Desde muy temprano en su obra, Freud entrevió que "el proceso primario para el juzgar" perseguía una identidad con un objeto tan añorado como perdido. Toda percepción está teñida entonces de ese deseo que, lejos de remitirse a una falla de maduración o accidente en el crecimiento, consiente a comulgar en esa ficción compartida que llamamos realidad. De allí su tesis según la cual las "cosas del mundo son restos que se sustraen de la apreciación judicativa", esto es: nuestro conocimiento de los objetos del mundo no va más lejos que el permitido por el compromiso entre el sentido común y las fantasías que agitan la singularidad.

Se podría objetar que "la cosa en sí" kantiana ya postulaba el carácter incognoscible de las cosas, salvo que el abordaje freudiano otorga al cuerpo propio una predominancia lógica que sugiere la antecedencia del objeto respecto al sujeto. En efecto, al referirse al complejo del prójimo, Freud escribe: "...percepciones del objeto, además ‑por ejemplo, si grita‑ despertarán el recuerdo del gritar propio y, con ello, de vivencias propias de dolor. (...) El otro es comprendido por un trabajo mnémico, es decir, puede ser reconducido a una noticia del cuerpo propio".

Luego, si la eficacia de esta memoria del cuerpo precisa de un estímulo externo para cobrar actualidad y así incidir en el aparato psíquico, su materialidad no estará compuesta más que por un signo ‑un recuerdo‑ referido a una vivencia cuya existencia histórica siempre tendrá un carácter conjetural. El caso Emma, referido a una adolescente cuyo síntoma fóbico sólo aparece cuando las representaciones sexuales de la pubertad despiertan el recuerdo de un abuso sexual sufrido a los ocho años, ilustra de manera acabada el punto. Hoy que el movimiento globalizado del "Me Too" está despertando en muchas mujeres noticias del cuerpo propio, vale tomar nota que ‑si de reparar la dignidad de las personas se trata‑ el juzgar póstumo del prójimo nunca puede estar disociado del compromiso de quien ‑por apropiarse de su decir‑ se animó a compartir una nueva versión de su historia y de ‑como dice Freud‑ las cosas del mundo.

 

* Psicoanalista. Hospital Álvarez