EL PAíS › OPINION

De carne somos, otra vez

Celebraciones contrapuestas en las Plazas y en Palacio. Macri y Obama: se ha formado una pareja. El rol de Macri en la nueva política norteamericana para la región. Fugaz reseña de las relaciones, de Braden a la Cumbre de Mar del Plata. Las relaciones carnales de ayer, el New Deal de hoy. Acechanzas y recurrencias.

 Por Mario Wainfeld

La visita del presidente Barack Obama y sus declaraciones colmaron las ambiciones o los sueños de su par argentino, Mauricio Macri. Las alabanzas colosales por lo realizado en cien días son inverosímiles si se toman al pie de la letra, en eso radica su interés. Son hijas de un designio superior, no de una investigación de campo.

Aunque sea tedioso abundar sobre lo evidente, hagamos una concesión: Obama no tiene competencia ni derecho para valorar los resultados de la labor de Macri en beneficio o perjuicio de los argentinos. Es mandatario de otro país, expresa y defiende distintos intereses. No es un jurado imparcial ni administra el sello IRAM. Si ensalza a un colega de una nación poco poderosa y remota no es como consecuencia del severo veredicto de un tribunal imparcial.

Obama aterriza en la Argentina tras protagonizar un periplo por Cuba, que dejará inscripto su apellido en la historia. Es patente la continuidad del viaje y de la política. Vivimos un momento de acercamiento entre la Unión y sus primos del Sur. El signo del nuevo gobierno argentino es funcional a la transición.

Desde el atentado a las Torre Gemelas Estados Unidos se mantuvo (comparativamente con décadas previas) distanciado del “patio trasero” latinoamericano y de Sudamérica en especial.

El terrorismo internacional, el damero incomprensible y móvil de Medio Oriente, guerras, invasiones, la implantación de leyes mano duristas en su propio país coparon la agenda desde el 12 de septiembre de 2001, pongalé.

Nuestro vecindario ayudó por un lado por ser una región bastante pacífica, no asolada por el terrorismo. Colombia, el aliado de fierro, hace excepción pero la regla es extendida.

La paz coincide con una etapa pródiga en gobiernos populares de mestizo pelaje. No son los favoritos de la Casa Blanca pero no producen guerras internacionales y atentados.

El enfriamiento del trato cotidiano funcionó como una ayuda transitoria a las democracias progresistas o populistas, tórridas, templadas o tibias. No medió, de movida, mérito propio: Al Qaida y George Bush lo hicieron. El distanciamiento de Estados Unidos, una variante política del viento de cola.

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Integración con bemoles: La acción positiva de los líderes sudamericanos se tradujo en un avance de la integración, a niveles muy superiores al pasado pero, ay, insuficientes.

Se progresó más en materia política que en la económica, dificultada estructuralmente. La mayoría de las economías reales existentes no son complementarias sino competitivas entre sí.

En la esfera política tuvieron inédita eficacia la diplomacia presidencial, las Cumbres que tomaron decisiones formidables de volea. La diplomacia convencional quedó a la zaga, en buena hora. La concreción institucional también teclea y sigue caminando pininos.

Con ese bagaje manejado por líderes que armonizaban políticamente se plasmaron intervenciones pacíficas que frenaron conatos de golpes de estado en Bolivia, Venezuela y Ecuador. Detuvieron una escalada belicista de Colombia contra Ecuador y Venezuela. Proezas sin antecedente conocido, a pura política y sin disparar ni una bala de goma.

El fallecido presidente Néstor Kirchner catalizó la llegada del Frente Amplio al gobierno propiciando el viaje de exiliados uruguayos desde acá a su patria. Una movida democrática y hasta sutil que la Vulgata dominante ignora porque choca con sus prejuicios y contradice la historia oficial.

La Cumbre de Mar de Plata en 2005 concretó un clímax de la autonomía, con la convergencia de los presidentes brasileño Lula da Silva, venezolano Hugo Chávez y Kirchner en la plenitud. Un tridente ofensivo que se congregó en minoría numérica y consiguió cerrar las puertas al ALCA. El presidente Bush hijo les hizo fuerza sin quitar la vista del teatro de operaciones contra la contradicción principal.

En momentos de declinación de los regímenes progresistas, opositores al Consenso de Washington, la Casa Blanca propone un nuevo trato. Le paga casi de contado a Macri la sobreactuación en su primera Cumbre contra el presidente bolivariano Nicolás Maduro y le adelanta capital (simbólico, ojo) para jugadas que vendrán. El debilitamiento del PT en Brasil, del gobierno de Maduro y la derrota del kirchnerismo siembran el terreno.

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Más Bradens que dólares frescos: Los movimientos nacional populares argentinos fueron antiimperialistas y aun antiyanquis, en origen y en sus mejores expresiones. El presidente radical Hipólito Yrigoyen no tuvo un Spruille Braden ni lo precisó para enfrentar ataques imperialistas norteamericanos, con medidas y su verbo impar.

El presidente radical Raúl Alfonsín aguantó los trapos lo mejor que pudo: genio y figura, le discutió a Ronald Reagan de visitante, bajo un frío polar e índice en ristre.

Las clases dominantes, hasta la década del noventa del siglo XX, prefirieron referenciarse en Francia y Gran Bretaña, para construir sus mansiones o hacer negocios.

