DEPORTES › LA FIFA SANCIONO A LA FEDERACION DE GUATEMALA Y PODRIA HACERLO CON LA AFA

Fútbol bananero para todos

Las razones para la desafiliación se parecen a las que empantanaron a nuestra castigada asociación civil. ¿Se juzgará el caso argentino con la misma vara o la entidad con sede en Zurich actuará como otras veces: dura con los débiles y condescendiente con los poderosos?

 Por Gustavo Veiga

Si la FIFA suspendió a Guatemala, ¿se atreverá a hacer lo mismo con Guatepeor? Este es el nombre que podría ponérsele a nuestra Argentina futbolística, atravesada por conflictos semejantes a la castigada y que se expone –más allá de los diferentes pergaminos y el peso de su historia– a una medida parecida. Acaso ningún dirigente lo crea, pero la posibilidad existe, no es descabellada. La situación previa que derivó en la sanción contra la federación centroamericana tiene similitudes con lo que pasa en la AFA. Una decisión de ese tipo dejaría al margen de las Eliminatorias mundialistas a la Selección nacional. Parece hoy una locura, sobre todo si se considera al fútbol-negocio y se toma en cuenta la vara de la FIFA, dura con los débiles y a menudo condescendiente con los poderosos. Con Guatemala casi no pagó ningún costo político. Ya quedó eliminada de Rusia 2018 y su desafiliación apenas le quita la chance de jugar una Copa en su región en enero próximo. La asimetría deportiva no debería llamar a engaño. Una señal de alerta les vendría bien a todos los sectores involucrados en el caos criollo. Y eso incluye al Gobierno, responsable en buena medida –y valga el juego de palabras– del desgobierno que domina desde aquella votación que terminó 38 a 38 en la AFA.

La idea que oficializó un grupo de dirigentes locales de declarar personas no gratas a Primo Corvaro de la FIFA y Motserrat Giménez de la Conmebol, no es una alfombra tendida hacia una solución diplomática. Es cierto que cualquiera hubiera sido el emisario elegido por la federación internacional, gozaría igual de muy baja credibilidad. No por una cuestión personal y sí por lo que significa la FIFA en el mundo actual: la corrupción y el descrédito desde que estalló el escándalo de los sobornos el 27 de mayo de 2015. Esa ilegitimidad se traslada a sus procedimientos. Sería como si un padre intentara aleccionar a su hijo sobre las virtudes de la decencia después de robar una cartera en el subte.

¿Y por casa cómo andamos?

El fuego cruzado entre la comisión regularizadora que preside Armando Pérez y los dirigentes de todas las categorías nos les deja ver la pobrísima calidad institucional del fútbol que administran. Envueltos en una pelea de imputaciones mutuas, se tiran con todo lo que tienen a mano. El presidente de Belgrano en uso de licencia está muy solo. Arrancó su mandato transitorio en la AFA con el respaldo del Gobierno. Confesó que su jefe es Mauricio Macri y no Gianni Infantino. Pero ni su acto de genuflexión ni la disciplina fiscal que intenta imponer puertas adentro lograron que conservara el apoyo de dos hombres muy cercanos al presidente: Daniel Angelici y Fernando Marín. El primero definió como “mala” su gestión en Bahrein para obtener fondos que no consiguió, y el segundo, “decepcionó” al responsable del desguazado Fútbol para Todos, según escribió en un artículo esta semana el periodista Ernesto Cherquis Bialo, ex vocero de la AFA despedido por el propio Pérez.

En sintonía con la denuncia de la AFIP contra el fútbol por evasión previsional e impositiva, el presidente de la comisión regularizadora difundió el mismo día un informe con los clubes que le deben plata a la AFA. “Las deudas más importantes son de Argentinos Juniors, Independiente, Quilmes y Banfield”, dijo. Y agregó a su ranking de peores pagadores a “San Lorenzo, Lanús y Estudiantes”, para culminar que “en total los clubes le deben a la AFA 950 millones de pesos y los invitamos a regularizar cada situación”.

Ni diagramadas previamente, las dos conferencias de prensa hubieran estado sincronizadas mejor. Unas horas antes, Alberto Abad, el titular de la AFIP, acompañado por el secretario general de la Presidencia, Fernando De Andreis, apuntó como responsables del vaciamiento del sistema de la Seguridad Social a los dirigentes. Una sola frase definió su pensamiento: “Baja institucionalidad y baja calidad gerencial”. El alto funcionario que lo acompañaba fue más contundente: “Queremos que se termine con el manejo mafioso que tuvo el fútbol en los últimos años”. Acto seguido le puso un epitafio al Fútbol para Todos a partir del 1° de enero. “No va a existir más”, señaló, en el mismo tono de anuncio fúnebre que hizo recordar aquellas palabras de Liliana Ripoll, la contadora que dijo “Racing ha dejado de existir como club”, después de que le habían decretado la quiebra en 1998.

Un fútbol que anda a la deriva y salpicado de mugre invita a hablar sobre semejantes problemas existenciales. El problema es quiénes se tientan a decirlo y desde dónde lo hacen. Por eso la FIFA tiene una bajísima legitimidad sancionatoria. Pérez también carece de ella para poner en caja a sus pares, porque al fin de cuentas es un dirigente más. Y el gobierno nacional cuando reclama austeridad o que el fútbol pague sus deudas, debería mirarse en su política económica de exclusión. O si prefiere, en el espejo del Congreso. Sus máximas autoridades –de la Alianza Cambiemos–, Gabriela Michetti y Emilio Monzó, acaban de firmar un aumento del 70 por ciento en las dietas de senadores y diputados nacionales. La mayoría de las paritarias no llegaron ni a la mitad de ese porcentaje.

Mirar a Guatemala

La rebelión en la AFA contra los enviados de la FIFA y sus representantes locales tiene coincidencias con la realidad guatemalteca. Los medios de ese país informaron que “el presidente de la Primera División, Jorge Mario Véliz, dijo que la Asamblea mantiene su postura de exigir a la FIFA que designe nuevos dirigentes en el Comité de Regularización nombrado por la Federación Internacional en la Fedefútbol”.

Lo que sigue bien podría haberlo comentado el presidente de Vélez, Raúl Gámez, o su par de Barracas Central, Claudio “Chiqui” Tapia, sobre lo que sucede en la AFA. Pero lo dijo Véliz, el directivo de un fútbol que ya está desafiliado: “Tuvimos como Asamblea la necesidad de actuar de la forma que lo hicimos, ya que en nueve meses hemos sido engañados por cinco personas que se aprovecharon del puesto para hacer otras cosas que la FIFA no les ordenó hacer”. Acá el comité de regularización tiene cuatro integrantes.

Guatemala y Guatepeor invitan a entretenerse en el juego de las semejanzas. Se parecen demasiado en sus problemas aunque los separe un abismo de historia futbolística. Pero si a la FIFA se le ocurriera equilibrar la balanza, nadie podría garantizar que la AFA evitaría ser suspendida. ¿Alguien imagina el próximo Mundial sin Messi? Sería demasiado castigo para los que aman el juego. Pero no para los responsables del sainete en que está sumido nuestro fútbol bananero.

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Aquella votación que terminó 38-38 sumió en el desgobierno a la AFA.
 
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