL RAFECAS EN EL CONVENTO

Los documentos del monasterio

El juzgado se llevó papeles que confirmarían el vínculo de José López con las monjas Orantes y Penitentes de Nuestra Señora de Fátima. Analizan el rol que tuvieron las religiosas. Dos monjas de clausura declararán mañana como testigos.

 Por Irina Hauser

En la oficina y en la habitación donde dormía el fallecido obispo de Mercedes-Luján, Rubén Di Monti, el juez federal Daniel Rafecas encontró cerca de veinte documentos que muestran su relación de vieja data, de al menos una década, con el ex secretario de Obras Públicas José López. En los papeles hallados en la inspección ocular que se hizo ayer a la mañana en el monasterio de las monjas Orantes y Penitentes de Nuestra Señora de Fátima, había convenios que también acreditarían la vinculación con el ex funcionario de dos de las monjas que lo habrían ayudado a dejar allí nueve millones de dólares en bolsos. Rafecas, además, analizó las características del lugar como para entender si las religiosas trataron de ocultar a López cuando llegó la policía o simplemente no escuchaban el timbre, y pudo constatar que eran cuatro las que estaban ese día.

Lo que quedó en evidencia es que López no eligió un lugar desconocido para intentar esconder sus casi nueve millones de dólares. Entre la documentación que Rafecas incautó, los tres nombres que se repiten son los de Di Monti y los de las hermanas superioras Inés Aparicio y Alba Día de España Martínez Fernández. Además de contratos, principalmente para refacciones tanto de convento como de la Basílica de Luján, había pedido de fondos al Ministerio Planificación, adjudicaciones y detalles de presupuesto que se remontan hasta 2005. Inés fue citada a indagatoria para después de la feria judicial por el presunto encubrimiento de López. Alba será sometida a estudios del Cuerpo Médico Forense antes de que el juez defina si la convoca como sospechosa, ya que tiene 94 años.

En el dormitorio que utilizaba Di Monti, fallecido en abril último, todavía estaban sus pertenencias donde las había dejado. En la oficina había también información de sus cuentas bancarias. El juzgado ordenó secuestrar su la CPU.

Al ingresar al lugar Rafecas, tres funcionarios de la Oficina Anticorrupción, los abogados de López más los agentes de las policías Federal y Bonaerense se encontraron con una casa amplísima, con puertas por todos lados, con capacidad para albergar a unas cuarenta monjas. Sin embargo, allí viven solo cuatro. Y las cuatro estaban la madrugada en que López fue detenido, luego de que un repartidor de pollos Jesús Ojeda viera movimientos llamativos y llamara al 911. En las filmaciones se ve a una de las hermanas mirar por la ventana hacia donde López había dejado su fusil tirado en el piso, cerca de la puerta. Es Marcela, según ella misma le reconoció ayer al juez (hasta ahora no había sido identificada). La otra es María. Ambas son monjas de clausura. Fueron citadas como testigos para mañana. Su relato será central.

Cuando la policía llegó al convento aquella madrugada tras los pasos de López, las monjas tardaron en atender y abrir la puerta. El policía que llegó primero, Pablo Román, declaró que estuvo esperando cuarenta minutos hasta que lo atendieron. También tocó el timbre, bocina y llamó a viva voz. Una posibilidad es que las monjas demoraran porque no escuchaban el timbre. Por eso Rafecas verificó la ubicación y sonoridad, y constató que no se escucha en el sector donde duermen las monjas. Pero hay otros datos que lo llevan a una hipótesis de encubrimiento de parte de las religiosas. El policía contó que cuando lo atendieron, pensó que le estaban haciendo una broma. Le pedían que se pusiera más cerca de la cámara de la parte exterior, decían “¿qué quiere la policía?” y cuando les dijeron que tenían una denuncia de que había “un intruso” que había tirado bolsos por arriba de la pared, las mujeres dijeron que allí no había nadie. Pero López llevaba una hora y diez minutos ahí dentro.

Además, la esposa de López, María Amalia Díaz, había llamado once veces el día anterior al monasterio, y la última había sido a la una de la madrugada, mientras que a su esposo lo llamó 3.19, cuando estaba por llegar al lugar. Ella también será indagada. López está procesado ya por enriquecimiento ilícito y por portación ilegal de arma. Rafecas mandó también a tasar su casa de Tigre, a nombre de testaferros. Hoy declara Jesús Ojeda, quien el día de la detención de López fue no sólo quien alertó al 911 sino el testigo del procedimiento en el convento.

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El juez Rafecas encabezó la inspección al convento de General Rodríguez.
 
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