El peronista Carlos Menem viró en redondo, como en tantos tableros. Su canciller Guido Di Tella dilapidó franqueza al acuñar la expresión “relaciones carnales”. Que no es entrar al mundo, si se tolera una pizca de incorrección política, sino al revés.

Di Tella tenía un agudo sentido del humor, era histriónico y locuaz. El ministro de Relaciones Adalberto Rodríguez Giavarini formó un tándem perfecto con el ex presidente Fernando de la Rúa. Ambos eran de derecha, lamebotas, aburridos y pomposos.

Continuaron sin garbo la praxis menemista, felices por recibir palmaditas pero no dólares mientras la patria se caía a pedazos.

Macri retoma caminos fatigados antaño. La historia no se calca pero los rumbos posibles se reemprenden, en contextos muy diferentes.

Mister president capitaliza la coyuntura. El eje de la nueva alianza es político, con derivaciones económicas de temer. El intercambio comercial entre dos países de porte tan distinto (un “emergente”, la primera potencia mundial) fue, es y será asimétrico, por cojones. Endémicamente deficitario para la Argentina. Ya se dijo, es peliaguda la integración entre economías que compiten entre sí. La disparidad de poder acentúa el problema mientras el formidable proteccionismo gringo para sus productos primarios ahonda la grieta.

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Europa también existe: Este cronista no se disfraza de especialista en política exterior foránea ni tiene dotes de adivino. Obama se está retirando de la Casa Blanca, que en su país es un viaje de ida a dejar la centralidad política. Vaticinar cuáles serán los ejes de la relación desigual en los próximos años depende de variables indeterminadas, entre ellas el desenlace de la elecciones presidenciales en Estados Unidos.

De cualquier manera, el Departamento de Estado sabe ser más estable que la política doméstica. Cuesta imaginar que América del Sur trepe a alta prioridad internacional.

Todo lo realizado en Medio Oriente desde 2001 ha fracasado, por usar un eufemismo. Tres atentados en menos de un año en París y Bruselas, una muchedumbre de inmigrantes maltratados en el corazón de Europa son los síntomas actuales en carne viva.

Obama tendió una mano a Cuba pero se dio muchos lujos en la lucha contra el terrorismo “islámico”. Discriminación doméstica, intervenciones caóticas en el polvorín de Medio Oriente, guerras, drones que “se equivocan” y masacran poblaciones civiles. La escena del premio Nobel de la Paz mirando por tele cómo se asesinaba a Osama Bin Laden en Pakistán estremece. (¿Hace falta puntualizar que se repudia al líder de Al Qaida, terrorista impiadoso? Lo hacemos, anyway). La violación de todas las reglas internacionales se exterioriza, se transforma en programa para que lo mire Homero Simpson, se pone en escena con deliberación y sin tapujos. Después hay quien se pregunta cómo puede haber, más a la derecha, líderes extremistas y populares como Donald Trump. Las diferencias perduran y se le prenden velas a Hillary Clinton porque “el arte de lo posible” es a menudo buscar el mal menor.

El intercambio comercial genuino y favorable entre nuestro país y la mega potencia es una quimera. Habrá una “relación madura”, signada por la ley del más fuerte.

La ministra de Seguridad Patricia Bullrich viene departiendo con representantes de la DEA. Nadie en sus cabales debe fantasear diálogo entre pares, del que surgirán novedades o soluciones pactadas. Es política exterior, muchachos, no un brain storming entre pares. La DEA traslada su experticia, acomoda productos y “fierros”. Las “guerras santas” contra el narcotráfico han dado prueba de su eficacia en México. La cercanía con Estados Unidos induce a ser moderado en las comparaciones aunque no a dejarlas de lado y estremecerse preventivamente.

Una constante parece regir las conductas de Estados Unidos fuera de sus fronteras. Si va fracasando una estrategia conformada por tácticas invasivas, salvajismo y violaciones de soberanías o derechos humanos... se propende a doblar la apuesta. Falló la dosis, no el remedio, pensarán. O habrá intereses en aplicar los remedios cualesquiera que fueran los efectos.

Argentina debe combatir el narcotráfico y oponerse al terrorismo internacional que masacró poblaciones civiles acá. Y no solo por esa causa, que sangra aún. De ahí a comprar llave en mano el recetario de una potencia distante y distinta media un abismo en el que Macri sueña con “tender un puente”.

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Suma positiva, en Semana Santa: El futuro es abierto e indeterminado en tendencia. Los acercamientos tributan a la ley de gravedad política: la masa mayor atrae a la otra, la imanta. Habrá que ver y oponerse en todo cuando sea lícito y factible.

La Semana Santa fue feliz para el macrismo. Curiosamente también para cientos de miles de argentinos que conmemoraron con sus consignas y pertenencias el cuadragésimo aniversario del golpe cívico militar.

Días exóticos, de suma positiva en ligas diferentes. Los caminos se bifurcan o confrontan, también en materia de derechos humanos. De momento prevalece un umbral elevado de conquistas que no han sido avasalladas.

Las convocatorias pacíficas, fervorosas, pluralistas que cubrieron calles y plazas en toda la geografía nacional emitieron una señal y revitalizaron a los que se movilizaron o adhirieron con su corazón. El resto está por verse porque estas historias, como todas, continuarán.

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Imagen: AFP
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