ECONOMíA › LA INDUSTRIA ELECTRóNICA FUEGUINA, ENTRE CRíTICOS Y DEFENSORES

Desarrollo y costo fiscal

El régimen de incentivos en Tierra del Fuego no es distinto de la modalidad de otros esquemas de ensamblaje en el mundo. Pero el debate es acerca del alcance que puede tener la sustitución de importados y si el alto costo fiscal se justifica.

 Por Javier Lewkowicz

El régimen de incentivos a la producción de electrónicos en Tierra del Fuego despierta críticas desde diversos ángulos, aunque aquélla que sólo apunta sobre el carácter de armaduría que tienen las plantas es la más endeble. Esquemas de ensamblaje como el fueguino son una modalidad extendida en la industria electrónica. Ejemplos de ello son Manaos y la maquila en México, y también se replica en países europeos. La fabricación de los componentes se realiza en muchos casos por apenas dos empresas en todo el mundo. El alto contenido tecnológico y el rápido recambio de modelos explican la escala global de producción, imposible para la industria nacional, salvo a costa de una enorme ineficiencia.

Tener a las armadurías instaladas en el país bajo procesos productivos regulados genera posibilidades de sustitución de importaciones de algún producto muy puntual. Brasil, por ejemplo, aprovechó el ensamblaje de aires acondicionados para desarrollar una de las empresas de compresores más importantes del mundo. En la Argentina, un desafío sería producir baterías de los electrónicos, ya que el 80 por ciento de las reservas de litio en el mundo están ubicadas en la región. Otros especialistas apuestan a crear un “polo tecnológico” en la isla. “Se puede aprovechar la capacidad instalada y la calificación de la mano de obra para proveer a otras industrias, como la de maquinaria agrícola”, explicó a este diario Carolina Hernández, secretaria Pyme de la provincia.

La ausencia de un objetivo claro en el horizonte de la producción fueguina y, además, su carácter incipiente hacen al esquema vulnerable a una serie de críticas. Una de ellas es el enorme costo fiscal que genera. Según el Ministerio de Economía, por el régimen de promoción de Tierra del Fuego, que incluye exención del IVA, Ganancias, derechos de importación de insumos e impuestos internos para productos finales (este último punto no se incluye en la estimación oficial), el Estado dejará de recaudar 5600 millones de pesos en 2012, el 0,27 por ciento del PIB. Es, por lejos, el régimen de promoción económica con mayor impacto fiscal. Teniendo en cuenta que el empleo en el sector ronda los 10 mil puestos, el gasto total por mes que el Estado realiza por trabajador es mayor a los 45 mil pesos.

El esquema fueguino goza, como Manaos, de la autorización del Mercosur como área aduanera especial, donde está permitido vulnerar el arancel externo común del bloque regional. Sin embargo, lo específico del régimen, la exención de los derechos de importación, asciende en 2012 a 1646 millones, el 30 por ciento del gasto tributario total. Las dos terceras partes de los beneficios se explican por el IVA. Eso relativiza la estrategia de impulsar un régimen de fabricación de artículos que se consumen a tres mil kilómetros en los grandes centros urbanos. La maquila mexicana, aunque es una típica economía de enclave, no tiene un costo fiscal tan alto porque la mayor parte de la producción se exporta. En cuanto a los precios finales, especialistas remarcan que los valores son relativamente similares a los de Uruguay y Brasil aunque mucho más altos que en Chile, que firmó un tratado de libre comercio con China.

El Ministerio de Industria aprobó en 2009 el proceso productivo de celulares, que sólo obliga a las firmas a utilizar de fabricación nacional el manual, folletos, certificado de garantía, bolsas plásticas, cajas y materiales de embalaje. El ensamblaje de celulares, si bien permite a varias empresas soportar otros proyectos menos rentables, representa el segmento de producción con menor proyección para el tejido industrial nacional, por la velocidad de recambio de los productos. Algo distinto es el caso de las notebooks y netbooks, donde en 2010 se estableció que la industria local provea al menos el 50 por ciento de los módulos de memoria RAM. Los procesos tienen una vigencia de cinco años. El alto componente importado hace que el ahorro neto de divisas sea muy bajo.

Por otro lado, la transferencia tecnológica es escasa, pero no desdeñable, apuntan especialistas. Las especificaciones técnicas son aportadas por las firmas y luego adaptadas por grupos de 50 ingenieros por fábrica, que colaboran en el diseño de parte de las complejas líneas de montaje. Cargadores, fundas y otros artículos de escaso contenido tecnológico podrían ser fabricados por la industria local, salvo para el caso de celulares. Pero se trata de artículos con baja capacidad de modificar en forma sensible el enorme déficit comercial del sector.

Para Diego Cano, secretario de Innovación Productiva de Tierra del Fuego, “el desafío es insertarse en otros nichos de mercado, como la agricultura de precisión. Hay que pensar en diseño propio. De todos modos, se están buscando proveedores de tornillos, cables internos y memorias”, indicó. La fabricación de las baterías de litio, mineral que se extrae en el norte del país, es una de las posibilidades que se abren a partir del régimen. La iniciativa, con alto grado de avance, está llevándose a cabo en las universidades de Córdoba y La Plata, el Conicet y la Comisión Nacional de Energía Atómica.

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El ensamblaje local de electrónicos debería facilitar el desarrollo de la producción de partes.
Imagen: AFP
 
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