EL PAíS › OPINIóN

Lectura de un presente sin certezas

 Por Mempo Giardinelli

En el complejísimo panorama político argentino, cada semana ofrece novedades que a muchos parecen excitantes y enfurecen a muchos más. A nadie sorprende que el país esté dividido como el mundo de hoy –basta mirar los Estados Unidos, Brasil o España– pero sí sorprenden los cambios que día a día se producen aquí con velocidad de rayo.

Frente a miles de despidos, obras paralizadas, tarifazos, inflación creciente y la violación sistemática de la Constitución a fuerza de decretos, gran parte de la sociedad está como atontada, sumida en la impotencia, expectante.

Ante la anulación de la Afsca, el desmantelamiento de Fabricaciones Militares, el Invap y el Arsat, y la eliminación informática de miles de investigaciones del Ministerio de Justicia, entre ellas Iron Mountain y las que afectaban al Sr. Macri, como la causa por espionaje ilegal o la represión en el Borda, muchos argentinos sienten dolor pero acaso también creen que ésas no son sus urgencias.

Mientras el Banco Central despide al gerente que llevaba los sumarios contra bancos y empresas por infracciones a la ley penal cambiaria y se anulan todas las investigaciones por lavado de dinero, delitos económicos, violencia institucional y hasta la recuperación del nieto de Estela de Carlotto, y al mismo tiempo se usurpa una posición en el Consejo de la Magistratura y se paga con embajadas a amigos como los Sres. Bordón, Juez, Terragno y Puerta, muchos ni se enteran.

Y si el juez Bonadio procesa a Guillermo Moreno por supuesto “abuso de autoridad” y así mete baza en la interna justicialista, mientras el juez Lijo enfría la fundada denuncia de Eduardo Barcesat contra el presidente y sus ministros también por “abuso de autoridad” y diversas “violaciones a los deberes de funcionario público”, pareciera que estos escándalos interesan sólo a entendidos y alertados.

En ese marco, la pelota de la crisis está nuevamente en el campo del pueblo. Y ya se sabe que es difícil ver en la oscuridad cuando los hechos se suceden a la velocidad de la luz que impone el gobierno macrista, del que se podrán decir muchas cosas pero no que le falta decisión.

La convocatoria a sesiones extraordinarias en el Congreso es un resultado no del sistema constitucional sino del trajín de los mentimedios que, como mastines hambrientos, estimularon la ruptura del kirchnerismo parlamentario que necesitaba el Gobierno: urgía crear una especie de FpV promacri y lo lograron con la escisión del diputado Diego Bossio y una docena de colegas. El mismísimo jefe de Gabinete, Sr. Peña, debió esforzarse en aclarar que “el Gobierno no tuvo nada que ver”. Lo que, en la jerga política criolla, significa todo lo contrario.

Como era de esperar, algunos anuncian ya el fin del kirchnerismo. Figurita repetida, claro, porque los memoriosos de la vida argentina saben que en cualquiera de sus formas el monstruo peronista –ya declarado muerto en 1955, 1958, 1962, 1966, 1972, 1976, 1983, 1999 y Noviembre de 2015, por lo menos– siempre resurge. Como “hecho maldito”, se lo llamó alguna vez, que se repite inexorablemente.

Claro que esta ruptura no necesariamente delata diferencias ideológicas, ya que se explicaría más bien en canjes de dinero y obras públicas a cambio de quorum y votos para leyes que el macrismo impulsará una vez que deje de vomitar decretos.

Se sabe, y es un lugar común, que en el peronismo nunca nada es lo que parece, lo que está comprobado históricamente. Pero lo que sí es raro, en estos días, es el consistente silencio de la ex presidenta. Es un hecho que se trata de un mutismo políticamente muy riesgoso. Sobre todo porque sin conducción –y esto es un dogma peronista– no hay futuro. Y no se crea y se conduce un proceso transformador como el de los últimos 12 años para luego cerrarse al mundo y dejar que todo fluya. Como en el jardín de infantes, cuando la maestra se ausenta, los chicos se desmandan. En la política también y es presumible que CFK lo sabe.

Mientras tanto, y marcando el compás que impone un Sr. Massot que es sobrino de otro Sr. Massot acusado de crímenes de lesa humanidad, el gobierno cuenta porotos para dominar el Congreso, donde estiman tener entre 130 y 140 votos en Diputados y los favores del Sr. Pichetto en el Senado. Esa confianza parece basarse en que ahora pueden manejar dos de los factores mas chúcaros de la política argentina: la inmoralidad y el travestismo.

Sería alucinante ver senadores del FpV aprobando a los macristas Sres. Rosatti y Rosenkrantz para la Corte Suprema. Ahí se verían en plenitud el republicanismo berreta de muchos radicales, la miserabilidad de algunos peronistas y cómo se toca fondo en la degradada política argentina que ahora perfeccionan quienes prometían una “Revolución de la Alegría” que se parece cada vez más a la “Revolución Libertadora”.

Ante ése y otros espectáculos que parecen avecinarse, lo que para muchos es “la gran masa del pueblo” es posible que continúe entre indiferente, incrédula y pasmada.

Es difícil conjeturar más allá, pero habrá que prestar mucha atención a los pasos que irán dando los variadísimos nombres que hoy protagonizan el FpV, el PJ, los partidos y frentes populares de algunas provincias, el FR del Sr. Massa inclusive, y por supuesto el Gobierno, hoy macizo y decidido como jamás lo fueron radicales y otros aliados por sí solos.

La política argentina ha cambiado. Es un hecho. Aunque lo que parece inmutable es su condición feroz, y es sabido que las jaurías, a la hora del reparto de presas, son feroces. Bueno será que el que no lo sabe, se entere. Y que quien lo sabe proceda según su prudencia, su conducta y su moral, si es que las tiene.

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